𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐂𝐚𝐭𝐨𝐫𝐜𝐞

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Penélope estaba nerviosa, demasiado nerviosa. Como otros días, iría al palacio imperial, pero sentía nervios, como si le fueran a decir algo, pero no sabía a ciencia cierta que.

Terminando con su peinado, Emily le dice que ya esta lista, por lo cual, se pone de pie y alisa el bonito vestido que lleva, vestido que nadie se lo había visto, pues era un obsequió por parte del duque Robane, ese vestido junto a otro que ocuparía durante la ceremonia de apertura de Caza, vestido que le había provocado sonreír.

El vestido era bonito, de color verde, ni tan llamativo, ni tan serio, de bonitas y frescas mangas que estaban adornados con pequeñas piedras que unían la tela fresca, se ajustaba en la parte de arriba y al llegar a su cintura, caía con gracia hasta el suelo, cubriendo las zapatillas color negras con piedras verdes que llevaba. Las mangas del vestido no eran largas, cubriendo sus brazos, sino que la tela era suelta y baja de un hermoso tono verdoso, a un brillante color blanco. Llevaba unas pequeñas cadenas en los hombros, mismos que tenían una pequeña flor que brillaba demostrando que eran de oro puro. Una tercera cadena se abrazaba en su cintura, donde la tela se ajustaba, pero dicha cadena no contaba con pequeñas flores, sino con pequeñas piedras redondas de esmeraldas, mismas que lucían tan hermosas que Penélope temía dañar. Sus pequeñas manos iban resguardadas con unos guantes que llegaban hasta su muñecas, del mismo color que el vestido y un sencillo, pero hermoso brazalete que el «caballero carmesí» le había vuelto a mandar.

—Mi señorita, antes de irse, el duque quiere hablar con usted— dice Pennel, mientras se acerca a donde esta ella

—¿Ahora?— interroga sorprendida, para después suspirar —Esta bien, vamos

Ella camina hacía la oficina del duque, escucha los susurros de las sirvientas, mismas que pronto se quedan en silencio, posiblemente Pennel estaba haciendo su trabajo en callarlos. Cuando llega a la entrada del despacho, nota que Reynold va saliendo del mismo y se detiene para verle, así que ella no tiene de otra más que hacer una reverencia.

—Joven segundo maestro— dijo con voz tranquila

Reynold se le queda viendo, aun estaba chockeado por el beso de que Penélope le había dado cuando salvo al conejo. Sinceramente no había esperado aquel gesto, pero le había gustado, se había sentido querido con ese gesto, y no sabía ni que decirle, por lo cual, simplemente le deja entrar al despacho.

Penélope cuando ingresa, nota con pesar que tanto el duque como el primer bastardo están dentro y siente la mirada del idiota en ella, pero decide ignorarla.

—¿Me llamó padre?— cuestiona Penélope, mientras se sienta en la silla frente de él

—Si Penélope— asiente, mientras la mira, le duele decir que ella ya no es una niña pequeña, pero tampoco es que lo dijera en voz alta —Se que te iras nuevamente con tus amigos, pero quiero decirte que el día después de mañana será la competencia de caza, así que quiero que mañana ya no salgas y te quedes a descansar

Los hombros de Penélope se tensan. ¿Qué se supone que haría ella en esa maldita jaula? No comprendía, pero no les puede decir nada.

—Si padre— asiente, mientras que trata de sonar tranquila —¿Le molesta si ya me retiro? Quiero volver temprano

Miente. Ella no quiere volver ahí, pero no tiene de otra.

—Claro, puedes irte

Penélope asiente, y sin más se va, la mirada de Derrick le ha hecho temblar y solo pide que en algún momento, se caiga por las escaleras.

Cuando sale del ducado, puede ver que ahí estaba Sebastián, quien al verla, da una reverencia y mira a su señorita.

—Princesa— dice, mientras extiende se mano para ayudarle a subir —Esta tan hermosa como una rosa al florecer

𝐓𝐨𝐦𝐚 𝐌𝐢 𝐌𝐚𝐧𝐨 «𝐏𝐞𝐧𝐞𝐥𝐨𝐩𝐞 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»Where stories live. Discover now