Capítulo 25

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La tarde avanza de manera lenta sobre nosotros, la tranquilidad hace que mis ojos se cierren, pero hago fuerza para mantenerlos abiertos mientras continuó mirando la televisión. El programa de trivias continúa reproduciéndose. Neil había notado cómo Andrew entrecerraba los ojos, pensando las preguntas que sonaban de los labios del conductor, el pelirrojo podía apostar que conocía la mayoría.

-Si estás cansado, ve arriba- comentó el portero, aún con la vista al frente.

-Estoy bien aquí- levantó los brazos por encima de su cabeza, estirando y aliviando su adolorida espalda por estar tanto tiempo sentado.

Andrew puso los ojos en blanco y apagó el televisor. Se levantó del sillón y comenzó a caminar hacia las escaleras. En el primer escalón, se volvió y lo observó. Segundos después, Neil lo siguió hasta la habitación.

Al llegar, un Andrew ya descalzo se subió a la cama y se arrastró hasta colocarse contra la pared. El pelirrojo, que seguía aún en el marco, cerró la puerta tras de él y lo siguió, solo que mirando hacia la pared. Quedaron frente a frente, se observaron por unos segundos y finalmente el rubio decidió que era suficiente y así, se metió bajo las sábanas. Neil hizo lo mismo e intentó dormir.

.

Cuando volvió a abrir los ojos, se percató que durmió sin sueños. Observó por la ventana el sol que descendía a media tarde. Los rayos de sol casi naranja llenaban la habitación. Sin moverse, observó el cuarto que compartía con el hombre a su lado. Ni las paredes, ni los objetos a simple vista indicaban que era un espacio personal, pero podía sentir en las almohadas el olor al shampoo barato que compartían, en los pares de zapatillas cerca de la puerta que indicaba que era su habitación. Observó el mueble en el que había guardado anteriormente su ropa.

-¿Qué crees que haces?- dijo el rubio desde el marco de la ventana, se encontraba con un cigarrillo en las manos, el humo salía de sus labios mientras hablaba.

-Despejo este cajón- comenté con tranquilidad. Retiré los pantalones que se encontraban dentro, ya demasiado viejos para que el rubio los use, en una bolsa para guardarlos en otra parte. Luego, comencé a guardar varias prendas para emergencias y ropa holgada extra para usar de pijama.

-No me acuerdo de haberte dado permiso para hacer eso- comenta, aún en su lugar en la ventana. Pongo los ojos en blanco.

-Sabes...-digo cerrando el cajón y yendo hacia él, abre sus piernas mientras me acerco y me posiciono entre ellas- aunque sé que te gusta verme con tus remeras puesta, no puedo no tener ropa extra.

-En ese cajón había cosas mías- su rostro sigue imperturbable, suelta humo en mi rostro y como represalia le robo el cigarrillo.

-Tú lo has dicho, había. Además tienes todo el mueble para toda tu ropa, solo necesito un cajón.

-Sigues siendo un fugitivo, nadie puede vivir con un espacio tan pequeño.

-Hay algunas cosas que no se pierden- me llevo el cigarrillo a los labios para reavivar la llama- Además, sabes que todo lo mío se encuentra en la Fox Tower. No me iré a ninguna parte.

-Nadie te preguntó.

-Solo digo la verdad. Mi ropa queda en ese cajón, no te confundas o podría verte con mi ropa puesta- le guiño un ojo.

-Eres imposible.

-Aunque te quedaría algo ajustado, no me molestaría ver un poco de piel- logro sacarle un gruñido y me río antes de darle un casto beso en los labios.

Regreso del recuerdo con una pequeña inhalación, mi cuerpo rígido por la sorpresa. Tomo pequeñas respiraciones y observo al rubio, aún dormido a mi lado. Su mano, en puño, se encuentra relajada, igual que su ceño. La tensión que suele cubrir en su cuerpo no está y me percato que es la primera vez que compartimos una cama desde el accidente. Pienso en el recuerdo y en lo relajado que estábamos, en lo tranquilo que me sentía a su alrededor. Nuestra relación avanzó hasta el punto de darle un beso sin siquiera preguntar, mi cercanía no producía ningún dolor o pesadilla en el rubio. Éramos... algo. Algo que ansío y desespero. Cierro los ojos con fuerza y unos segundos después, vuelvo a observar al rubio a mi lado. Sus ojos me observan con somnolencia, intento mantener mi respiración tranquila y concentrarme en sus ojos. El sol de la tarde hace que sus ojos brillen, el casi dorado de ellos me atrapa y no quiero irme nunca de este momento. Una presión en el pecho me llena, aquello que he sentido a lo largo de las distintas semanas que hemos compartido.

Instante - AndreilWhere stories live. Discover now