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Estoy dentro de una habitación oscura donde se me congela el cuerpo, me intentó parar pero es inútil no siento las piernas del cansancio, estaba apunto de dormir pero algo brilló frente a mí, era un espejo de cuerpo completo y su luz me permitió moverme al acercarme no me reconocí al principio hasta que recordé, era mi antiguo yo; una chica normal sin nada resaltable, en ese tiempo como ahora odio resaltar, que la gente se volteara a verme y me juzgará como lo hacían mis padres. Al acercarme más al espejo este comenzaba a difuminar mi reflejo mostrando ahora un enorme salón con muchas personas vestidas elegantemente, todos fijaban una mirada de desprecio al frente; quiero ver de quién se trata, tocó el espejo y mi mano lo atraviesa, saco mi mano rápidamente para revisarla, está se encuentra bien por lo que intento hacerlo de nuevo pero está vez cruzó el espejo y miró a todas las personas pero ellas no notan mi presencia. Paso por las personas intentando acercarme a la persona que está de rodillas en medio del salón.

¡Te dije que te alejaras de mi y Lecia! ¡Que tan podrida estás por dentro para lastimar a un inocente!

Quién gritaba era Enzo mientras ponía en sus espaldas a Lecia para protegerla. Él se mostraba más que molesto tal parecía que contenía su ira en sus apretados puños.

¡¿Por qué eres así cuando yo te he dado todo?! ¡Acaso ya se te olvidó que tú eres mi prometido! Me debes lealtad en lugar de a esa perra detrás tuyo.

No era posible, ya no quería ver; busqué a mi familia entre la multitud y los encontré, mi padre discutía con mi madre y Dereck solo bebía vino como si fuera agua. ¿Acaso no pensaban ayudarla?

¡Los odio a todos! ¿Por qué no entienden que lo amo! ¡Debes entender Enzo que eres mío y solo mío! Sino prefiero morir que estar lejos de ti y verte con esa… ¡Perra!

¡Dios! Qué vergüenza, espero nunca verme así.

Pero lo harás, tú también sufrirás ¡Nunca estarán juntos! ¡Y te dejarán de lado viendo cómo lo pierdes todo! ¡Nadie te ayudará!

Decía todo eso mientras me señalaba con su dedo huesudo, el largo cabello rubio le tapaba la cara, poco a poco se levantó y cuando estuvo de pie se giró a mi dirección para saltar rápidamente y ahorcarme, forcejeo para que me suelte y de los movimientos veo su cara… que no tiene rostro, no tenía nada.

– ¡Tienes que despertar! ¡Tienes que despertar! ¡Tienes que despertar!

– Tiene que despertar.

Fue en eso que abrí los ojos y volteé a ver mi alrededor, estaba en mi habitación en el castillo Homliord.

– ¿Ha tenido una pesadilla señorita? —dijo la joven criada.

– Si, creo que sí lo era. —aún no sentía las manos de esa cosa.

– Tal vez sea por la partida del duque y el joven amo a la guerra. —dijo mientras pasaba un trapo húmedo por mi frente y cuello— Descuide mi señorita ellos regresarán a salvo.

– Si… lo harán. ¿A qué hora partirán? —dije sin mucho ánimo, aún me sentía confundida por la pesadilla.

– Dentro de dos horas señorita, creo que en este momento el duque y el joven amo están desayunando. —mencionó mientras tanto preparaba lo que me pondría.

Dos horas es suficiente para poder arreglarme y encontrarme con Brishen ya que quería darle un pañuelo que desde hace un tiempo había bordado para entregárselo como señal de mi amor por él. Terminaron de vestirme y maquillarme justo a tiempo, salí corriendo de la habitación con dirección al patio de armas para ver a Brishen pero antes de salir me tope con mi hermano Dereck quién tenía un rostro de pesadumbre. Me acerqué a él y lo abrace tan fuerte como pude.

– Te extrañaré mucho. Vuelve a salvo mi querido gran hermano. —dijo con pesar ya que en una guerra todo puede pasar.

– Volverá mi querida Ali, hasta entonces cuida de madre, de acuerdo. —dijo Dereck que devolvía el abrazo con un beso en la frente— Cuando esté de regreso te daré lo que quieras, sólo pídelo y será tuyo.

– Esperaré a tu regreso y a la promesa… aah. —empecé a llorar, no sabía que las despedidas eran así de tristes.

– Ya sepárense o la partida será más difícil. —dijo mi padre.

– Padre. —me fui directo a sus brazos para tener de recuerdo su olor.— Vuelva sano y salvo.

– … Así lo haré, mi muñequita. —dijo acariciando mi cabeza con su mano.

– Ya es hora. —dijo mi madre con un pañuelo en mano, había estado llorando.

Mi padre y hermano salieron por la gran puerta donde los caballeros pertenecientes al ducado Homliord los esperaban. Todos lucían sus armaduras con el escudo de la familia, un gallo rojo sujetando un hilo de oro. Al frente estaba Sir Alonso junto con Brishen, me dedico una sonrisa por lo que me acerque y lo más discretamente posible le di el pañuelo en eso él inmediatamente lo guardo; Dereck que no estaba lejos se acercó para darme un último abrazo, vió a Brishen y le señaló algo a lo que ambos se fueron alejando. Los caballeros dieron un saludo a mi padre y esperaron su orden para partir. Unos subieron a los caballos y se fueron, otros marcharon en filas dejando al final el castillo en silencio.

– Te vi cuando le diste tu pañuelo. —dijo mi madre que me tomó de los hombros.

– Madre también le ha dado su pañuelo a padre, no solo por tradición sino para que el no te olvide. Cierto ¿no? —me volteé para ver su reacción.

– No. Lo hago para que él recuerde sus promesas. —el semblante de mi madre se veía sombrío.— Pero no me hagas caso, el significado cambia dependiendo de las personas. Esperemos que vuelvan victoriosos y con grandes sorpresas.

Caminamos hacia dentro del castillo pero antes de que cerrarán las puertas vi el camino que tomaron. Los días pasaron con una "normalidad" si se podría decir, me pasaba mi tiempo en mi cuarto o acompañando a mi madre; la soledad no era bueno ya que te hace pensar en cosas negativas. Todo iba como otro día hasta que llegaron cartas de parte de mi padre a mi madre y para mí dos, una de Dereck y otra de Brishen.

Lo hice por ti Where stories live. Discover now