Capítulo 5

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Oliver

Después de ese oral en el baño, Maddie me besó la barbilla, me dio un golpe en el pecho y se fue como si no hubiese pasado nada, me sonrió con satisfacción como si no me hubiese comida la polla como si fuera su última comida del mundo.

Me quedo aquí parado todavía pensando en lo bien que se sintió y cómo salió, como si no hubiera pasado nada de nada. Una sonrisa se formó en mis labios mientras me ajustaba la bragueta.

Salí del baño buscándola, pero no la encontré por ninguna parte. Era una persona escurridiza cuando se lo proponía. La había visto desde la primera vez que me fijé en ella, fue en una farmacia comprando algo, no sé qué, pero me atrajo al instante e intenté buscarla y nunca la encontré.

Hasta que apareció la novia de Logan y me trajo la lotería que necesitaba.

Pasé entre los cuerpos de la fiesta, buscándola y la encontré con el pastel de Daisy que también llevaban unas conejitas, una de ellas me miró y me sonrió con coquetería. Maddie le dijo que dejara de coquetear e hiciera lo que se le pidió.

Me reí y Maddie tensó la mandíbula con rabia. Me sacó el dedo.

Y de un momento a otro estaba rodeado de mujeres llorando frente a un pastel, me quedé confundido, pero solo miré. Los sirvientes se llevaron el pastel para cortarlo y repartirlo, cuando nos tocó nuestro trozo, Maddie me miró mal.

—¿Qué pasa, pequeña bestia, ahora que me probaste no puedes comer nada más?

Me miró con las mejilla rojas mientras se metía el pastel a la boca, tragó y lo que le sobraba el plato me lo estrelló en la cara, me reí mientras la tomé de la garganta y me estampé contra ella, dio un grito de sorpresa, pero no la deje ir.

—¡Oliver, suéltame, me estás llenando a mí también!

—Provecho, pequeña bestia.

—¡Te voy a patear los huevos, lo juro!

—Entonces te quedarías sin hijos.

—Eres imposible.

Me separé de ella y la vi llena de merengue en las mejillas y la boca, se fue hacia el baño y la seguí, la vi tomando toallas húmedas de su bolso, la tomé de la cadera y la senté en la encimera, le quité las toallas de la mano y comencé a limpiarla, me miró con los ojos entrecerrados, pero ella igual tomó una toalla y comenzó a limpiarme donde me había ensuciado.

—Yo... parezco una niña malcriada.

Ese era su lo siento. Lo entiendo.

—No importa, a mí no me molesta.

—¿Por qué te ofreciste a llevar mis diseños a Los Ángeles?

—¿Por qué no?

—Porque no nos conocemos.

—Ajá.

Cuando estuvo libre de merengue al igual que yo. La tomé de la mandíbula y aplasté mi boca con la suya, me siguió el beso de inmediato tomándome del cabello con su mano buena y apoyándose en mí. Cuando se separó de mí con los labios hinchados me susurró:

—No te enamores de mí, no soy buena para ti. Estoy...

La miré, su mirada perdida con los ojos rojos no me enfocó. Apartó la cara y la tomé de la mandíbula.

—Mírame.

—Oliver...

—Mírame.

Lo hizo.

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