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El ducado Ducktor había recuperado la alegría con la llegada de un bebé. Todo el castillo estaba lleno de ánimos a excepción del cuarto de la duquesa quien se la pasaba encerrada sin querer ver a su hijo por lo que era alimentado por una nodriza. Desde que nació no quiso cargarlo ni verlo; Enzo en cambio se veía feliz al visitar al bebé y le puso el nombre de Aland que significa brillante como el sol, ellos se la pasaban en el lado este del castillo mientras que Alizée estaba del lado suroeste, distanciados para que no ocurriera un problema ya que Enzo veía inestable a su esposa por lo que le escribo una carta a la duquesa Homliord para que viera y hablara con su hija. La duquesa no tardó en contestar y se dirigió al ducado Ducktor.

– Escuché que has tenido un niño cariño y que se parece mucho a ti. —dijo la duquesa esperando una reacción de su hija— Eso es bueno, rece mucho por eso.

– No se lo que es, pero de algo estoy segura, ese niño no es mi hijo. —dijo Alizée quien se veía cansada y enferma.

– No digas eso. ¡Claro que es tú hijo! Deberías verlo al menos un momento, estoy segura que cuando lo mires se enternecerá tu corazón y lo amarás más que cualquier cosa. —dijo la duquesa.

– Y si no es así, qué pasará si resulta que lo odio. ¡No quiero verlo y no lo veré! —dijo Alizée más nerviosa de lo común.

– Tranquila hija nadie te obligara hacer nada que tú no quieras, debes estar cansada por lo que duró el parto, cuando te recuperes ya verás que todo está bien. —dijo mientras acariciaba la cabeza de su hija.— Será mejor que las noticias que traigo te las diga en otro momento.

Alizée pareció no oírla y se durmió después de ese día no se recuperó, se veía más delgada y pálida pero ella se negaba a ver un doctor. Un año pasó y la noticia de que su padre había fallecido llegó por medio de una carta escrita por su hermano Dereck. Al parecer el duque Homliord, padre de Alizée, después de la boda de Dereck empeoró su salud tanto fue que nunca se enteró que Alizée había dado a luz a un heredero de la casa Ducktor, casi todo el tiempo estaba durmiendo y bebiendo medicina para calmar su dolor por una terrible tos. Esta noticia empeoró su salud tanto física como mental, Enzo no sabía que hacer ya que aunque no amara a Alizée y su matrimonio no era lo mejor pero él la consideraba una amiga de la infancia y por los sentimientos que antes tuvo hacía ella quería ayudarle también por su hijo.

– Alizée podemos hablar. —dijo Enzo fuera de la habitación— Por favor hablemos.

La puerta se abrió, se veía oscuro por dentro aunque era mediodía y el aire se sentía caliente, Enzo entró y pudo ver a Alizée parada con su camisón puesto, estaba despeinada y demacrada.

– ¿Qué es de lo que querías hablar? —dijo Alizée apenas entendible.

– Se que nuestro matrimonio no empezó de la mejor forma pero podemos hacer que mejore por Aland quiero que tenga una familia. —dijo Enzo observando la habitación.

–¿Aland? ¿Quién es Aland? —preguntó Alizée mientras se sentaba en la cama.

– Es nuestro hijo, le puse ese nombre. —respondió un poco molesto.— Creí que lo sabías.

– No, ese nombre no me gusta. —dijo mordiéndose las uñas.— Cámbiale el nombre.

– ¿A cuál? Tal vez Brishen. —dijo Enzo molesto al principio para después darse cuenta de su error.— Alizée perdón no era…

– ¡Te odio! —grito desesperada aventando cosas hacía Enzo.— ¡Maldito! ¡Todo es tú culpa!

– Cálmate, no es culpa de nadie. —dijo intentando abrazar a Alizée.

– Suéltame ¡Suéltame! —grito Alizée pataleando.— Jamás quise casarme contigo.

– Yo tampoco contigo pero aquí estamos. Si no fuera por ti. —dijo mientras la soltaba.— En verdad crees que quería ésto, yo no te he lastimado, no te he hecho nada sin embargo estoy teniendo problemas por tu culpa. Quiero ayudarte Alizée pero necesito que me dejes hacerlo.

– Sabes algo Enzo, todo es tú culpa y culpa de tu estúpida prima. Ojalá te hubieras muerto junto a tus padres.

Lo último fue suficiente para que Enzo casi golpeara a Alizée pero se detuvo cuando vio que ella se encogía en el suelo llorando, se dio cuenta que no podría tener una conversación mientras buscará ella donde descargar su ira y rencor por perder a su amante.

– Alizée perdón. —dijo Enzo dando pasos hacia atrás.— Quédate aquí encerrada hasta que te sientas mejor pero la habitación debe de estar limpia y debes de comer aunque sea un poco.

– Enzo perdón. Perdóname —dijo agarrándose a los pies de Enzo— es que pierdo el control pero no es mi intención. Por favor Enzo perdóname.

Él la miró con lástima ya que la chica que había conocido antes desapareció, no quedaba nada de ella, su timidez y su coraje para defenderse se convirtieron en cambio de humor del enojo a la tristeza, sus largos cabellos rubios y su suave piel blanca a un enredado cabello que perdía su brillo y su piel enferma con ojeras; estaba tan delgada que no le faltaba mucho para ser solo huesos. Enzo la abrazo y la cargo para llevarla a la habitación contigua para que durmiera, le ordenó a Cas mantener siempre limpia la habitación. La vio dormir y pensó “No sé en qué momento llegamos a esto pero trataré de solucionarlo”.

Cinco años habían pasado con altibajos pero la mejora de Alizée era evidente, pasaba tiempo junto a su hijo siempre con la vigilancia de los sirvientes ya que en ocasiones tenía ataques pero eran cada vez menos. Alizée como Enzo se sintieron esperanzados, ellos querían tener una familia y se esforzaban por ello. Todo iba bien hasta la vista de un invitado inesperado.

Lo hice por ti Where stories live. Discover now