XXIII

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                              ♧Familia♧

Si había algo que Fourth amaba por sobre todas la cosas, era aquella historia que su madre solía contarle de pequeño. Para él significaba mucho, le parecía muy bonito que dos almas se junten mucho antes de haberse conocido.

Luna Azul.

Tal cual era el cuento, o más bien una leyenda oral traspasada de generación en generación, cada noche esperaba paciente en su habitación, jugando con sus pequeños deditos y sonriendo ampliamente de pura felicidad, soñando con su pareja destinada.

Claramente con el tiempo fue decayendo su ilusión, pensaba a cada instante si realmente era verdadero o no. Contaba los días, sabiendo que ese mágico suceso ocurría cada cien años. Es por ello, que las parejas destinadas son una en millón, casi nunca conocías la tuya, así que te conformabas con lo que la Madre Luna podía ofrecerte.

Y Fourth estaba más que agradecido con aquella magistral luz de la noche, porque su Alfa era más de lo que pudo imaginar en sus sueños.

Faltan dos meses para finalizar el año, haciendo que cada vez la ansiedad lo consuma de a pocos porque eso significa alejarse de Gemini. No el sentido de terminar con el cortejo, porque todavía no le pide para ser parejas, sino que el Alfa estará más pendiente con sus estudios y el Omega eso le genera tristeza.

— ¿Todo bien, amor?

El más alto arruga un poco la nariz al olfatear su olor a preocupación, preguntando con la mirada qué aflige a su pequeño Omega.

Deja los vegetales sobre una fuente roja, caminando hasta Fourth y sujetando su cintura con un poco de fuerza para elevarlo, termina sentándolo sobre la isla que hay en la cocina. Sus manos acarician delicadamente sus brazos, besando su frente con ternura mientras espera con paciencia a que hable el Omega.

A Gemini no le gusta apurar las cosas, prefiere que Fourth esté listo y se siente seguro en todo momento.

Eso es lo que un Alfa debe hacer, respetar a su Omega por sobre todas las cosas. No imponer autoridad ante ellos, no hacerles sentir inseguros, no ocasionar dudas en sus pequeñas cabecitas.

Fourth balancea sus piernas que se encuentran separadas a cada costado del cuerpo de Gemini, apoyando su frente en su pecho y suspirando. ¿Cómo le explica que no quiere que lo deje solo? Sabe que su Alfa debe continuar con sus estudios para lograr cada cosita que se propone, y lo acepta. Pero su Omega, su lobito y él están tan acostumbrados a recibir sus muestras de afecto que simplemente le va a parecer extraño no tenerlo cerca a cada instante.

— No quiero quesarme solito. —susurra muy bajito, alzando la cabeza y mirándolo directo a los ojos, quedando perdido en el color de ellos, en ese profundo café que le hace suspirar y enamorarse cada vez más.

La madre del bajito detiene sus pasos antes de ingresar a la cocina, sujetando por el brazo a su hijo mayor que estaba con los audífonos puestos. Su Alfa le indica que no debe preocuparse, que Fourth está en buenas manos y que ese muchacho jamás lo va a lastimar, pero su instinto de madre le obliga a querer cuidar a su pequeño bebé.

— No iré a ningún lado, Omega. —habla con calma, acariciando su mejilla y sonriendo cuando el chico se apoya en ella como un cachorrito en busca de afecto.

— Entrarás a la Universidad, ya no me verás seguido. —forma un tierno puchero que el Alfa no demora en besar y ocasiona un fuerte sonrojo en su pareja.

— Claro que no, Omega. Siempre estaré contigo, tal vez no con la misma frecuencia de ante, pero buscaré la manera para que no sientas tristeza al tenerme lejos. —asegura, rodeando su cintura y abrazándolo.

— ¿Lo prometes?

La dulce voz de Fourth lo transporta a otro universo donde solamente existan la tristeza ni la lejanía, solo ellos dos y sus cachorros.

Su Alfa se siente herido al imaginar por un segundo que Fourth planeaba terminar con lo que tenían. Si quiera sabe por qué pensó en ello. El chico de bonitos ojos jamás dio indicios de ellos, pero aún así se sintió muy preocupado y pensaba lo peor.

— Lo prometo, Omega bonito.

Cuando la conversación finaliza, el resto de la familia ingresan a la cocina, desplazándose por cada lado de manera casual como si no hubiesen estado escuchando todo. Ocasionando que la joven pareja deje de besarse y el menor baje de la mesada con ayuda de su compañero, teniendo la mejillas tan rojitas como dos deliciosas cerezas.

El mayor de los Omegas codea a su esposa con sutileza, alzando las cejas y evidentemente que no deben preocuparse por Fourth. La Alfa atina a rodar los ojos y suspirar como una niña que es castigada. De todas formas, no piensa quitarle los ojos de encima a ese muchacho, cualquier movimiento en falso ella está lista para atacar y proteger a los suyos.

— ¡Es hoy! ¡Es hoy!

Todos voltean del susto al escuchar los gritos de Fourth y View, siendo la menor cargada por su mejor amigo, como suele llamarle ocasionalmente. Gemini sonríe divertido al ver tanta emoción en ambos bellos rostros, no duda ningún segundo en ir hasta los Omegas y planta un beso en cada frente, aunque luego muerde despacio la naricita del bajito por puro gusto.

— ¿Por qué tiene eso?

La voz de la Omega se escucha un poco confundida, tratando de entender el mensaje de ese cuadro. Se siente tan extraña al leer reiterada veces.

Tom se acerca y examina la frase con una sonrisa avergonzadoaa.

"En esta casa mi Omega no sabe hacer nada, pero igual lo amo"

— Fue en un viaje que hicimos, el cuadro nos resultó muy peculiar por el diseño y la frase que tiene. —cuenta mientras recuerda esa época— Además, es muy cierta, la mayoría de cosas son realizadas por mi esposa o por Freen.

— ¿Usted... usted no sabe hacer nada?

— ¡Mamá! —reclama Gemini, mira con súplica a su padre para que saque a la mujer de allí.

— Perdon, no era mi intención sonar así. Solamente me tomó por sorpresa. —admite avergonzada, saliendo junto con su esposo que la pasa su brazo por los hombros de ella.

Tom mira a Gemini, quién se limita a elevar los hombros.

— A mamá le enseñaron que un Omega debe ser servicial, prácticamente que sus funciones son exclusivamente dentro del hogar. Por eso la sorpresa. —aclara.

— ¡Qué horror! —exclama Tom.

— No sé si deba llamarlo horror, simplemente fui criada de esa manera y por ello su pensamiento un poco ambiguo. Les aseguro que es una linda Omega, se preocupa por todos, tienen un gran corazón. Solamente nació en la época equivocada.

El Omega asiente, comprendiendo a la perfección cada palabra que dice el Alfa.

Poco tiempo después los integrantes de ambas familias se encuentran comodando las cosas dentro de los coches. Hoy tienen día de picnic y también serán testigos de un fran acontecimiento. Todos están ansiosos por conocer a la pareja destinada.

Un momento en familia es todo lo que necesitan para estar tranquilos relajados, sin ninguna preocupación que los atormente.

Es más, casi todo está cerrado, nadie trabaja ni estudia. Se encuentran a la espera del regalo que Madre Luna tiene para ellos, ansiosos por saberlo. La inquietud aumenta a cada segundo que pasa.

— Gem...

— ¿Ocurre algo, Omega?

El bajito niega con vergüenza, apretando sus manos una con la otra, moviéndose inquieto en el asiento. Mientras tanto, Gemini pone en marcha el auto, solamente van ellos dos.

— ¿Cuándo... cuándo tendremos nuestro cachorrito?

El Alfa se detiene abruptamente, volteando a mirar con sorpresa a su Omega, sintiendo sus mejillas rojas antes la pregunta que escucha. Aunque él también está ansioso por formar una familia con Fourth, es lo que más anhela desde el momento en que se conocieron.

Omega Celoso   [GeminiFourth]   Where stories live. Discover now