VIII

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                           ♧Mi Omega♧

Gemini sale echando chispas de la oficina, maldiciendo mentalmente al incompetente director que tiene la escuela, abrazando por los hombros a Fourth que se encuentra callado y sumido en un silencio sepulcral, oliendo a tristeza y dejando que se desvanezca su aroma dulce. Arruga el papel en su otra mano y lo pone dentro de su bolsillo.

Si tan solo hubiera salido antes, nada de eso le pasaba al Omega.

Llegan al aula y después de hablar con el maestro contando lo sucedido, deja que ingresen. No han pasado más de tres minutos cuando Fourth comienza a sollozar, llamando la atención de todos, sobre todo la de Gemini y del maestro. Tomando por sorpresa cuando huye del lugar, escondiendo su rostro en las palmas de sus manos.

— Profesor...

El Beta asiente, señalando con la cabeza la puerta.

— Ve, Gemini. Lleva sus cosas y las tuyas.

— Gracias. — murmura, cogiendo ambas mochilas y saliendo en busca de su amigo.

Antes de que corriera hacia el arbusto de la vez pasada, su desarrollado olfato lo dirige al baño, ingresando y cerrando con seguro la puerta detrás de él para no ser interrumpidos. Coloca las pertenencias sobre el muro del lavado, caminando despacio hacia los cubículos y abriendo  uno por uno hasta llegar al último que está trabado con el pestillo y es donde se encuentra Fourth.

El fuerte olor a tristeza invade el lugar, causando que su Alfa se ponga muy molesto e inquieto.

— Omega. — llama, dando dos suaves golpecitos con sus nudillos.

— V-Vete.

— No me iré hasta saber que estás bien. — avisa, sentándose en el suelo y recargando su espalda en la pared.

— No quiero verte. — recibe como respuesta luego de un sollozo.

—No me iré. — vuelve a repetir con terquedad, golpeando su cabeza con sus dedos.

No puede creer que a pesar de avanzar como sociedad sigan existiendo cazas que no aceptan los derechos de los demás. Se supone que están trabajando por ser mejores, no quedarse en los comienzos. Un Alfa no es más que un Beta, y un Omega no es menos que los demás. Ya es hora de que lo idiotas retrógradas acepten eso de una maldita vez.

Su sangre hierve por imaginar lo que hubiese pasado si él no llegaba a tiempo, si se demoraba más o iba a otro lado. Su enojo aumenta aún más al recordar cuantos alumnos estaban mirando aquello como si fuese un mediocre espectáculo cualquiera. Tira de sus cabellos con frustración por no haber logrado matar a ese estúpido, chocando su cabeza con más fuerza contra la pared. Sus ojos se abren al escuchar el seguro ser sacado, su lobo se pone en alerta, pero continúa en el suelo, dejando que el Omega se tome su tiempo.

Fourth asoma sus ojitos por el espacio que hay, arregla la casaca sobre su cintura y trata de cubrirse lo más que puede. Es su culpa lo que pasó.

— Ven aquí, Omega. — llama con dulzura Gemini,  extendiendo una mano que no es rechazada. Con mucho cuidado y delicadeza, logra sentar a Fourth sobre su regazo, arrollando al pequeño como si fuese un bebé cuando comienza a sollozar nuevamente. — Tranquilo, no fue tu culpa.

—S-Si no me hubiese... vestido así...

— Hey, no. — Gemini sujeta su mentón, frunciendo el ceño ante lo que escucha. — Nada de eso fue tu culpa tuya, Omega. Tú puedes vestirte como deseas. Son ellos lo que están mal.

— P-Pero ... si lo hago, me volverán a tocar. — susurra recordando lo de horas antes, sintiendo un escalofrío por todo su cuerpo.

Quisiera entrar a su cabeza y poner dentro de un tacho de basura ese recuerdo, olvídalo para siempre.

— Nadie te hará nada, estoy aquí para protegerte, dulce Omega. — sonríe, achinando los ojos y creando un caos en el corazón de Fourth.

Se quedan en silencio, sus respiraciones y aromas mezclados es lo único que los acompaña en el frío lugar. Aunque Fourth esté triste por lo que ocurrió, los brazos de Gemini lo reconfortan mucho, incluso se permite esconder su carita en el cuello del Alfa, deleitando a su nariz con el aroma a chocolate.

Hasta que ciertas palabras llegan a su mente.

— Gemini. — dice muy bajito, sin mirarlo.

— ¿Sucede algo? — inquiere temeroso.

— Tu dijiste que soy tu Omega ¿Es cierto eso?

Gemini se remueve incómodo, pero no lo quita de su cuerpo, al contrario, su agarre se intensifica ocasionando que un jadeo de pura sorpresa se escape de la boca del chico.

— Es complicado responder.

La carita de Fourth se llena de decepción, sale de su escondite y lo mira a las ojos. Una triste sonrisa se pinta en sus labios.

— No te preocupes, entiendo que lo dijiste para protegerme.

— No es eso, Fourth. Realmente es muy difícil explicarlo. — suspira, volviendo a coger su mentón. — Pero no dudes de lo que dije, eres mi Omega, aunque a mi me cueste aceptarlo, por ahora no te veo más que como un amigo, pero mi Alfa opina lo contrario.

— ¿Lo dice en serio?

El brillo en sus ojos no pasa desapercibido.

Gemini asiente, acercando su rostro y roza sus narices, hasta que se vuelve a alejar para sonreír mirándolo fijo.

— Si.

Después de estar varios minutos en el suelo, abrazados y sintiendo el calor corporal que emana sus cuerpos, Norawit obliga a que Fourth se ponga de pie al recordar que su espalda estaba contra el casillero y podría jurar que tiene algún moretón por lo sensible que es su piel.

Caminan hacia el lavado, el Omega con los hombros caídos y una expresión indescifrable. El Alfa de cabello rizado se coloca detrás de él.

— No te asustes, ¿De acuerdo?

El castaño asiente, aunque no puede reprimir el jadeo cuando su camisa es sacada de su falda y alzada de la parte trasera. Puede sentir la respiración de Gemini a escasos centímetros de su piel, ocasionando que los pocos vellos de su cuerpo se ericen. Apenas pasan unos segundos cuando ya está acomodando con sus temblorosas y torpes manos la prenda, sin atreverse a mirar al Alfa aunque sea a través del gran espejo.

— Debí matarlo.

Omega Celoso   [GeminiFourth]   Where stories live. Discover now