La Última Bathory© [En Edición ]

Capítulo 1: El príncipe de Valaquia

Transilvania, 1446

Todavía podía sentir la briza cayendo sobre su piel cuando salió corriendo a escondidas por la puerta de servicio, las nubes sobre su cabeza cubrían el cielo gris, pero no le importaba llenar de lodo la falda de su vestido con tal de no pasar otro segundo dentro de las sofocantes paredes que conformaban la residencia. La familia de Catalina no se parecía en nada a otras familias nobles, sus padres tenían un concepto del amor erróneo que lo convirtió en algo retorcido y lo que para ellos era cariño, para cualquier otro ser humano era un comportamiento atroz, habiendo nacido en el núcleo de una familia como esa, nadie hubiese imaginado que la hija del Capitán General de Oradea, uno de los hombres más mortíferos de todos los tiempos fuese la flor delicada que era, a veces fantaseaba con la idea de que su padre la había robado durante una de sus expediciones y fuera de los muros del castillo que llamaba su hogar existían unos padres amorosos y normales que buscaban a su hija perdida. Sus fantasías era lo único que tenía para aferrarse en los días malos, que eran casi todos desde que había dejado de ser una niña cuando tuvo su primer sangrado y su madre le dijo que era hora de dejar su infancia atrás para comenzar a ser una mujer, Catalina sabía que ser un adulto venía con una responsabilidad muy grande, no solo con el título noble si no con algo más oscuro, más horrible, más tenebroso.

Mientras corría por el sendero hasta los jardines, no podía sacarse la cabeza que era momento de hacer algo respecto a su familia, no podía seguir siendo participe de las actividades nocturnas del castillo y seguir haciéndose de la vista gorda. En el fondo sabía que no importaba cuan arrepentida estuviera de sus actos, los seguía repitiendo una y otra vez, pues no tenía control alguno.

Estaba condenada, maldita para toda la eternidad.

No había peor castigo sobre la tierra que ser una hija de Bathory y no ser capaz de actuar de la misma forma que ellos, todo sería más fácil si no tuviera conciencia alguna, pero dentro de ella sabía lo malvado que era todo lo que rodeaba el apellido. El roció fresco sobre su rostro la hizo despejar sus pensamientos, luego de que el aire frio la envolviera y la hiciera tiritar Catalina regreso una vez más a la mansión, se escabullo por la puerta del servicio y subió de forma sigilosa a su habitación donde su sirvienta personal ya la esperaba con un baño caliente listo, sin decir una sola palabra la mujer la ayudo a soltar los hilos apretados del corsé de su vestido, una vez que se deshizo de toda la ropa entro en la tina y se hundió con un suspiro en el agua caliente.

"Si tan solo pudiese quedarse bajo el agua para siempre" Pensó con tristeza. "Era el único momento pacifico en su día a día donde no tenia que fingir que estaba bien con la vida que llevaba". 

Cuando sus pulmones exigieron una bocanada de aire con decepción emergió del agua, estaba maldita para toda la eternidad pero su cuerpo todavía tenia funciones vitales básicas, tenia que comer, dormir y respirar ya que de no hacerlo despertaría la maldición y esta tomaría control de ella.  Cerro los ojos mientras la mujer le lavaba el cabello, la froto con jabones perfumados y lociones para el cuerpo, pues esa noche tendría que acompañar a sus padres a un baile importante y no podía aparecer oliendo como una salvaje, por un momento se relajó en la bañera mientras la mujer hacia su trabajo hasta que de pronto dejo de sentir sus manos.

El cuerpo de la sirvienta fue arrojado contra la bañera salpicando todo y haciendo que el agua se desbordara, Catalina miro perpleja mientras la mujer la miraba horrorizada, por un momento se sostuvo el cuello intentando detener la hemorragia que pintaba el agua de rojo, en cuestión de minutos la mujer dejo de intentar salir del agua y perdió el conocimiento para finalmente morir frente a ella.

— ¿Qué has hecho? —Le pregunto con indignación a la persona parada en la esquina de la habitación, — ¿Tienes idea de lo difícil que es encontrar personas leales hoy en día?