CAPÍTULO XIV

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Una oportunidad para hacer develaciones... o no


Sé que la energía que me recorre el cuerpo no tiene nada que ver con nervios por formar parte de un baile de debutantes, un evento que está muy lejos de lo que estoy acostumbrada. Esta energía que me eriza los vellos y mantiene un constante temblor en mis articulaciones proviene de lo que todavía no comprendo.

Si llevo una mano al relicario, estoy segura que lo encontraré cálido, casi ardiendo, contra las flores de cerezo del vestido.

Desde que salimos de Dagger Hall ha estado entretejiéndose con mis latidos, y... extrañamente no es eso lo que me turba.

He tratado de estar más atenta a lo que me rodea, a las miradas y susurros que arrastro a mi paso desde que bajé del carruaje y entré al Salón de las Estrellas del brazo de Aarik. Pero estoy ocupada intentando descifrar la cadencia de la melodía que fluye a través de mis venas.

«¿Es una advertencia? ¿Una pista? ¿Una orden? ¿Un mensaje?»

Ahora es Gia quien está a mi lado, como la doncella eficiente y protectora que es, pero la atención hacia mi persona sigue ahí: insistente, curiosa y cautelosa. Seguro que se debe a mi apariencia o la repentina tutela del Sr. Dagger o una combinación de ambas.

De forma fugaz un pensamiento se abre paso en mi mente cada vez que atrapo a alguien mirándome o murmurando en mi dirección: «Espero que Eleanor Daft no se vea afectada por esta estúpida indiscreción».

Muy alta sociedad y todo lo que quieras, pero aman el chisme tanto como cualquier otro círculo social.

Es absurda la capacidad que tenemos para meternos en asuntos que no nos competen.

Fuimos recibidos por el duque de Lagos, Eli Daft, y su madre, la Sra. Elizabeth Daft, quien resultó ser como la imaginé: elegante, estoica —hasta el punto de la rigidez—, y con una habilidad para hacerte sentir inferior con una sola mirada de sus ojos castaños.

Por un momento fue capaz de opacar lo contenta que estaba de volver a ver a Eli. Porque, como tantas otras sensaciones inexplicables que he experimentado en este viaje, el desprecio de esa mujer se clavó hondamente en mi pecho, como si fuese un veneno capaz de paralizarme y arrancar tajos de oxígeno de mis pulmones.

Si no hubiese sido por la intervención de Eli habría terminado hecha un charco de gasa y agonía en el inmaculado suelo de la mansión Daft.

—Por favor, debe concederme el honor de un baile—dijo cuando los demás comenzaban a entrar al salón.

Aarik no se había dirigido a mí desde las confusas palabras dichas antes de salir de Dagger Hall, no obstante, era difícil olvidar que seguía a mi lado. A pesar de ello, le sonreí a Eli y le pregunté con cuál pieza esperaba tener dicho honor. De esa forma, el primer nombre fue depositado en mi carné de baile.

Un suspiro me aleja del estudio que le hacía al oscuro techo del salón: surcado de una miríada de diminutos puntos que asemejan el manto nocturno y sus constelaciones. A la luz de las lámparas de araña brillan como verdaderas estrellas, cazadas solo para esta ocasión.

Bajo el rostro hacia Gia, quien ahora sonríe, con la mirada fija en el delicado abanico de nácar que me fue entregado al cruzar la puerta de este hermoso lugar, mismo que hace la función de carné.

—Falta muy poco para llenarlo—dice al sentir mi atención. Se escucha tan entusiasmada que me hace sentir mejor de estar aquí. No consigo sentir la misma emoción. Sin embargo, cuando eleva el rostro me es imposible no devolverle la sonrisa—. Le dije que deslumbraría esta noche.

La extranjera en el tiempoWhere stories live. Discover now