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Las estaciones pasaron volando y así otro año se había cumplido, aún no pasaba nada de los sucesos descritos en la novela por lo que me sentí tranquila. Mis estudios iban excelentes y para muchos yo era demasiado inteligente ya que aprendí muy rápido comparado con otras niñas de mi edad pero ellos no sabían que mis estudios en mi otra vida eran más avanzados que los de ellos y las formas de aprender son distintas ya que aquí solo debes memorizar. La etiqueta y modales no fueron problema alguno hasta me atrevería a decir que fue útil, antes caminaba encorvada pero ahora voy derecha haciendo que me vea con porte y seguridad.

– Señorita deje de perder el tiempo soñando despierta, debemos apresurarnos a arreglarla para que esté linda cuando vea al señorito Enzo en su cumpleaños. —dijo la niñera mientras veía que vestido me iba mejor.— Esta cena será muy importante por lo que espero que haya  preparado un regalo para él.

– Si lo hice, deja de atosigar con lo de la fiesta. Sabes sería divertido llevar a Brishen con nosotros, así nos divertiremos. —dije sin mucho pensar.

– ¡Señorita! Jamás diga eso, sabe que no es bueno para su imagen que se le vea jugando con un niño plebeyo. —a la niñera le molestaba mucho la idea de ver a su señorita con ese niño que consideraba bruto.

No se habló más, la niñera junto con las sirvientas terminaron de arreglarme, me veía muy bien pero eso no ayudó con mis ánimos, no quería ir a festejar su onceavo cumpleaños; Enzo dejo de jalar mi cabello lo cual agradezco pero ahora se la pasa diciendo que mi cabello es feo o que soy muy alta y al crecer seré igual a un espantapájaros, la otra vez tomo mi pañuelo sin permiso y lo perdió, no me he molestado como lo haría una niña pequeña pero no puedo evitar que eso de algún modo me afecte. Se que soy alta pero de ahí a insultarme o tomar mis cosas sin permiso es frustrante y otro día que fuimos a su castillo recogió una planta que se pega a la ropa y me la aventó mientras se reía, no falta decir que fue horrible ya que se enredó en mi cabello pero por alguna razón su madre nunca lo regaña. Su madre también me cae mal.
Sin darme cuenta ya estaba dentro del carruaje rumbo al ducado Ducktor, residencia de la familia de Enzo, de pensar en lo que sucederá me da dolor de estómago, tomó la mano de mi hermano para tranquilizarme y él me devuelve una sonrisa pacificadora, como si me dijera que todo estará bien.
Llegamos al lugar, nos anuncian dentro de un gran salón con un decorado dorado desde las patas de las sillas hasta llegar a los candelabros, caminamos donde se encuentran el anfitrión junto a sus padres; las manos me sudan y la boca se me seca, todos los invitados se nos quedan viendo nada discretos.

– Bienvenidos duques de Homliord y sus hijos a mi onceavo cumpleaños. —dijo Enzo con una sonrisa que me disgusta.— Veo que Alizée tiene un regalo para mí.

– Que tierno. —dijo la duquesa de Ducktor.— Por qué no van los niños a divertirse mientras los adultos charlamos.

Volte a ver a mi madre esperando a que no me dejara ir pero ella asintió a qué nos fuéramos, Dereck tomó una posición a lado mío evitando que Enzo se acercara,  ya nos íbamos hasta que mi padre habló.

– Dereck ven conmigo hay alguien a quien quiero que conozcas. —dijo sin ninguna expresión como de costumbre.

Con eso Dereck tuvo que dejarme a mi suerte con Enzo. Siguiéndolo me llevó a un salón alejado del ruido de la fiesta, un lugar con animales disecados en las paredes, todos parecían seguirme con la vista.

– Aquí estará bien, nadie nos molestará. —dijo Enzo quién ya no se veía como aquel niño que conocí con ternura infantil, ahora este niño da escalofríos.— Dame mi regalo.

Yo le tendí el regalo para que lo tomará pero él no lo hizo.

– ¡Tu tienes que abrirlo para mí, es lo qué como mi futura esposa harás! ¡Vamos ábrelo! —Enzo empezaba a inquietarse por razones que desconozco.— ¡¿Quiero ver qué me trajiste de regalo?!

Puse el regalo en la mesa para quitarle la envoltura, cuando termine lo tome para enseñarle lo que era, Enzo lo arrebató de mis manos con brusquedad, puso una sonrisa en su cara. Parecía satisfecho con lo que mi hermano había sugerido que le comprará ya que yo desconozco de sus gustos. Es en ese momento que veo como Enzo levanta el juguete y con un movimiento violento lo tira al suelo haciendo que se rompa. No entiendo nada ya que a él le parecía gustarle.

– ¡Tratas a tu futuro esposo como a un niño al que le gustan estos tontos juguetitos! —gritaba él mientras pisotea mi regalo.— Yo quería otra cosa ¡Es que no conoces lo que me gusta! ¡Se supone que serás mi esposa debes de conocerlos! —Enzo parecía fuera de sí, gritando y pateando lo que quedaba del juguete, me da miedo.— ¡Quiero que me des el regalo que quiero! —agarro mi cabello y tiraba con fuerza de el.— ¡Lo quiero ahora, niña fea!

Le pisé con tanta fuerza que me soltó, lo que hizo que se enojara más pero yo estaba en mi límite, confrontarlo era lo que menos quería pero llegados a este punto no me importó contestar a sus groserías.

– Qué los juguetes son para niños, entonces déjame decirte algo ¡Tu eres un niño! Apenas cumpliste once, ni siquiera te ha salido un pelo de barba. —Enzo se veía sorprendido al igual que yo, podía sentir como unas lágrimas se querían derramar las contuve y no me detuve ahí.— No deberías destruir las cosas que uno te regala, es grosero tú… ¡Eres grosero! ¡Es feo! Y si sigues así nadie te va a querer…

Iba a continuar cuando la puerta se abrió, era la duquesa Ducktor quien estaba buscándonos pero lo que encontró fue a su hijo llorando y a mí sobresaltada. Enzo se escapó de las preguntas de su madre mientras se cubría la cara llorosa dejándome a solas con ella.

– Duquesa… yo… le explicaré. —toda la energía que tenía antes se había esfumado y quedó un miedo que se manifestó en mis temblorosas manos y boca.

– Dejá tus explicaciones para tú madre. Como te atreves a decirle esas cosas a mi hijo y en su cumpleaños. —la duquesa Ducktor quien siempre ignoraba lo que hacía su hijo ahora saltaba a defenderlo como una leona defiende a sus cachorros.— Él será un duque y no cualquier duque sino aquel de Ducktor, el más fuerte. Como su prometida y futura esposa deberías ser amable como comprensiva.

– Pe… pero… —yo quería que supiera que no fue mi culpa, sin embargo a ella yo no le interesó.

– Nada de peros, se supone que te están enseñando y que eres inteligente, ahora veo que eso es mentira. —la duquesa tenía unas marcas en su frente de tanto arrugarla del enojo.— Ahora más le vale comportarse y olvidarse de querer hablarle de nuevo así a Enzo, como su prometida debe saber que eso está mal. Entendió señorita Alizée.

– Si, entiendo. —dije con la cabeza agachada, los ojos rojos y presionando mis puños.

Después regresando a la fiesta todo seguía con normalidad como si lo anterior nunca hubiera pasado. Esa sería la última vez que hablaría con la duquesa de Ducktor.









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