Capítulo XVII

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Minutos antes del secuestro de Mateo.

Casa de la familia Kozlov.

Arya, madre de Giotto.

Habían pasado alrededor de 34 años desde que vine al mundo de Alek. Dejé mi vida en Italia muy joven, persiguiendo el amor de ser libre y sentí que al irme a otro país, lograría la libertad que tanto anhelaba en mis sueños. Dejé de usar un uniforme y proteger una nación, para amar profundamente a mi querido y loco esposo. Hoy en día no sé qué sería de mí, si hubiese seguido por ese camino, pero no me arrepiento de haber tomado la decisión de estar con él y darle otra vida a Giotto.

Sé qué no fue el mejor hijo para muchos, pero para mí, él fue mi todo. Su padre puede ser que no lo apoyó después de tomar la decisión de unirse a la mafia y sí, tampoco estoy de acuerdo en eso, pero es algo temporal… sé qué saldrá de eso y Alek, tomará su lugar nuevamente.

Yo quería ser libre y encontré mi libertad en Alek. Giotto quería ser libre y encontró su libertad en Alexia y Mateo.

Gio siempre fue un niño rebelde y ha venido sufriendo por décadas la ausencia de su verdadera madre y el desapego de su padre. Durante más de veinte años la buscó hasta el cansancio, pero se rindió cuando ella lo contactó para decirle que la dejara en paz.

No sé si Giotto tuvo su iniciación en la organización, pero solo espero que la vida que lleve después de salir de aquí, sea mucho mejor que la que le tocó vivir por culpa de terceros.

—Abuela, antes de comer, debemos lavarnos las manos para quitar los gérmenes —la voz de Mateo, me hace volver a prestarle atención—. ¿Por qué Chule es pequeño?

Sonrío mientras le preparo un biberón a mi pequeño nieto. Ahora se quedó conmigo porque sus papás están ocupados.

—Hay que eliminar todo tipo de gérmenes, cariño —él apoyó sus codos en el mesón de la cocina, prestando atención a lo que decía—. A tu papá le gustaban mucho las chuletas cuando era pequeño, así que todos sus perros se llaman así. El Gran danés que vivió con él desde la universidad, partió al reino de los cielos hace un año y el pequeño que vive con ustedes ahora, era mío. Así que le pedí que lo cuide por mí.

Sé que le dije muchas cosas y probablemente no me entendió, pero valió la pena ver su carita de asombro cuando hablé de dos Chule.

—Está viejo —responde con seriedad—. Mi papá es mi mejor amigo. Él juega conmigo todos los días y me lleva a caminar con Chule. Me compra helado y es muy bueno con mi mami. Ellos hablan mucho y voy a ir al colegio. Soy un niño muy grande y fuerte, abuela.

Con sus pequeñas manitos, se estira para parecer más grande de lo que es.

—Sí, cariño. Eres un niño hermoso, grande y muy fuerte. ¿Quieres tomarte el biberón aquí afuera o vamos a la habitación? —pregunto, al verlo tan activo, cuando debería estar durmiendo.

—Voy a esperar al abuelo —me ve seriamente—. Él dijo que vendría pronto a casa con mi sorpresa, pero no ha llegado —frunce el ceño molesto.

Me causa ternura verlo así porque aunque mi pequeño no sea tan grande y todo lo que balbucea son palabras que se logran entender si le prestas suficiente atención, se esfuerza mucho por mantener una conversación.

No le gusta el silencio y habla hasta caer dormido.

Mi muchachito es un parlanchín.

—Vendrá pronto a casa, Mateo —ignora lo que le digo—. Él dijo que estaría aquí cuando te acostaras y tomaras tu biberón, pero… si te veo ahora mismo. Todavía no tienes el pijama y mucho menos estás en tu habitación listo para ver El Tigre Daniel y esperar a que llegue el abuelo.

El EmpresarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora