Capítulo 4: Confesión.

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El cielo se teñía de tonos dorados y anaranjados mientras el sol se sumergía lentamente en el horizonte. Los jardines de la mansión Jiang cobraban vida con los últimos destellos de luz, las flores parecían inclinarse en reverencia al atardecer. Jiang Cheng paseaba por el sendero de piedra, su mirada perdida en la belleza efímera del crepúsculo.

Los susurros del viento jugueteaban con su cabello, trayendo consigo un aroma fresco de las flores circundantes. A-yuan, siempre cerca, seguía a Jiang Cheng con pasos ligeros, su presencia tranquila y reconfortante. Jugueteó a su alrededor, mientras tarareaba una melodía.

—¡A-die! ¡A-die! A-yuan quiere a a-die, como dada quiere a a-yuan. ¿A-die quiere a a-yuan?

—A-die quiere a a-yuan —respondió de inmediato, ganando una suave risa del menor, mientras corría por el muelle. Había demasiado calma para todo lo que estaba ocurriendo entre las sectas.

Incluso si su hermana fuera parte del clan Jin, aún había muchos que estaban en contra de que siguieran en contacto. Podía tener en cuenta a Huasiang cuando se trataba de conseguir información.

El viento susurraba entre las hojas de los árboles y agitaba su cabello oscuro, trayendo consigo un aroma a flores y tierra húmeda. Jiang Cheng no podía evitar sentir un nudo en la garganta cada vez que miraba hacia el horizonte, preguntándose si algún día podría reconciliarse completamente con su pasado, con las pérdidas y las decisiones que habían dado forma a su vida.

Un suspiro escapó de sus labios, cargado de una mezcla de resignación y anhelo. A pesar de los años transcurridos desde la guerra, desde los días de la Secta Yummeng Jiang en ruinas, todavía sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Había asumido el papel de líder con determinación, buscando reconstruir lo que se había perdido, pero las sombras del pasado seguían acechándolo.

Sus pasos lo llevaron cerca de la fuente, cuyas aguas murmuraban melodías suaves en medio de la quietud de la noche. Jiang Cheng miró la superficie tranquila del agua, como si buscara respuestas en sus reflejos. Una sombra de inquietud lo acosaba, pero no podía ponerle nombre ni forma.

Suspiró, frotándose la sien con cansancio—. ¿Qué está pasando? —se preguntó a sí mismo en silencio, sus propias emociones deslizándose como arenas movedizas a través de su mente. Había un nudo en su pecho, un sentimiento de pérdida que no podía ubicar. Cada vez que intentaba concentrarse en ello, la sensación se desvanecía como humo entre sus dedos.

Cerró los ojos un momento, tratando de encontrar la raíz de su incomodidad. Su corazón latía con fuerza, como si intentara comunicarle algo que su mente se negaba a entender.

Tocó distraídamente el anillo que descansaba junto a Zidian. Era un objeto simple y modesto, pero estaba imbuido de significado. Recordaba cómo lo había obtenido, en un momento de calma en medio de la tormenta que había sido su vida.

Su hermana no había dudado en recordarle siempre llevarlo, después de todo era la única manera para controlar los repentinos dolores que atacan su cuerpo. Ella sonreía para calmarlo, aun así, sus ojos se notaban lejanos. No lo miraban a él.

Se detuvo cerca del pabellón de sus padres, observando cómo el agua se movía en patrones caprichosos, reflejando las estrellas en su superficie. Suspiró pesadamente, el lugar casi desaparece debido al ataque, entre los escombros y el olor del humo quedaron como un mal deshecho, incluso si en esos momentos estuviera el área restaurada. No es lo mismo, su familia no regresaría.

El agudo dolor regresó a su pecho con una intensidad punzante, obligándolo a encogerse y jadear con cada bocanada de aire. En la distancia, una voz resonaba como un eco desesperado, como si gritara su nombre con urgencia.

Vinculo Roto, ChengXianWhere stories live. Discover now