Capítulo 3: Semillas de loto

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Jiang Cheng se encontraba junto al tranquilo estanque, contemplando las aguas serenas donde las hojas de loto se mecían con gracia. De pronto, su mirada fue atraída por un objeto que yacía en el suelo cerca de sus pies.

Eran unas pequeñas semillas de loto, caídas probablemente de los capullos que se abrían en la superficie del estanque. Jiang Cheng se agachó para recogerlas, sintiendo su textura suave y liviana entre sus dedos.

Algo en ese simple hallazgo despertó un torrente de recuerdos que lo asaltaron sin previo aviso. Imágenes de un pasado distante acudieron a su mente, cuando él y Wei Ying solían pasar tardes enteras recostados a la sombra de un árbol observando los lotos mecerse con la brisa.

Podía ver el rostro sonriente de Wei Ying mientras jugaba con los pétalos de loto, entreteniéndose en adornar el cabello de Jiang Cheng con ellos ante sus fingidas protestas. "Así luces aún más hermoso, ChengCheng", decía Wei Ying con una risa traviesa, esquivando el manotazo de Jiang Cheng mientras se acurrucaba más cerca de él.

También recordó esa vez que ambos nadaron desnudos en el estanque, compitiendo por ver quien atrapaba más semillas de loto del fondo. La melodiosa risa de Wei Ying rebotando en la superficie del agua mientras emergía con un puñado de semillas como trofeo, derrotando a Jiang Cheng.

Cada recuerdo, cada sensación y emoción de aquellos días felices junto a Wei Ying golpearon a Jiang Cheng simultáneamente, abrumando sus sentidos. Tuvo que apoyarse en un pilar cercano mientras las imágenes seguían agolpándose en su mente.

La nostalgia era como una lanza atravesando su pecho, dejándolo sin aliento. Daría cualquier cosa por poder volver a esos fugaces momentos de dicha pura junto a su amado, ahora perdidos para siempre entre las aguas del tiempo.

El ruido de las voces y los tratos comerciales creaba un telón de fondo constante, pero algo llamó su atención y lo hizo detenerse en seco.

En las manos de A-Yuan, había un pequeño puñado de semillas de loto, en lo que venía corriendo hacia él. Jiang Cheng entrecerró los ojos mientras observaba las delicadas semillas, su mente comenzando a girar como una rueda en movimiento. Una sensación extraña, como un destello de memoria lejana, se agitó en lo profundo de su ser. Se preguntó por qué algo tan simple como unas semillas de loto le provocaba una sensación de nostalgia tan intensa.

—¡A-die! ¡Mira lo que conseguí! —gritó el pequeño, tratando de que no cayeran las semillas de sus manos, sus mejillas sonrojadas, sin dejar de sonreír—. ¡Es para Dada! Aunque a-yuan no sabe pelarlas bien, ¡Creo que le puede gustar!

—A-yuan... podemos guardarlo —sugirió él, y la sonrisa de su hijo creció junto a su mirada brillosa, mientras sostenía contra su túnica morada.

Lo observó detenidamente, como si pudiera verlo de vuelta entre los brazos de aquel cultivador sin dejar de carcajear por las cosquillas que él le hacía. Con dedos temblorosos, Jiang Cheng dejó caer las pequeñas semillas de vuelta al estanque, despidiéndose de los recuerdos que estas evocaban. Cada imagen se desvaneció en su mente como los ondulantes reflejos en la superficie del agua, hasta que todo volvió a quedar en calma.

Una brillante imagen que lo hizo suspirar. ¿Por qué añoraba tanto eso?

Solo cuando las últimas ondas se disiparon, Jiang Cheng pudo reincorporarse y retomar su camino, con el corazón anestesiado pero su mente clara una vez más.

Antes de que pudiera ahondar en sus pensamientos, Xue Yang irrumpió en la escena con su característica confianza, trayendo consigo un aire de caos y travesura, mientras que otros discípulos venían detrás de él muertos de cansancio, con la ropa mojada—. ¡Jiang Cheng! ¡Hemos terminado de saquear el estanque de ese vendedor! ¡Tienes que ver todo lo que conseguimos! —anunció Xue Yang con una sonrisa traviesa, haciendo ondear el botín en sus manos.

Los discípulos detrás de él se detuvieron en seco, y bajaron la mirada enseguida, asustados por el aura que empezaba a emanar su líder, casi recordándole al antiguo patriarca.

Jiang Cheng frunció el ceño, sintiendo la irritación burbujeando en su interior—. Xue Yang, ¿Qué demonios estás haciendo? No puedes simplemente saquear estanques ajenos. ¿Acaso no entiendes el concepto de respeto? ¡Eres el discípulo principal! —reprochó, su voz resonando con autoridad.

Xue Yang respondió con un encogimiento de hombros insolente, sus ojos brillando con malicia—. Oh, vamos, líder Jiang. ¿Desde cuándo te volviste tan formal? No es gran cosa. Además, mi maestro siempre decía que las oportunidades son como los lirios en el estanque: si no los tomas, alguien más lo hará.

La paciencia de Jiang Cheng se estaba agotando rápidamente, en lo que trataba de controlar su expresión en frente de su hijo. Ese chico se estaba convirtiendo en problemas después de tanto tiempo, acarició su sien.

—Tu maestro puede tener sus propias opiniones, pero eso no justifica tu comportamiento irresponsable. ¿Qué te hace pensar que estás por encima de las normas?

Xue Yang se encogió de hombros, mostrando indiferencia—. Mi maestro no se quejaría de esto. De hecho, estaría orgulloso.

Y como si se tratara su cordura como si fuera un hilo, se rompió enseguida.

—¿Dónde estaba tu maestro cuando aprendiste a ignorar completamente el sentido común? Si no fuera por él, tal vez estarías viviendo una vida decente —gruñó.

—Jamás tuve una vida decente, líder Jiang... usted lo sabe... mi maestro no tiene culpa. —La expresión de Xue Yang cambió ligeramente, mostrando una chispa de desconcierto ante la reacción de su líder. Antes de que pudiera seguir, Jiang Cheng lo interrumpió.

—No me importa lo que diga tu maestro. Si alguna vez te encuentras haciendo algo como esto nuevamente, ten en cuenta que no dudaré en romperte las piernas a ti y a cualquiera que te siga.

Xue Yang abrió los ojos sorprendidos por la intensidad en las palabras de Jiang Cheng. Miró al líder del clan Yummeng mientras se alejaba, su mirada mezcla de confusión y cálculo.

—¿Incluso si es a-yuan...? —Xue Yang lo observó durante un momento más antes de que una sonrisa retorcida se dibujara en su rostro—. Interesante —murmuró para sí mismo, antes de desaparecer entre la multitud. No estaba acostumbrado a que Jiang Cheng lo reprendiera de esa manera, no frente a los demás.

Incluso cuando lo hacía, era su maestro quien intervenía en esos momentos para controlar la situación, aunque fuera mucho peor el castigo cuando terminaba solo. Xue yang sonrió, en lo que sacó un caramelo y lo colocó entre sus labios. Sin embargo, en su mirada, también había una chispa de curiosidad mientras observaba a Jiang Cheng alejarse, junto al pequeño joven maestro, quien se despidió con su ademán hacia él, una que correspondió al instante.

La brisa agitó las hojas de loto en el estanque cercano, y Xue Yang se quedó allí, contemplando el agua en calma mientras reflexionaba sobre las palabras de Jiang Cheng. Algo en la escena lo había afectado de manera inesperada, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió desconcertado sobre su propio comportamiento.

—Maestro, creo que su esposo esta quedando mucho más loco desde que se fue. 

Vinculo Roto, ChengXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora