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Cada posible brizna de aire abandona mis pulmones en un instante. Puedo sentir la mirada de todo el mundo sobre mí, incluidos mis compañeros de escenario, pero mi atención está puesta en Peeta, que no voltea a verme. Veo que la gente en el público grita, poniendo la cara como si los estuvieran sacrificando, pero mis manos tiemblan y mis oídos zumban, por lo que no puedo escucharlos.

Mi mente viaja a mil lugares a la vez, mil posibilidades distintas. Pienso en Prim y en que prometió guardar mi secreto, en mi madre y las medicinas faltantes de su gabinete, en los moretones en mi estómago, mi cuerpo desnudo hace unas noches. ¿Quién pudo contárselo? ¿Cómo se enteró? La palabra rebota en mi cráneo una y otra vez. "Bebé" es lo único que escucho además del zumbido. El peso en mi torso vuelve, esta vez tan fuerte que temo desmayarme justo aquí.

Las cosas frente a mí pasan tan rápido que no puedo asimilarlas todas. Veo a Caesar tratando de calmar al público con las manos, a Peeta volviendo a su asiento, y, solo un segundo después, parado junto a mí.

Entonces veo a los demás Vencedores levantándose, por lo que mis piernas me impulsan a hacer lo mismo sin cuestionarme la razón. Peeta me ofrece la mano y yo la tomo sin pensar. Para cuando me doy cuenta de lo que he hecho, es demasiado tarde para retirarme de su agarre, pues es tan fuerte que no puedo mover los dedos.

El contacto de su piel con la mía me devuelve la escucha, y lo primero que captan mis oídos son los alaridos del público. Piden ayuda, piedad, que se cancelen los juegos. Luego escucho el himno y entiendo por qué estamos de pie. Volteo a ver a Peeta y me encuentro con lágrimas recubriendo sus mejillas enrojecidas por el maquillaje. Siento como si me apuñalaran el corazón porque su dolor es mi culpa, por ocultarle todo esto, por creer que lo mejor para él sería no enterarse.

Sus lágrimas también traen de vuelta la alucinación de aquella vez en el sótano, con la pequeña criatura siendo masacrada de mil maneras diferentes en la arena. ¿Será eso lo que sus lágrimas significan? ¿Que comparte el miedo que siempre me ha perseguido a mí, a todos los Vencedores en este escenario, a todos los padres en los distritos?

Cuando me vuelvo al público, la sangre me hierve. Tan coloridos, tan bien alimentados, tan hipócritas por adorar ver como los niños de los distritos se matan los unos a los otros cada año, pero queriendo que se cancelen los juegos ahora que, ni siquiera una vida completa, sino la promesa de una vida, está en la mezcla. Recuerdo a la familia de Rue, a sus hermanitos reunidos, y me vuelvo hacia Chaff, que no había dejado de mirarme. Extiendo mi mano hacia él, y cuando la acepta, tomo el muñón de su brazo con fuerza.

Los demás Vencedores nos ven y, algunos de inmediato, otros de mala gana, nos siguen la corriente. Pronto somos una cadena de veinticuatro eslabones, todos con la cabeza en alto, dando la primera muestra de unión entre los distritos desde los Días Oscuros. El himno termina y todo a nuestro alrededor se torna negro, tanto las pantallas como las luces del escenario. Pero es muy tarde para ellos, porque todo el país nos ha visto.

Somos evacuados en la oscuridad, guiados únicamente por las manos de los otros. Entre el desastre pierdo a Peeta, pero me aferro a Chaff, terminando en un ascensor con él y el adicto del Distrito 6. Cuando las puertas se cierran, veo a varios Agentes de la Paz intentando detener el ascensor, pero el aparato sube de todas maneras.

Cuando Chaff se baja, sin decir nada, las lágrimas brotan tan rápido como una fuente a presión. Me agacho levemente, cubriéndome el vientre con ambas manos, y me entrego a los sollozos. Llego a mi piso, oscuro y solo, y debo apoyarme en una pared para no perder el equilibrio. Logro detener los sollozos cuando tomo control de mi respiración, y veo que el ascensor está subiendo de nuevo.

Peeta.

Una vez se abren las puertas, sale como una exhalación del ascensor y corre hacia mí. Me agarra por los hombros, con los ojos llenos de culpa, y está a punto de decirme algo cuando las palabras salen de mis labios:

Una historia diferente | En llamasWhere stories live. Discover now