Capítulo 1: Pad Thai

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N/A: 

Algunos términos que utilizaré a lo largo de la historia son transliteraciones del tailandés o palabras/frases en inglés. Les colocaré las traducciones al final de los capítulos como notas al pie.

Ahora sí, al capítulo 🤩

W.

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Gulf

Gulf solía pensar que no había nada que una buena comida no arreglara. No recordaba en qué momento las betas, que cuidaban de él en el orfanato, le permitieron ingresar a la cocina para mostrarle la magia de preparar alimentos. Pero ese fue un viaje sin retorno para el cachorro: El descubrimiento de su misión.

Entonces, ¿Por qué estaba siendo arrestado por hacer lo que más le gustaba en el mundo?

—¡¡¡Suéltenme hijos de la gran perra!!!—bramaba el chico mientras forcejeaba con los policías.

Ellos, alfas, no tenían que ejercer mucha fuerza para llevárselo; después de todo era solo un simple, pobre y mal nutrido omega.

—¡¿Te quieres ir a la correccional?!—gritó uno de los policías.

Gulf resopló: —¡Hazlo! ¡Llévame! ¡No le tengo miedo a esa mierda!

Y con una patada en las costillas el chico cayó de rodillas sobre el asfalto. Cuando sus extremidades tocaron el suelo no pudo evitar soltar un chillido de dolor, algo de lo que sus acompañantes se burlaron sin dudar. Gulf solo podía quejarse: Dolía muchísimo. Mientras intentaba no ahogarse, respirando hondo, veía cómo los fideos, los camarones y los maníes decoraban la carretera.

Era su Pad Thai. Su precioso y delicioso Pad Thai.

Si bien el dolor físico era algo que podía soportar, que humillaran y pisotearan sus alimentos era intolerable para el omega. Las betas le habían enseñado que no había nada más sagrado -y escaso- que la comida, que debía honrarla antes, durante y después de la preparación.

¿Por qué el mundo era tan cruel para no valorar aquello?

Podrían golpearlo tres mil veces si era necesario, pero si no desperdiciaban los platillos que había preparado él sería feliz.

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar a aquello, unos zapatos entraron a su campo de visión. Gulf no sabía nada de moda pero desde lejos podía notar la finura del calzado. Brillaban bajo el ardiente sol de la capital, algo que en su villa, Watthana, no pasaba a menudo. Allá los frondosos árboles cubrían las asfaltadas carreteras, haciendo que su clima fuera envidiado por todos los territorios del país.

Recordar a Watthana le hacía sonreír. Y casi el recordar a su villa natal le hizo olvidar la manera tan fuerte en que los zapatos del extraño pisoteaban su comida.

Casi.

Era como si aquella persona lo hiciera adrede. Parecía inspeccionar el lugar con cada una de sus pisadas, deteniéndose bajo el crujido de los maníes y el extirpar de los camarones. Con cada ruido que hacía, algo dentro de Gulf se iba quebrando.

Detestable, pensó el chico.

Pero al alzar su vista del suelo se topó con el dueño del calzado y jadeó. Era un alfa, sin lugar a dudas. Uno alto, fornido, con cabello corto pero peinado a la moda. Su olor estaba camuflado y eso era una novedad para el chico, pues en su villa los alfas se jactaban de sus feromonas orgullosos, mostrando su superioridad y peligrosidad a través de aquel aroma.

La Nocturna | MewGulfWhere stories live. Discover now