𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟓

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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 5

LAYLA

Me servi un plato de cereal mientras buscaba una cuchara en los cajones. Abría y cerraba los cajones sin éxito.

«¿Donde las han puesto?», repetí una y otra vez.

—Me alegra que hayas salido de tu habitación —dice Esther al entrar a la cocina.

—¿Y las cucharas?  —pregunté, ignorando por completo lo que había dicho.

Esther fue y abrió el cajón que estaba bajo llave y sacó una cuchara de allí.

—Tus padres nos pidieron que pusiéramos bajo llave las cosas con las que te puedas lastimar.

Han pasado ya dos semanas desde que regresé, y mis padres se han vuelto más paranoicos. En mi habitación, han escondido los bolígrafos, las tijeras y cualquier objeto afilado. La sensación de ser vigilada y controlada está empezando a ser asfixiante.

Mientras tomaba mi cereal con la cuchara que Esther me había entregado, sentí un nudo en la garganta. La sobreprotección de mis padres se había vuelto casi insoportable desde mi regreso a casa después de lo que había sucedido. A pesar de que me sentía agradecida por su preocupación, también me hacía sentir atrapada.

Esther se sentó a mi lado, sostuvo un mechón rebelde y lo colocó detrás de mi oreja.

—Mi niña, ¿y si salimos un rato? —sugiere. Negué con la cabeza.

—Estas muy pálida, salgamos para que te dé un poco el sol —volví a negar. No tenía ganas de salir hoy, ni tal vez nunca. Regresar aquí solo fue porque el doctor lo recomendó y si no venía con mis padres, eso significaba seguir encerrada en la clínica y que nadie se acordara de mí.

—Esther, ¿la mamila de la niña? —preguntó mi madre al entrar a la cocina.

—Se la preparó en un minuto.

Mire a mi mamá y solté con sarcasmo:

—Buenos días, mamá. Hoy amanecí sin pensar en quitarme la vida otra vez. No te preocupes, estoy mejor que nunca.

Mi madre, que al principio no se había dado cuenta de mi presencia, finalmente habló.

—Cariño, discúlpeme, no me di cuenta de que estabas aquí —se disculpó. Rodé los ojos sabía que se había dado cuenta de mi presencia desde que entró, pero mi madre nunca se ha preocupado realmente por mí, a pesar de lo que quiera aparentar frente a los demás.

—Aquí tiene, señora —dijo Esther mientras entregaba la mamila.

Mi mamá lo tomó y salió de la cocina.

—Al menos espero que esté cuidando a esa bebé como debe ser —murmuré con un tono de amargura en mi voz mientras veía a Esther. Ella sabía lo complicada que era mi relación con mi madre, y solo pudo asentir en silencio.

— Tu mamá realmente quiere a Chloe como una hija —suelta Esther después de un silencio que se formó entre nosotras.

—Sí, lo sé. Pero, ¿cómo llegó a esta casa?

Esther parece un poco nerviosa mientras responde: —La adoptaron.

—Sí, eso me dijeron en la fiesta que hicieron cuando llegué —explico—. Pero, ¿de dónde la adoptaron?

—Mi niña, ¿por qué tantas preguntas? —dice, claramente evitando detalles.

—Por que quiero saber de dónde vino mi nueva hermana —insisto.

𝐋𝐚 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐬𝐚 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora