𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟓

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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 15

OSIEL

𝐻𝑎𝑐𝑒 𝑢𝑛 𝑎𝑛̃𝑜...

Estaba cansado, agotado, me rendía. Esta niña era un torbellino, una locura. No sabía que cuidarla sería tan agotador. Y tan sólo había pasado una semana.

Perdí la cuenta de la veces que le dije que no quería a su gata en la sala, ni en ningún otro lado que no fuera su habitación; siempre me lleva la contraria. También le había dicho que si teníamos que vivir juntos por un mes, tenía que aprender a ser ordenada, pero deja sus cosas donde quiera y siempre soy yo el que tiene que recoger todo. No sé si lo hace a propósito o de verdad es tan desordenada.

Hoy no tenía que ir a la empresa ni a la Universidad, así que aproveché para limpiar mi departamento antes de que llegara la torbellino de la preparatoria. Empecé por llevar a su gata a su habitación. Luego comencé por la cocina y después por la sala. Lo único que no limpié fue su habitación, lo hice por privacidad.

Estaba terminando de limpiar la mesa junto a la televisión cuando escuché el timbre de mi departamento. Abrí la puerta y me llevé la grata sorpresa de la visita de mi madre, me hizo a un lado y pasó.

—Supe que era tu día libre y que no irías a la universidad —se quitó el abrigo que llevaba puesto—. Aproveché y les traje comida.

—No era necesario, mamá —sostuve su abrigo y lo colgué en el pechero que estaba junto a la puerta principal.

—Claro que era necesario. Layla no sobrevivirá con pizza ni comida rápida todo el mes —dijo mi madre mientras sacaba varios recipientes de comida de una gran bolsa. Que por supuesto ella no hizo, pero les pidió a las personas que le ayudan en casa para ponerlos en el refrigerador.

—¿Y dónde está ella?

—En la preparatoria,

Mi madre asintió, después de terminar de meter todo en el refrigerador se fue y se sentó en el sofá. Pasó el dedo por la mesa y después hizo un gesto de disgusto por lo sucia que estaba aún.

—Perfecto, así podré hablar contigo —dijo seria—. No entiendo cómo Tessa y Albert te pidieron cuidar de Layla. A duras penas puedes cuidarte tú solo, hijo.

No sabía a dónde quería llegar con todo esto, pero me molestó que lo dijera.

—Ellos no me lo pidieron, yo me ofrecí a cuidarla.

Era verdad, aunque le había dicho a Layla que no lo hacía por ella.

—Bueno, eso hacen los hermanos, ¿no es así? Aunque Layla no lo sea, la ves como si lo fuera, cariño y eso está muy bien —dijo mi madre con una sonrisa.

—Sí, madre. Layla es como mi hermana.

Mi madre se levantó y me miro fijamente.

—Pero creo que es mejor que se vaya con tu padre y conmigo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Cariño, no nos hagamos tontos, ¿quieres?

—¿A qué te refieres?

𝐋𝐚 𝐏𝐫𝐨𝐦𝐞𝐬𝐚 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐬𝐨Where stories live. Discover now