𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟗

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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 19

LAYLA

𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑒...

Está mañana, cuando bajé a desayunar, todos se me quedaron viendo muy sorprendidos. Había bajado más arreglada de lo habitual. Era mi primer día de trabajo en una tienda de ropa. Al siguiente día después de ir por el vestido de Vianney para su cita, fuí y pedí información sobre el trabajo. Luego me llamaron para la entrevista y ahora estába detrás del mostrador, esperando a que una pareja terminara de escoger lo que se llevaría.

—Layla, ¿me puedes ayudar con unas cajas en el almacén? —preguntó mi jefa, acercándose a mí.

—¡Por supuesto!

Seguí a mí jefa al almacén y me mostró las cajas que necesitaba mover. Empecé a cargarlas y a llevarlas al lugar que mí jefa me indicaba. Mientras trabajaba, traté de memorizar los nombres de las diferentes marcas y estilos de ropa que vendíamos. Quería ser una empleada ejemplar y aprender todo lo que pudiera.

Después de unos minutos, terminé de mover la cajas y regresé al mostrador. La pareja que estaba allí antes ya se había ido y ahora había una mujer mayor mirando algunos vestidos.

—¡Hola! ¿En qué puedo ayudarla? —pregunté, con una sonrisa.

—Estoy buscando un vestido para la boda de mi nieta. Algo elegante pero no demasiado llamativo —dijo la mujer, examinando las prendas.

—¡Claro! Tenemos una gran selección de vestidos para ocasiones especiales. ¿Le gustaría que le muestre algunos? —pregunté, tratando de ser lo más servicila posible.

Cuando encontramos el vestido perfecto para ella, lo pagó y se fue. Así transcurrió la mayor parte de mi día, atendiendo el mostrador o buscar cosas en el almacén, hasta que llegó la hora de mi descanso.

Estaba esperando en mi mesa a que llegara mi comida; me había pedido una hamburguesa con papas fritas. Solo tenía 45 minutos para comer, así que lo tenía que hacer rápido. Entonces, escuché la voz más estridente y absurda que había oído en toda mi vida.

—Layla —me volteé para ver quién era, aunque ya tenía una idea.

Y allí estaba Janet, de pie, sosteniendo varias bolsas y sonriéndome de manera falsa.

Sin saludarla a ella, agradecí que mi comida hubiera llegado. Janet, por otro lado, se sentó en la silla que estaba libre frente a mí.

—Demasiada grasa, si me lo preguntas —comentó cuando di una mordida a mi hamburguesa. No sabía por qué seguía aquí o qué estaba buscado, pero quería que se fuera. Su mirada fija en mí resultaba cada vez más incómoda.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunté irritada al verla tomar una papa de mi bandeja.

—Solo estaba caminado por aquí, te vi sola y vine a hacerte compañia.

—¿Y qué te hace pensar que estaba interesada en que alguien me hiciera compañia? ¿Qué te parece si dejamos esta farsa? No nos toleramos, así que ¿por qué tártarnos como amigas cuando ni siquiera lo somos?

—Tienes razón. Pero solo lo hago porque Osiel me lo pidió.

«¿Qué? No lo puedo creer»

𝐋𝐚 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐬𝐚 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨Where stories live. Discover now