Capítulo 10: Duda

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Gulf

La vida era irónica con él.

Desde aquella mañana en que había sido dejado con sus labios temblorosos, el corazón a mil y miles de preguntas en su cabeza, todo le estaba recordando a un alfa en particular. Ese día sentía que la cantidad de chiles, que no sabía cómo almacenar en su pequeña casa, se mofaban de él.

Rió sin gracia. No habría forma de que varios de esos chiles no se dañaran, así que decidió compartir algunos kilos con sus compañeros de venta. Pero la lluvia arruinó tanto los planes de sacar sus carritos a la plaza, que no le quedó de otra que hacerlos polvo.

Ironía. Así se sentía: Hecho polvo.

La lluvia también había hecho que las clases se cancelaran por una semana. El invierno en Watthana era más pesado que en la capital, aunque hacía mucho tiempo que no presenciaban cómo el cielo se abría paso de manera salvaje. Pero, a comparación de otras temporadas, Gulf sentía que el agua había llegado a consolarlo.

No había un día en que no pensara en lo que había sucedido con Mew. Con su profesor. La manera en que sus labios habían chocado, la conexión que había sentido en ese momento, hacía que su cuerpo entero se contrajera. A veces se encontraba a sí mismo tocando sus labios, buscando la misma sensación que había sentido. Buscando el calor que el alfa le había dado en ese breve instante.

Pero, por supuesto, era un recuerdo amargo. El alfa lo había dejado allí. Le había pedido perdón, como si besarlo constituyera el más grave de los errores. Aquello le enojaba y dolía en partes iguales al omega. Su mente estaba confundida sobre cuál de las dos emociones debía sentir.

Por eso, cuando el sol volvió a ser el rey en Watthana, decidió salir y confrontarlo. No sabía muy bien qué decir, ni tampoco qué esperar. Nunca se había sentido menos él mismo que en ese instante. Pero sus piernas no escuchaban las alarmas que estaban prendidas, que le indicaban no hacer algo de lo que se podría arrepentir.

Él siguió.

Para su sorpresa, el alfa se encontraba cerrando su casa. El omega se plantó frente a él y se mantuvo en silencio, esperando que diera la vuelta. Al toparse con su mirada, Gulf tragó en seco ante la mirada de confusión que su profesor tenía. En ella había un tinte de remordimiento y algo más que no lograba entender aún.

Pero ya no había tiempo para interpretaciones: Ya estaba frente a la persona que quería estar y necesitaba respuestas.

—P'Mew—saludó.

Mew devolvió el saludo con un asentimiento, desviando su mirada de nuevo.

—Yo me dirigía a tu casa—dijo. —Quería hablar contigo.

El corazón del omega empezó a bombear con fuerza mientras sentía desfallecer. Aquellas palabras habían calado en su interior, haciendo que las mismas alarmas que estaban encendidas —y que querían impedir que Gulf buscara al alfa, se encendieran nuevamente para emprender una huida.

Tuvo que poner empeño en permanecer de pie y con el rostro impasible mientras esperaba que el alfa hablara nuevamente.

—Estuve investigando y en Canadá existe un laboratorio privado que está experimentando con una nueva medicina que es más efectiva para los omegas con tu enfermedad.

Gulf apretó los puños. En otras circunstancias, las palabras que salían de la boca del alfa le harían saltar en un solo pie. No era el caso en aquel momento, pues sentía que la vida volvía a reírse en su cara. Mew continuaba su retahíla concentrado mientras su mirada se desviaba enfocándose en todos los detalles a su alrededor. Todos menos los ojos del chico.

La Nocturna | MewGulfWhere stories live. Discover now