Capítulo 7: Boumedlarg

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Gulf

—Hola.

—Hola, profesor.

Aquello se había convertido en una rutina para ambos chicos en la entrada de la escuela. Gulf se sorprendió la primera vez que escuchó a Mew saludar e incluso llegó a pensar que no se dirigía a él, pero con el pasar de los días se fue acostumbrando a tener esa cortesía antes de ingresar al salón.

En las clases la dinámica no había cambiado mucho, pues el omega seguía teniendo sus opiniones fuertes y Mew continuaba alimentando el debate, aunque Gulf trataba de hacerlo con un tono menos amargo y sarcástico. Aún así, algo dentro de él seguía gritándole que fuera precavido. No solo porque era su profesor y alfa sino porque él representaba todo lo que pensaba como negativo en la sociedad.

Alguien como él no podía ser su amigo o algo más.

—¡Agh!

Sobresaltado, Gulf se dio cuenta tarde que había tocado su caliente wok sin protección.

Soplando un poco de aire fresco en la mano afectada, vio de reojo como su amigo se acercaba a revisar qué sucedía.

—¡¿Te quemaste?!

—No fue nada—dijo mientras agitaba su mano al aire.

Sin darse cuenta, Mile tomó sus dos brazos y colocó las palmas de las manos frente a sí, casi como inspeccionando. Eso le había dolido al omega quien rodaba los ojos, no era la primera vez que su amigo alfa no sabía medir su fuerza ante la delicadeza de alguien de su subgénero. Era por ello que Gulf estaba convencido de que no habría ningún omega en el mundo capaz de someterse a la rudeza del chico, por muy atento que fuera.

El soplido del alfa lo sacó de sus pensamientos. Allí sopló más fuerte logrando cubrir ambas, mientras su entrecejo se encontraba fruncido.

—No es nada, solo es la sensación—dijo Gulf. Su cabeza dolía y su mano empezaba a arder un poco más de lo normal. —Y yo puedo hacerlo solo.

Mile encaró una ceja.

—No puedo permitir que la persona que me alimenta se quede sin su instrumento principal—replicó, y siguió soplando.

Tras unos minutos, algo en la expresión del alfa cambió. Ya no había rastro de preocupación, su entrecejo estaba relajado y en su sonrisa se encontraba la más pícara de todas.

—Gulf—canturreó.

—¿Si?

—Tú cocinas desde antes de que aprendieras a caminar. ¿Cómo pudiste cometer un error tan estúpido?

Los músculos de su cuello se tensaron y sus pies querían plantarse en ese mismo lugar. Él también quería saberlo. Él también necesitaba entender por qué parecía estar en las nubes y cometía ese tipo de errores, porque quemarse con su wok había sido solo la punta del iceberg. Días atrás se había equivocado con varios pedidos, no había cortado el pollo en trocitos, algunos camarones se fueron con la piel y había mezclado las verduras incorrectas.

Era como si estuviera absorto en algo.

O en alguien, pensó.

Sacudió su cabeza tratando de deshacerse de ese pensamiento, sabiendo que su amigo no lo dejaría pasar. Tenía razón: Mile soltó una risita burlona por lo bajo.

—No me lo digas, pero buena suerte con eso.

Superado el ardor, Mile le aseguró que él le compraría la medicina. Salió pitado del lugar en su moto mientras Gulf empezaba a recibir a los comensales que arribaban a su puesto de Pad Thai, y vio como su amigo volvía con la misma rapidez. Allí, encima de su moto, el alfa le entregaba la crema que le habían recomendado en la farmacia.

La Nocturna | MewGulfWhere stories live. Discover now