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Conociéndome como a la palma de su mano, Haymitch me toma por la muñeca antes de que pueda reaccionar a lo que ven mis ojos. Mientras nos miramos el uno al otro, la voz de Darius rebota dentro de mi cabeza una y otra vez. Recuerdo sus bromas y burlas en el Quemador, tan diferentes a las que acabo de experimentar con los demás vencedores, y me aflige terriblemente saber que no podré volver a escucharlas.

La culpa que cae sobre mis hombros es tan pesada que Haymitch debe darme un tirón en el brazo para evitar que caiga al suelo. Sé que no es culpa de nadie más que mía que Darius esté en esta posición; que si hubiese llegado antes, si no hubiese dejado que Gale se fuera tan de repente, él no habría tenido que enfrentarse a Thread. También sé que no es arbitrario que se encuentre en mi piso.

¿Hay algo que pase a mi alrededor que no sea mi culpa? Soy como un virus, infectando todo lo que toco.

Me vuelvo hacia Haymitch, dándole a entender que puede soltarme, y me dirijo a la que sé es mi habitación. Sentada sobre la cama, sin molestarme en prestarle atención a los contiguos golpes en la puerta, veo en el reflejo del suelo como la batería de mi traje muere de a poco. Una vez sumida en la oscuridad, me meto a la ducha tras desvestirme y dejo que el agua y jabón se lleven el maquillaje de mi rostro. Limpia y reluciente, salgo, desnuda y empapada, y me acurruco bajo las cómodas sábanas.

Aunque lo intento, me es imposible pegar el ojo. Me quedo inmóvil en la cama, sintiendo como la almohada bajo mi mejilla se empapa, hasta que Effie llama a la puerta para avisarme que la cena está lista. No si antes vestirme, salgo dando pasos lentos y pesados a encontrarme con los demás para comer.

Al no frecuentar el Quemador, Peeta, que está sentado junto a mí, no conoce muy bien a Darius. Sin tocar mi sopa de frambuesa y ternera, pienso en que últimamente el chico a mi lado me entiende cada vez menos, y me pregunto si lo que hay entre nosotros hubiera sobrevivido si no estuviéramos por entrar a la arena por segunda vez.

Me es imposible prestarle atención a la conversación a mi alrededor, pues al ser Darius quién trae nuestra comida, solo puedo fijarme en las bolsas bajo sus ojos y lo delgado de su cuerpo. Cuando trae el plato fuerte, empujo con el codo los guisantes que me entrega, y, antes de que puedan decirme algo, me agacho para recoger mi desastre. Al ser su trabajo, Darius lo hace también, por lo que ambos nos encontramos bajo la mesa brevemente. Fuera de la vista de todos, con la excusa de estar recogiendo las esferitas verdes, le doy un rápido apretón a su mano que dice todo lo que mis palabras nunca podrían. Entonces escuchamos a Effie hablar desde su asiento y debemos soltarnos:

—¡Katniss! ¡Ese no es tu trabajo!

Cuando llega la hora de ver el resumen de la ceremonia, me es imposible estar un segundo más junto a Peeta, pues su cercanía parece desencadenar la horrible sensación en mi estómago. Con el vientre pesado, el pecho hueco y la cabeza retumbando, me toma toda mi fuerza de voluntad quedarme sentada en el sillón hasta que se acaba la transmisión. Una vez termina me levanto, agradezco a Cinna y Portia por su maravilloso trabajo, y me voy directa a mi recámara.

Habiendo cerrado la puerta tras de mí, me dirijo al baño y sucumbo finalmente al peso, expulsando la cena en el inodoro. Al terminar, débil y temblorosa, me recuesto en la fría pared intentando que mi respiración se calme. Alguien llama a la puerta, pero no me levanto, incapaz de estar con Peeta un segundo más. Mientras miro fijamente a la bombilla apagada del pequeño candelabro, mi cuerpo decide que el suelo es suficiente por esta noche, y es allí donde me quedo dormida.

Una historia diferente | En llamasWhere stories live. Discover now