En ocasiones te das cuenta que la persona a quien amas, es esa que estuvo cercanamente lejos.
Bella sabía perfectamente a quién quería, pero estaba claro que no podía dejarse llevar por sus sentimientos.
Y el inesperado acercamiento de Jasper Hale...
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Bella Swan
Llegamos a casa un poco tarde, aun así eso no era problema para papá, pues a él no le parecía mal que llegáramos tarde cuando estábamos en la reserva.
Emma caminaba de un punto de la habitación a otro, sosteniendo sus manos con nerviosismo y mordiéndose el labio inferior de igual forma.
Ya pasaba de la media noche y tenía un poco de sueño, pero ella por fin dejaría fluir su mente y decirme lo que le pasa, aunque al ver su indecisión tomé la iniciativa, en especial porque quería saber si lo que Jacob me había dicho podía ser verdad o no, aunque considerando que Edward es vampiro, es prácticamente imposible.
—Emma, ¿estás embarazada? —ella se detuvo de inmediato y me miró como si hubiera dicho una barbaridad.
Bueno, tal vez sí había dicho una barbaridad. Y en el momento en que hice esa pregunta me di cuenta que la manía de decir las cosas sin pensar, aún no sé me quitaba.
—No, ¿por qué piensas eso? —me pregunta.
—No importa —me encogí de hombros—. Está bien si no te sientes lista para decirme lo que sea que quieres decirme, no te sientas presionada. Pero no quiero que te alejes de mí, puedes confiar en mí, Emm.
—No me siento presionada —negó—. Es solo que me di cuenta que siempre quería saber que todo estuviera bien contigo, tal vez no te di el espacio que necesitabas, y a veces puedo ser un poco intensa.
Ella me sonrió con desgano y se sentó a mi lado.
—Bella, te voy a contar todo de mí. Algo que solamente sabían mis padres, tu mamá, y bueno, Edward lo supone.
Ahí me di cuenta de que me contaría sobre lo que hablaba Renée aquel día que fui de visita.
—Solo... prométeme que lo que te cuente no cambiará la forma en la que me tratas o me ves.
—No podría juzgarte, Emma —acaricié su hombro, tratando de transmitirle confianza.
Ella respiró profundo y después de un intenso suspiro, comenzó a contarme todo.
—Tenía once años y como todos los días, el autobús escolar me llevó regreso a casa. Pocos estudiantes habían ido, al menos los que vivían cerca de casa y tú ya habías bajado en la tuya. Me di cuenta que ya era la última niña en el autobús, faltaban pocas calles para llegar a mi casa. Todo iba bien hasta que el chófer se detuvo en una calle poco habitada y...
Repugnancia, enojo, impotencia y muchas más emociones se arremolinaban en mi ser. Un gran nudo se formó en mi garganta, no podía si quiera pasar saliva.
Mis manos formaron un puño ante mis emociones mientras Emma me relataba sin tantos detalles, pero con palabras clave que daban a entender todo lo que había pasado.
