Capítulo 2

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Al despertar Christopher se arrepentía de la noche anterior. Diablos, que lo hacía. Sin embargo, al recordar las caricias y el sentimiento fuerte que lo había poseído al estar con aquel chico, que ahora recordaba, era de su clase química, lograba que su arrepentimiento decreciera. Zabdiel solo buscaba una forma de verse con el pelinegro y lograr su cometido, cuando veía a una nueva víctima no se contentaba hasta que esta se encuentre retorciéndose por el placer que le daba.

Sabía que ambos iban en el mismo curso, sin embargo, jamás habían hablado antes de la noche anterior, aunque eso según Zabdiel no fue una conversación, fue un coqueteo que casi termina en sexo.

Como siempre ambos dejaban los deberes hasta el final así que a las nueve de la noche del domingo ambos estaban haciendo sus tareas como locos, lo cual estaba en favor de Christopher ya que prefería tener la mente ocupada, todo con tal de no pensar en el castaño más de lo necesario, sin embargo, a Zabdiel le molestaba el hecho debido a que le quitaba tiempo para pensar en donde interceptar al chico pálido y como ambos estaban a meses de graduarse, no podían darse el lujo de perder el año.

Al día siguiente el castaño entraba tarde, pero relajado por la puerta del salón de clase.

El profesor había entrado unos segundos atrás, buscó con la mirada a Christopher y lo encontró ocultándose con una gorra y la cabeza baja. Afortunadamente también había encontrado un asiento vacío.

Se dirigió hacia este y escuchó al mayor bufar y quitarse la gorra.

—¿Disfrutaste? —La sonrisa burlona no desaparecía de su rostro.

—No —susurró observando la pizarra.

—Tus gemidos no decían lo mismo —susurró fingiendo anotar algo en los apuntes y Chris rodó los ojos.

—¿Por qué te importa tanto? —susurró Christopher anotando en su libreta lo que el profesor escribía en el pizarrón.

—Porque jamás me quedo con ganas de alguien, y adivina.

—¿Estás encaprichado conmigo? —susurró demostrando su molestia sin mirarlo.

—Exacto. Así que —dijo mientras fingía ponerle atención al profesor de química—, ¿Cuándo estás libre? —Christopher casi se carcajeo ante lo dicho por el chico— ¿Qué te es tan gracioso?

—El que creas que me quiero acostar contigo. —No conversaron más y después de media hora el timbre se escuchó y el mayor, con su mochila en su hombro abandonó la sala para dirigirse al laboratorio de química.

En el camino se encontró con Joel, agitó su mano en el aire saludándolo y este respondió al gesto con una media sonrisa, por alguna razón el moreno se veía nervioso.

Ya luego le preguntaría el porqué.

Al llegar se fue hacia su habitual asiento, dejo su mochila sobre la mesa y sacó la bata blanca que usaban por seguridad, posteriormente se la colocó junto con sus gafas acrílicas transparentes, estas se las puso porque creía que de esa manera se veía más inteligente, se sentó en el incómodo banquito que el mesón poseía y esperó a que llegase su maestro, lo cual ocurrió unos segundos después y con este entró al salón el chico odioso.

—¡Zabdiel! —exclamó una chica rubia detrás de Christopher.

Pero el chico seguía buscando asientos. El mayor miró el asiento a su lado y se maldijo.

—¡Richard! —gritó y se sintió estúpido ya que Zabdiel lo pudo localizar rápidamente— ¿Quieres sentarte a mi lado? —Se desesperó al ver la cercanía de Zabdiel a su puesto.

—Claro —contestó recogiendo sus cosas del puesto en el que se había sentado anteriormente para dirigirse al asiento al lado del pelinegro, el cual respiró con tranquilidad al ver a Richard sentado a su lado.

Zabdiel sonrió y se dirigió hacia donde se encontraba Richard anteriormente.

—Hoy resolveremos ejercicios para recordar lo anteriormente examinado —se pudieron escuchar quejas por parte de toda la clase.

Richard y Christopher conversaban en susurros mientras el maestro hablaba y cuando el moreno hizo un chiste, el mayor no pudo evitar carcajear.

—¿Le parece divertida mi clase, señor...? —Otra vez había olvidado su apellido.

—Vélez, y no señor es solo que —Estaba a punto de inventar la peor excusa del mundo—... Se me durmió el pie y toqué el piso —dijo y toda la clase se burló de su horrible excusa.

—Si, claro. Camacho cámbiese con el señor De Jesús —dijo y Christopher quiso golpear su cabeza contra el pupitre una y otra vez.

—Hola, niño bonito —dijo el chico colocando sus cosas en el puesto luego de que Richard lo abandonara, esta vez el pelinegro sí golpeó su cabeza contra el mesón del laboratorio.

Y por cuarenta y cinco minutos soportó a Zabdiel acosándolo y proponiéndole terminar lo que habían empezado, y aún quedaba una clase más antes del receso.

Y ni siquiera de sus favoritas. Matemáticas era una hora fastidiosa y sin fin. Caminó hacia el salón en el cual se impartía la clase y ya estando dentro de este se fue al último asiento dejando su mochila en el suelo. Escuchaba a todos hablando alborotados, pero había algo que escuchó claramente entre los murmullos de todos.

"¿Estudiaste para la prueba?"

En ese momento empezó a rezar para que el profesor haya tenido un accidente camino al colegio, pero no uno grave, quizá que su auto se haya apagado y se encuentre en medio de la nada sin señal.

Mientras él se imaginaba lo alegre que sería eso, el profesor entró por la puerta.

Sí, se encontraba a punto de llorar.

Zabdiel estaba a su lado desde hace cinco minutos burlándose de su situación, lo miró mal y ahora se concentró en rezar para que haya olvidado la prueba.

—Muy bien alumnos, sobre la mesa solo un lápiz, un esfero y su borrador. —dijo el profesor sacando unas hojas de su bolso.

Su día no podía empeorar más. Quizá recuerde algo de la clase anterior, se decía.

Al ver la hoja casi pudo sentir lágrimas bajar por sus mejillas, no entendía un carajo de lo que decía en la hoja. Escuchó a Zabdiel soltar una pequeña risa y el mayor lo miró como si de sus ojos fuesen a salir rayos láser para matarlo.

Luego de diez minutos de intentar hacer algo bien —sin resultado alguno—, un papel cayó sobre su escritorio.

Lo abrió y rodó los ojos al leer la primera frase.

«Te sugiero que gires este papel, niño bonito.»

Al voltear el papel empezó a escribir rápidamente sobre el documento que el profesor les había entregado. Todas las respuestas se encontraban ahí y faltando casi dos minutos para que tocara el timbre, Christopher ya había entregado su prueba, le sonrió al menor en forma de agradecimiento, a lo cual este le guiñó un ojo.

Aquel guiño le hizo preguntarse: ¿Qué precio le pondrá Zabdiel a la ayuda que le acababa de brindar?

Cien (Chrisdiel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora