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Los rayos del sol se filtraban a la habitación iluminando los rincones y despertándome. Antes no había podido conciliar el sueño pero está vez me sentí como un oso invernando; la cama y sábanas suaves junto con una almohada de plumas de ganso, todo un lujo para dormir. Las criadas entraron para levantarme pero al verme ya despierta se miraron entre sí, al salir de sus pensamientos prosiguieron a darme agua para lavarme la cara y manos, me secaron y me quitaron el camisón para ponerme otro limpio, sacaron unos vestidos y elegí uno color verde esmeralda. Me estaban visitando cuando una de las chicas empezó a llorar.

– ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué lloras? —pregunté algo extrañada por el raro comportamiento.

– Me disculpo mi señora, sacaré a esta jovencita inmediatamente para que se tranquilice. —dijo la criada mayor.

– Claro, dale agua y que esté afuera para que le dé el aire. —dije.

Salieron dejándome medio vestida, espere unos minutos cuando la criada mayor regresó y terminó de ajustar el vestido, comenzó a cepillar mi cabello y preparándolo para peinarme; después la otra criada regresó calmada.

– ¿Te encuentras mejor? —le pregunté mientras la veía como apretaba su vestido en sus manos.

– Sí, me disculpo por mi grosería señorita. —dijo con la cabeza agachada.

– No tienes porque disculparte, todos en algún momento no llegamos aguantar las lágrimas que nos puede producir la tristeza. —lo dije pensando cuando intenté suprimir mis sentimientos— Ahora es tiempo de ver las cosas buenas que te traerá la vida. —de nuevo lo dije pensando en mí.

– Señorita llore por usted. —lo que dijo me produjo una mueca que ella vió— No es que usted me trate mal al contrario, es usted muy buena con nosotros es por eso que me dolió lo que le hicieron.

– ¡Cas! ¡Cómo te atreves a decirle esas barbaridades a la señorita! Señorita lo siento mucho ella… —le hice una seña para que se detuviera.

– Agradezco su preocupación… —dije y las miré a ambas— a las dos, pero estoy bien. La suerte nos sonreirá desde ahora.

Ambas criadas asintieron felices y volvieron a arreglarme; esta vez elegí mis aretes, collar y una peineta plateada, todo a juego. Me maquillan las pestañas y labios; me pusieron unas zapatillas negras y ya había terminado, justo a tiempo para el desayuno. Camine rumbo al comedor, estaba un poco nerviosa por mi padre ya que su comportamiento a lo de ayer fue de suma cólera, ni siquiera pude darle la noticia a Brishen espero que él se haya podido enterar, después del desayuno iré a buscarlo. Entrando noté que era la primera en llegar por lo que me senté a esperar a los demás. Llegó mi madre junto a mi hermano dándome los buenos días, mi padre no asistió ya que no se sentía bien. Él desayuno continuó con normalidad, nadie dijo nada de lo sucedido con Enzo y eso me encantó. Terminamos y ya me iba a ir a ver a Brishen cuando mi madre me llamo.

– Ali hay algo de lo que debemos hablar en privado, vamos al saloncito. —dijo mi madre con una voz tranquila pero sus ojos se veían cansados.

Juntas fuimos al saloncito, espero a que me sentará y una vez con los sirvientes afuera el ambiente cambió, la mirada de mi era penetrante que me ponía nerviosa.

– ¿Por qué hiciste eso Alizée? ¿Cómo sabías de su relación? —dijo mi madre con un tono frío— Sabes los problemas que has creado, no hay ni un solo hombre que te pueda dar una vida tan buena como lo haría Enzo, además de que la alianza entre los ducados se ha roto.

– Yo no hice nada ¡Fue Enzo el que lo hizo! —dije para defenderme al sentirme herida por mi madre.

– Baja la voz, sabes que una dama no grita. —dijo.

Lo hice por ti Where stories live. Discover now