Capítulo 19: El Último Vínculo

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Jiang Cheng se incorporó de golpe en la cama, con la respiración agitada y el corazón desbocado. Los recuerdos lo inundaban como un torrente imparable, derribando las paredes que había erigido en su mente.

Wei Ying había sido su todo. Su mejor amigo, su amante, su compañero de vida. ¿Cómo había podido olvidarlo? ¡Lo había matado! El hombre que amaba había muerto por su mano. Y ahora, milagrosamente, había regresado a su lado. Jiang Cheng se llevó las manos a la cabeza, sollozando y maldiciendo su suerte. ¿Cómo podría Wei Ying siquiera mirarlo después de lo que le había hecho? ¿Cómo podría perdonarlo por haber acabado con su vida?

Jiang Cheng gimió de dolor, sintiendo que se ahogaba. Las lágrimas caían copiosamente por su rostro mientras el peso de lo que había hecho se abatía sobre él con fuerza devastadora. Había matado a la persona más importante para él por un error, por una falsa acusación. La culpa lo carcomía por dentro como ácido.

Jiang Cheng se llevó las manos a la cabeza, sollozando y maldiciendo su suerte. ¿Cómo podría Wei Ying siquiera mirarlo después de lo que le había hecho? ¿Cómo podría perdonarlo por haber acabado con su vida?

Jiang Cheng gimió de dolor, sintiendo que se ahogaba. Las lágrimas caían copiosamente por su rostro mientras el peso de lo que había hecho se abatía sobre él con fuerza devastadora. Había matado a la persona más importante para él por un error, por una falsa acusación. La culpa lo carcomía por dentro como ácido.

De pronto, sentí unos brazos cálidos rodearlo en un abrazo reconfortante. Wei Ying se había despertado con sus sollozos y ahora lo sostenía contra su pecho, acariciando suavemente su espalda mientras Jiang Cheng dejaba salir años de dolor contenido.

—Wei Ying... yo... lo siento, lo siento tanto —sollozó Jiang Cheng, sacudido hasta lo más profundo—. Te mate... ¿Cómo pude? Yo...

Wei Ying lo silenció posando un dedo sobre sus labios. Luego acunó su rostro entre las manos y lo obligó a mirarlo a los ojos.

—Escúchame bien, Jiang Cheng. Eso ya pasó, está en el pasado. No te atormentes más —murmuró en tono apaciguador.

—¡Pero te mate! —gritó Jiang Cheng, apartándose bruscamente—. ¡Acabé con tu vida! ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

Wei Ying exhaló lentamente, una sombra de pesar atravesando su mirada. Pero casi de inmediato la reemplazó una expresión de completa convicción.

—No, Jiang Cheng. Yo elegí morir ese día —declaró con firmeza—. No había otra salida, mi cuerpo ya no resistía. Era la única forma de detener la masacre.

—No... eso no puede ser... —sollozó Jiang Cheng, frotándose la cara con desesperación.

Wei Ying volvió a tomar su rostro entre las manos y lo obligó a mirarlo a los ojos, aceituna contra plata fundida. En ellos ardía una determinación inquebrantable.

—Fue mi decisión. Tomé las riendas de mi vida una última vez y la entregué en mis propios términos. —Su voz se suavizó, volviéndose seria y solemne—. Así que nunca, escúchame bien, nunca vuelvas a culparte por ello. No fue tu mano la que blandió esa espada, sino la mía propia.

Un sollozo desgarrado brotó del pecho de Jiang Cheng. Se sintió tan roto por dentro, consumido en el más hondo abismo. Luchó contra el impulso de apartar la mirada, por no creer merecedor de contemplar ese rostro tan amado. Pero la convicción era absoluta en los ojos de Wei Ying, la más completa paz interior.

—Aun así... debería detenerte, debería buscar otra forma. Tal vez si yo... —Balbuceó con la voz quebrada.

Pero Wei Ying posó un dedo sobre sus labios, acallando sus palabras. Le dedicó una sonrisa triste y melancólica.

Vinculo Roto, ChengXianWhere stories live. Discover now