Capítulo 3: El chico de la estación de tren

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Madeline tenía entumecidas las piernas cuando se bajó del avión en la ciudad de Bucarest la capital de Rumania, siempre que viajaba a las ciudades de Europa se sentía transportada en el tiempo, comparado con los enormes rascacielos de Nueva York los viejos edificios de Rumania la hacían sentirse en un cuento, le gustaba pensar en la cantidad de historias que guardaban las paredes de ese lugar e imaginar un sinfín de escenarios, trágicos romances, crímenes y aventuras. Madie era una artista en toda regla y su gran imaginación era su maldición, así como podía componer la música más hermosa y adornarla con palabras, también era una romántica empedernida que anhelaba encontrar su propia historia de romance, una que fuera inmortalizada, que inspirara a los mejores artistas a crear películas, pinturas, libros y canciones,  anhelaba un amor que fuera sincero y puro, del tipo que te lleva a la locura como les había sucedido a sus padres.

Le fue difícil arrastrar sus enormes maletas de equipaje a través de la ciudad, Adrien le había reservado una habitación en un hotel decente en el centro por una noche para que descansara de todas esas horas de vuelo y su viaje en tren a la siguiente ciudad no fuera una tortura, por supuesto que con el jet lag le fue imposible pegar un ojo en toda la noche, pero al menos había tomado un baño caliente y se había recostado en una cómoda cama. Por la mañana cuando abandono la habitación el personal del hotel le ayudo a llevar todo el equipaje hasta el coche que la llevaría a la estación del tren, donde viajaría siete horas hasta la ciudad de Toplita.

En el tren se sentó junto a una de las ventanas y mientras admiraba el hermoso paisaje hecho a volar su imaginación para entretenerse, inmediatamente Harry Potter le vino a la mente y se encontró así misma imaginando que viajaba a Howarts y no a la pequeña cabaña de su tía en el bosque. Por un momento se sintió ridícula pensando esas cosas, con todo el caos durante los últimos días había estado deseado convertirse en un adulto, pero la verdad era que aún era muy joven y no estaba lista para ponerse al frente de la compañía de su familia, en el fondo sabía que solo era cuestión de tiempo para que los buitres trataran de quitársela de las manos, pero con la muerte tan reciente de sus padres los socios inversionistas estaban esperando el momento apropiado para que la prensa quitara sus ojos de ella y apuñalarla por la espalda. Adrien tenía razón, no debía estresarse pensando en ello, por ahora su equipo de abogados monitorearía cada movimiento del nuevo director interino, junto con su contador le informarían de todo. Por otro lado, estaba el hecho de que su tutor legal tendría acceso a todo el dinero y si la tía Kristin quería vaciar sus cuentas, no habría forma de impedírselo, temía que el odio que guardaba hacia su madre acabara con cualquier relación entre ambas y le ponía muy triste la idea de que ella también la rechazara.

Su estomago gruño sacándola de sus pensamientos, de inmediato se dirigió al vagón donde estaba el pequeño restaurante, pidió un plato típico de la región sin muchas expectativas, pero una vez que la comida toco su paladar se maravilló con los sabores que explotaron en sus papilas gustativas, durante el postre ordeno una dona frita con mermelada y cuando se la termino, el aburrimiento la golpeo. En otro momento ya habría revisado sus redes sociales, pero sabía que hacerlo sería un error, no necesitaba leer todos los comentarios hirientes ni los mensajes de compasión, se suponía que este viaje sería un respiro de todo el drama que la rodeaba.

Cuando regreso a su camarote se sorprendió un poco de encontrar a un chico sentado junto a la ventana leyendo un libro, Madeline miro una vez mas el numero de camarote para cerciorarse de que no se había equivocado y cuando comprobó que no era el caso, miro al desconocido con frustración. 

"Solo eso faltaba" Pensó con enojo.

La lujosa compañía del tren había cometido un error y le habían asignado su camarote a otra persona, mientras Madie pensaba en como pedirle que se fuera, el chico quien estaba inmerso en su lectura cerro su libro y la miro divertido. 

La Última Bathory© [En Edición ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora