Capítulo veintiuno: Bienvenido a casa.

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Henry Saintes miró con desconfianza la carpeta investigativa que tenía sobre el escritorio, luego de años de búsqueda, se suponía que toda la información estaba en aquellas paginas y ahora no se atrevía a leerlas.

—¿Apo? —Le llamó Mile y él solo pudo devolverle una mirada furiosa.

—No deberías llamarme por ese nombre, Mile, soy Henry..., no lo olvides. —Dijo alejándose, solo queria desviar la atención de Mile, aquella carpeta era peligrosa en manos de un fiscal nacional.

—Aunque intentes borrar tú pasado, siempre serán Apo, ese nombre americano que te pusiste no te queda... —El hombre alto y moreno sonrió irónicamente.

Comenzarás a darme un sermón otra vez, señor fiscal... —Apo siempre tenía esa mirada en su rostro, pero Mile no se dejó intimidar.

—Dime, Apo..., ¿Qué es lo que haces en Chiang Mai?, ¿Sigues con esa estúpida idea en la cabeza...? —Preguntó.

—No tengo que darte explicaciones, Mile.

—¿Dónde está Natouch? —Quiso saber, Apo se enfadó, ¿Por qué de pronto le interesaba Natouch?, en todos esos años jamás hubo un acercamiento entre ellos.

—¿Para que quieres saber? —Preguntó poniéndose las manos en el bolsillo. Mile se encogió de hombros.

—Solo quería saber... —Mile ahora miraba las fotografías de Natouch, sus recuerdos estaban en toda la casa, pero su presencia le hacia tanta falta. Solo esperaba que él no le odiara por mucho tiempo, no quería vivir lejos de su hijo otros quince años, su falta de memoria le tenia muy asustado, odiaba la idea de que Natouch le tuviera miedo. —¿Ha sucedido algo, Apo?, ¿Dónde está él?

—De vuelta en Suiza. —Mintió, la realidad era que no tenia idea, de pronto se había escapado de Mike y por más que buscaba no sabia donde podía haberse metido.

—Quiero hablar con él...

—Sabes que Natouch no quiere saber nada sobre ti, ¿verdad?, ¿lo recuerdas, Mile?

—Lo sé...

—Entonces, ¿Qué pretendes?

—Solo quería verlo...

—Ya es muy tarde para eso, lo enviaste lejos de mi por quince años, ¿crees que Natouch te perdonara simplemente? —Natouch ni siquiera le había perdonado a él, ¿Cómo podía olvidar todo lo demás?

—Fue por su seguridad..., ¿querías que terminara de la misma forma para él? —Apo no lo sabía, él solo se quedó con sus brazos vacíos, él solo se quedó sin ellos.

—Vete, Mile. Nosotros ya no debemos volver a vernos..., recuerda tu reputación. —Le dijo antes de volver a su escritorio. —Tu impecable familia armaría un escandalo si supieran que viniste a buscar al mafioso... —Le dijo señalando la puerta.

—Papá murió el año pasado, Apo.

—Me alegro... —Dijo él.

—No tienes alma, Apo.

—Tienes razón... —Dijo molesto consigo mismo, eran tantos años sin sentir una caricia, un beso, un abrazo, que su corazón se había endurecido, ahora solo sentía odio y dolor.

Cuando se quedó solo por fin, abrió la carpeta con manos temblorosas, el dolor que por años le había acompañado estaba reflejado en aquellos papeles, tantos años de búsqueda, de tristeza y angustia, de soledad, veinte años después estaban ahí, en aquellas páginas, sintió tantas cosas al mismo tiempo, alivio, miedo, ¿Cómo enfrentaría ese pasado?, ¿Cómo les explicaría?, ¿podría su corazón resistirlo?

HEREDEROS DEL PARAÍSOWhere stories live. Discover now