Monstruo

Regálame una noche

Los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto

Estaba recostado en el sofá, frente a la ventana, con la televisión encendida, mirando sin mirar realmente. El volumen del aparato estaba realmente bajo, por lo que el sonido que hacían las gotas de lluvia al chocar contra el vidrio era más fuerte. Dobló la cabeza en dirección a ventana, observando la lluvia golpetear con fuerza sobre ésta. El cielo estaba tan gris y oscuro como su estado de ánimo. Y la fuerza de la tormenta era tanta como su enojo. Frunció el ceño.

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Dos semanas.

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Estuvo esperando dos semanas. Allí, sentado; solo. Esperando a que volviera. Tal y como siempre lo hacía.

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Las agujas del reloj se movían de manera lenta y torturosa. El tiempo seguía transcurriendo... y ella no había vuelto.

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-"No quiero"-

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-"Con un demonio..."-renegó.-"Abre la boca."-ordenó.

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-"Dije que no."-insistió tercamente.

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Él frunció el ceño, impacientado. Ella lo miró retadora, sin titubear.

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-"Si no lo haces, te lo meteré con mis propias manos, Sakura."-

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-"¡Odio el brócoli!"-renegó infantilmente. Itachi tuvo que reprimir la sonrisita que quería esbozar al ver Sakura en el sofá, con las piernas sobre este y con los brazos cruzados, mientras hacía una mueca de asco al pensar en el (según ella) odioso vegetal de dudosa precedencia. Porque decía que todo lo que era de color verde obviamente no estaba en buen estado.

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Soltó todo el aire de golpe y se dejó caer sobre el sofá, al lado de Sakura. Ésta, visiblemente desconfiada, de acurrucó contra el respaldo, alejada lo mejor posible de él.

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Itachi la miró de reojo, y ahora sí, sonrió.

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-"Rayos... es peor de lo que pensaba. Tratar contigo cada vez se vuelve más difícil."-pensó en voz alta.

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-"Pues entonces no lo hagas."-contestó con dolor.

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Itachi se giró, y la encontró cabizbaja.

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Volvió a suspirar, pero estaba vez, verdaderamente frustrado.

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Habían hecho un gran progreso, pero no era mago. Solo había pasado una semana desde que se fue de la casa de su hermano y ella se volvió a instalar en el apartamento que su tía Tsunade le ayudaba a alquilar. Era pequeño, terriblemente pequeño. Al menos, si lo comparaba con los lujos a los que estaba acostumbrado.

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Cuando salió de la casa de su hermano, no supo qué hacer con ella. La tenía laxa entre sus brazos, sin siquiera pestañar, y con la mejilla completamente hinchada.

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Hizo lo primero que se le ocurrió.

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La llevó a su casa.

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Cuando abrió la puerta, el ama de llaves lo recibió con un grito de sorpresa al ver a la muchacha en sus brazos. No le dio tiempo a hablar. Subió rápidamente las escaleras y se encerró en su habitación. Una vez que la recostó en su cama, pidió a la mucama que trajera hielo y un cobertor, pues la chica, estaba prácticamente desnuda.

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Allí la atendió, negándole a cualquiera la entrada a su habitación y decretó que quien mencionara algo sobre lo ocurrido a sus padres, se iría e patitas a la calle. Cuando ella retomó algo de conciencia, lo primero que hizo fue preguntar en dónde estaba. Y al hallarse en un lugar desconocido, logró articular patéticamente la dirección de su casa.

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Renuente, luego de meditarlo detenidamente, pensó que eso era mejor que dejarla en su casa, aunque ella no estaba en las mejores condiciones de salir.

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Trató de ser lo más discreto posible, pero dos mucamas lo encontraron llevándola en brazos hasta su coche y salir a toda prisa de allí.

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La servidumbre no pudo contenerlo por mucho más y poco tiempo después, la bomba estalló.

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Su madre se enteró, y por consecuencia, su padre. Habían tenido una fuerte discusión con Fugaku, quien estaba indignado porque su modelo de hijo hiciera algo tan escandaloso con una muchacha cualquiera. Le pidieron una explicación. No. Le exigieron una explicación.

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Silencio.

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Sus padres esperaban, mientras él meditaba su respuesta.

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-"¿Y?"-dijo su padre, con la voz aguda, como reprimiendo un grito. Una vena del cuello le sobresalía mientras que poco a poco su cara se volvía roja de rabia.

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-"Es mi novia."