Capítulo 6: Subgénero

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Gulf, seis horas antes

Sentía que lo odiaba.

Cada vez que Gulf lo veía a los ojos no podía evitar recordar lo hijo de puta que había sido en Bangkok, y detestaba saber que se contenía en expresar lo que sentía con respecto a Watthana. No entendía la manera en que alguien podía guardar la compostura y fingir tan bien, y se preguntó por cuánto tiempo más lo haría. Cuántos meses aguantaría siendo tan hipócrita.

—¡Es tan guapo!—exclamó una chica sentada en una de sus mesitas.

—Ese sí es un alfa—Le siguió su compañera.

—¡Diosa Luna! Mira que guapo se ve en esta—replicaba otra mientras reían mirando su teléfono.

Gulf movió su wok con fuerza ocasionando una llamarada que alertó a todos sus comensales. Por supuesto no le tomó importancia a los cuchicheos. En cambio resopló mientras se hacía una idea de quién era la persona sobre la cuál hablaban.

Su profesor había empezado a ser popular en Watthana y aquello no le sorprendía en lo absoluto, mucho menos teniendo en cuenta que la primera vez que lo vio también le pareció un alfa agradable a la vista. Si tan solo no tuviera esa personalidad, pensó. Pero aquello no importaba. No había forma de que aquel señor honorable pensara que alguien de su villa era digno de estar con él.

De solo pensar en su condescendiente mirada rechazando a las omegas que se le acercaran le hizo reír por lo bajo. Tomó los fideos de arroz y los vertió con fuerza en el fuego para cocinarlo con rapidez mientras continuaba divirtiéndose con su pequeña broma privada.

—¿De qué te ríes?—Ese era Mile quien había llegado hace unos segundos a su carrito de Pad Thais.

Gulf sacudió la cabeza sin levantarla de su wok: —De nada.

—¿Nuestro Gulfie se habrá enamorado?—La voz de Mai completaba el trío. El omega sonrió para luego mostrarle su lengua.

—De la cocina—replicó Gulf.

—En ese caso, dos órdenes de Pad Thai ultra especial con camarón, señor Kanawut.

—Enseguida.

Más tarde, cuando ya era hora de cerrar la venta de su carrito de Pad Thai y Gulf contaba el dinero que había generado aquel día, los tres chicos se sentaron a descansar en las pequeñas sillas de su negocio bajo el cielo watthanense, todo mientras veían la puesta de sol en la plaza principal de la villa.

El cielo mostraba un color rosa-anaranjado que decoraba las adoquinadas calles del centro de Watthana, el único sitio que contaba con un pavimento decente. Algunas palomas empezaban a revolotear alrededor de la fuente, ubicada en el centro de la plazoleta, mientras la contagiosa risa de los cachorros se colaba en sus oídos.

Era un día normal en la villa y el omega no lo cambiaría por nada.

—Cinco mil, seis mil...¡Siete mil!—exclamó dejando el último billete en la pila que había acumulado. —Parece que este mes podré cambiar las sábanas.

Mile alzó sus brazos al aire a manera de celebración. En su boca todavía colgaba una bolsa plástica que contenía un líquido de color rosado sabor a fresa.

—¿Qué hay con las sábanas?—Mai ladeó su cabeza.

—Mi celo—dijo Gulf encogiéndose de hombros.

Los ojos de Mai brillaron en reconocimiento.

—¿Cuándo llegará?

—Si seguimos mi cuenta, en un par de semanas. Aunque ya sabes como es mi cuerpo, puede desaparecer y volver cuando le pegue la gana—dijo Gulf por lo bajo. —Pero omega precavido vale por dos.

La Nocturna | MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora