𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏

24 3 0
                                    

𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 1


LAYLA


—¿Has terminado de empacar, Layla? —inquirió Juan, mi médico.

No respondí, todavía me sentía exhausta. Había sido dada de alta del hospital hoy. Mis padres estaban lidiando con los trámites para que pudiéramos alejarnos de este maldito lugar que me causaba dolores de cabeza debido a su exceso de blancura.

—¡Hola, mi niña! ¿Cómo te encuentras? —preguntó Esther, mi nana, al entrar en la habitación.

Mis hombros se encogieron, incapaces de levantar el peso de mis emociones.

Sus ojos se llenaron de tristeza. Antes de que pudiera decir algo, una enfermera entró y me solicitó que me sentara en la cama, para retirarme el suero.

—Vas a sentir un ligero pinchazo —dijo la enfermera mientras retiraba la aguja de mi mano. Luego, colocó una gasa en el área donde estaba el suero, asegurándose de que no quedara ninguna marca visible.

Una vez que terminó, abandonó la habitación.

—Muy bien, Layla, ya puedes irte. Sin embargo, es crucial que te cuides y que no vuelvas a poner en peligro tu vida. Es por eso que recomendé a tus padres que regreses a San Francisco con ellos.

Negué con la cabeza, no estaba de acuerdo con esa idea.

—Layla, es importante, tu familia te ayudará a superar la depresión que estás experimentado —insistió el doctor.

—Si no tengo otra opción para tener algo de paz, lo haré —respondí, resignada.

Él doctor asintió y salió de la habitación, dejándome con Esther.

—Verás que las cosas volverán a ser como antes —intentó reconfortarme.

—Por favor, nana, nada será igual. Deja de mentir, deja de intentar animarme. No tienes idea de cuánto odio no haber terminado con mi vida. Porque ya no tiene sentido desde... aquel maldito día.

Esther me miró con compasión, su rostro reflejando la preocupación que sentía por mí. Se acercó con ternura y me tomó la mano.

—Entiendo que estés pasando por un momento difícil, pero recuerda que tienes personas que te aman y están dispuestas a apoyarte. No estás sola en esto.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por contener la avalancha de emociones que me invadían. Esther siempre había sido mi refugió, y su voz suave me recordó cuánto significaba para mí.

—No es tan simple, nana. No sabes lo que siento, no sabes lo que ha estado pasando por mí mente. La oscuridad... es abrumadora.

Ella apretó mí mano con más fuerza, tratando de transmitir su apoyo a través de contacto físico.

—Sé que estás luchando, Layla, pero también sé que eres fuerte. A veces, pedir ayuda y permitir que los demás estén ahí para ti es lo que te hará aún más fuerte. Y aunque ahora parezca oscuro, siempre hay una luz al final del túnel.

—Nana, a veces me siento atrapada en esta pesadilla. No sé si podré superarlo.

Esther me miró con determinación y su voz adquirió un tono más firme.

—Layla, superarás esto. No estás sola. Tienes a tu familia, a mí y a otros que te aman y desean verte feliz.

Mis lágrimas inundaron mis ojos y me sumergí en un llanto incontrolable. A pesar de saber que tenía a mi familia a mi lado, me sentía incompleta desde aquel dia en que perdí lo único que me quedaba de la promesa de un beso que él me hizo.

𝐋𝐚 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐬𝐚 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨Where stories live. Discover now