CAPÍTULO IV

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Una gotera en la realidad


¿Mis sábanas siempre han sido así de suaves? ¿El aire siempre ha tenido este peculiar olor a naturaleza melancólica? ¿Desde cuándo San Juan es tan fresco?

—¿Cuándo despertará?— Una voz desconocida atraviesa la niebla del mundo onírico que todavía me retiene.

Mi primer instinto es tensarme con pánico: ‹‹¿Sigo soñando o ... Alguien ha entrado en la casa?›› Excepto que conozco esa voz.

Se escucha preocupado, con un poco de aprensión.

El cuerpo no me responde como debe, no consigo moverme, no logro abrir los ojos ni despegar los labios por más que lo intento.

—Es incierto... no hay nada fuera de lo normal en sus signos vitales—. La respuesta llega muy cerca de mí. No reconozco esta voz. Algo cálido y gentil presiona el pulso de mi muñeca izquierda—. Su cuerpo parece estar agotado, como si lo hubiese llevado al límite, y la única forma de recuperar la energía drenada es la inconsciencia. Despertará cuando éste lo considere oportuno.

—¿Y la fiebre?— Inquiere la voz que me resulta tan familiar como la mía.

El tacto cálido y gentil pasa del pulso a la frente.

—Comienza a disminuir— dice después de unos segundos—; es una buena señal. Aunque...

—¿Qué es?— Insiste la voz que conozco cuando la otra queda a mitad de frase.

—Solo estoy especulando...—. Me parece percibir una mezcla de asombro y perplejidad— La temperatura de su cuerpo es muy distinta a la nuestra.

El silencio llena el espacio por un momento que se alarga.

—¿Especulando con base en qué?— Creo percibir cautela, aunque podría estar equivocándome.

La respuesta no llega de inmediato.

—Me recuerda a alguien que conocí una vez... ¿Mencionó que la encontró en la linde del bosque?— Seguro recibió una respuesta no verbal, porque siguió hablando— Debería mandar llamar a Charles, algo me dice que tendrá más respuestas de las que nosotros hemos conseguido.

‹‹... hay más verosimilitud en los sueños que en toda una vida de realidad››.

Por alguna razón las palabras de la abuela vuelven y presionan mis músculos haciéndolos más pesados de lo que ya los siento. La inconsciencia vuelve a poner sus manos sobre mí y me hala.

***

Cuando consigo deshacerme del agarre de la inconsciencia, lo que me mantiene enfocada son dos voces femeninas. Tienen el mismo acento antiguo de las anteriores. Me limito a escucharlas, porque sigo sin controlar mi cuerpo.

—Si la señora se entera de...

—No tiene por qué enterarse. No está aquí. Además, el señor solo está haciendo lo que debe hacerse en estos casos.

—Sin embargo, ¿darle la habitación de la señorita...?

—Estás cuestionando decisiones que no te competen, Rose.

La mencionada Rose no vuelve a replicar después de ese argumento.

Enfoco la atención en el hecho de que aunque susurraban, sus voces parecían viajar por la estancia como si estuviésemos dentro de una catedral abovedada.

La curiosidad es el incentivo que necesito para salir del sopor que atenaza mis nervios.

Apenas consigo abrir los ojos vuelvo a cerrarlos con fuerza. Demasiada luminosidad. En definitiva no es mi habitación.

La extranjera en el tiempoKde žijí příběhy. Začni objevovat