CAPÍTULO VIII

34 10 89
                                    

El sueño de la duquesa 


«Fue un regalo para ella. Nadie más tiene derecho a llevarlo».

Zaria.

La hermana de Eli.

Quise preguntárselo al Sr. Carlos durante la cena —por fortuna no tuve que soportar presencias indeseables—, pero no me atreví, ni siquiera cuando comentó que Aarik había vuelto a salir, y según el capataz, se veía alterado.

Aunque pensaba que su molestia era mucho su problema, conciliar el sueño fue más difícil de lo que me gustaría admitir.

Por un lado quería entender qué lo había molestado tanto, si el hecho que fuese yo quien llevara la horquilla o que la pieza en sí estuviera fuera de la habitación que la había guardado. Por otro, estaba irracionalmente dolida por la forma en la que me miró, y su reacción en general.

¡¿Dejó sus dedos marcados en mi muñeca y yo debía sentirme mal?!

¡Maldita sea!

No.

Por la mañana, algunas de mis dudas fueron resueltas. El duque de Lagos había enviado a un mensajero apenas despuntó el alba.

Gia tuvo la amabilidad de dejarme sola en la habitación después de terminar el semi recogido que decidió hacerme. La horquilla estaba ahí, como un símbolo.


Querida Srta. Darcy;

Estoy profundamente apenado por haberla sometido a tan mal trato.

Acepte mis más sinceras disculpas. Espero sepa que no era mi intención, y nunca lo será.

Por un momento olvidé que Aarik podría verse afectado por el obsequio que le di. Sin embargo, no dude que la horquilla le pertenece, sin importar lo que haya podido decirle en su estado.

Estoy consciente que él conoció a Zaria tanto como yo, pero era mi hermana. Sé que habría estado feliz de que sus posesiones encontraran hogares que las cuidaran y apreciaran como ella lo hizo.

Cuando vi la horquilla de sakura en su cabello recordé lo mucho que Zaria aborrecía la melancolía para profundizar heridas internas. Por eso no dudé en enviarla con usted.

Habría preferido disculparme en persona, pero varios compromisos me impiden tal deseo. No obstante, estaré en Dagger Hall a la hora del té.

Esperando verla (acepte mis disculpas. Por favor);

Eli


¿Por qué debía disculparse por algo que no hizo?

No fue él quien se comportó como un bruto. No fue él quien me hizo sentir como una intrusa que vino expresamente a usurpar un lugar que jamás podrá ser suyo aunque se esfuerce con cada latido que da.

Respiro hondo, intentando reprimir la rabia y la tristeza que se ha desbordado. Esto es absurdo.

Guardo la carta en el primer cajón de la mesa de noche junto a la cama y me dejo caer en ésta, con los ojos cerrados; cuento cada inhalación y exhalación conscientemente hasta que vuelvo a quedarme dormida.

Paso el resto del día en la habitación. Sé que es una forma de darle la razón a Aarik Dagger, pero no quiero terminar haciendo un escándalo que incomode al Sr. Carlos ni que lo ponga en una posición difícil, después de todo se trata de su nieto.

La extranjera en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora