CAPÍTULO XII

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En términos de baile... no hay habilidades


—Esto no está funcionando—dejo salir entre una exhalación de frustración.

Gia y el Sr. Carlos son los únicos pasándola bien en estas absurdas lecciones de baile. Porque no son ellos quienes deben padecerlas, claro.

¿Cuántos días son ya?

Dos, que se están sintiendo como décadas.

En general soy buena como aprendiz, cuando no tengo un zumbido haciéndome vibrar hasta el alma, o cuando no estoy royendo respuestas de donde no tengo información.

No he avanzado nada en mi paupérrima investigación o quizás es que soy muy mala como investigadora. La cosa es que sigo sin saber qué significa el mensaje de la Hacedora, qué relación existe con El Horizonte, o cómo podría yo ayudar en todo esto.

Tampoco es que haya tenido mucho tiempo para indagar.

Miro del amable hombre frente a mí a la tímida chica en el sillón, detrás de éste.

Ocultar mi molestia no tiene sentido, me sale por los poros, como si fuese polvo cósmico. Un mal chiste.

—Estás avanzando—asegura el Sr. Carlos. Agradezco que mienta para hacerme sentir mejor, pero no está ayudando. Detesto no aprender rápido—: ya das los giros sin que te lo indique.

En vez de revolear los ojos, como me exige el cuerpo, inspiro hondo, hasta que los pulmones no dan más. Él no tiene la culpa. Y sin embargo...

—El baile es en tres semanas, menos...—replico con obviedad al pensar en los días restantes.

Hace dos días llegó una invitación de parte de la familia ducal: Eleanor Daft, la hermana menor de Eli, hará su debut en sociedad. Se espera que la fecha coincida con el florecimiento de los cerezos que han vuelto a renacer después de tantos años.

La carta dejó claro que no solo estaban invitados los dos hombres Dagger, sino también la joven bajo la tutela del patriarca de la familia. Idea de Eli, seguro. En el momento me emocionó mucho que pensara en mí, luego comprendí todo lo que implicaba asistir a uno de esos eventos y comencé a sentirme mal.

Dos días y lo único que he logrado ha sido recordar dar unos cuantos giros en tres piezas ¡y son veintiún piezas de baile! ¡Veintiuna!

«¿Quién necesita bailar tanto? No lo comprendo».

Es imposible que pueda recordar cada tiempo, cada paso, cada estúpido gesto; ni siquiera creo que pueda recordar mantener la cabeza en alto, mucho menos una conversación.

Como no puedo pagar mi frustración con estas personas que no han hecho más que abrirme sus brazos, intento buscar una solución.

—Podría asistir y quedarme en una esquina, solo observando.

De soslayo noto la mirada de Gia sobre mí; estoy segura que no se tragó la respuesta que le di ayer, cuando preguntó si en mi país no había asistido a ningún baile. Después de todo tengo diecinueve años. Inventé una tontería acerca de familia sobreprotectora, mezclada con cierta fobia a grupos grandes de personas.

El Sr. Carlos niega con la cabeza antes de decirme:

—Esta es la oportunidad de presentarte en sociedad. Por supuesto que organizaremos un baile propio, pero...

—¡¿Qué?!—exclamo llena de terror al comprender lo que dice.

—Darcy, pequeña, ahora formas parte de la familia, por lo que no es de extrañar que el resto del mundo lo sepa. Formalmente.

La extranjera en el tiempoWhere stories live. Discover now