Capítulo XVI

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Estaba seguro de que había caído en su juego y honestamente ya no me importaba nada. Si ella quería que las cosas ocurrieran así, permitiría que ella hiciera todo lo que quería porque yo también lo quería. Tenía dos años esperando por un beso o una caricia de Alexia.

Por un beso de la flaca yo daría lo que fuera.

Soy su estúpido peón y si quiere usarme, que lo haga. Igualmente voy a reclamar lo que por ley me pertenece. A mi no me importa nada de lo que ella tenga. Solo quiero a mi mujer, la chica rebelde y desobediente, la mujer guerrera, la mujer que más amo en este mundo. Quiero a la madre de mi hijo, la pelinegra que me vuelve loco.

¿Qué tan absurdo es querer a mi familia conmigo? Me he disculpado muchas veces por lo que hice y por no estar en la vida de Mateo en sus primeros dos años de vida, me arrepiento sinceramente y lo haré para siempre.

¿Pero por esa razón me merezco toda la mierda del mundo?

Soy un bastardo y eso nunca lo he negado, pero creo que merezco el amor de las personas que más amo.

—¿Estás segura de esto? Estoy borracho y lo menos que quiero es que tú te sientas obligada por mí —detengo el beso y veo sus ojos oscurecidos de lujuria y deseo.

—Estoy segura y sé que tu borrachera está semi controlada —responde con voz ronca.

Espero que para mañana en la mañana pueda recordar todo lo que sucedió hoy.

Alcé un poco su vestido color azul y comencé a acariciarla, a apretarle el trasero debajo de sus bragas con encaje azul, le besé su hermoso cuello y mordí su labio superior.

Lentamente acaricié su espalda, haciendo un camino con mis dedos, su vestido de tirantes los bajé dejando en libertad sus hermosos senos, los masajeo suavemente sobre el sujetador con mis toscas manos, y en un ágil movimiento, quito lo que me estorbaba, y ya sin protección comienzo a besarlos con vehemencia, unos sonoros gemidos de placer se les escapaban y para mí era la mejor música en el mundo.

Mis manos acariciaban sus nalgas debajo de sus bragas, de vez en vez se deslizaba uno de mis dedos por su intimidad, al sentir el rozar en ella, la hacía respingar, y otras veces, metía mis dedos en su interior.

Ella solo cerraba sus ojos y gemía de placer.

—¡Giotto, ah! —gemía con su voz ronca.

Todo lo de ella me hacía sentir excitado y con ganas de tenerla para mí. Nuestra distancia la necesitaba nula, pero a la vez me mortificaba que esto fuera un sueño y que al despertar, ella volvería a ser distante e inalcanzable.

Se hinca entre mis piernas y comienza a bajar el mono deportivo que estaba usando. Ella estaba ansiosa y yo también. Me excitaba pensar que estaba así por ver y sentirme después de dos años.

No quería imaginar que el único que tuviera estos sentimientos así, fuera yo.

Comenzó a chuparlo como podía, la tomé de la nuca y le empujaba hacia mi miembro, mientras le decía en voz alta:

—Esto te ha pertenecido siempre —mis jadeos empezaron a sonar por toda la sala.

Lo lamía como paleta y como quería, al mismo tiempo ella se acariciaba con una de sus manos, que en ese momento al alzarla, noté que ya estaba más que mojada. Metía una y otra vez mi miembro a su boca, hasta donde sé que ella podía aguantarlo. Sin ahogarse, masajeaba todo de mí como si fuera lo mejor que podía probar.

—Joder, Alexia —lo hacía tan bien, que me sentía el tipo más afortunado del universo.

Aun con su ropa atorada en la cintura la levanté y nos dirigimos hacia el sofá, me bajé el deportivo y me senté esperando por ella.

El EmpresarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora