❈ 34

1.3K 211 41
                                    

Roma se apiadó de mí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Roma se apiadó de mí. Después de asegurarse de que comía en condiciones, tras días mal nutriéndome por órdenes de Fatou, había empleado su poder conmigo para brindarme una noche de descanso absoluto. Me entregué gustosamente a la oscuridad que me rodeó tras recibir la promesa por parte de la nigromante de vigilar mi sueño, de impedir que Fatou pudiera intentar venir a por mí de nuevo.

Sin embargo, la magia de Roma empezó a perder efecto, arrastrándome de regreso a la realidad. Pestañeé y, por unos angustiosos segundos, mi pulso trastabilló al no reconocer mi entorno; el murmullo de dos voces hizo que me quedara paralizada, con la vista clavada en la pared de piedra que había frente a mí. Me forcé a recordar, a salir de aquel estupor y al miedo que parecía aferrarse a mis huesos: estaba en los aposentos de Roma; la nigromante había viajado desde la capital para cumplir los deseos del Emperador, quien me quería de regreso. Ella me sacó de aquella celda, enfrentándose a Fatou sin ceder un ápice; ella me condujo hasta allí, depositándome sobre su cama y prometiéndome sueños sin pesadillas.

Me quedé congelada bajo la manta que cubría mi cuerpo. El sonido de las voces se reanudó, obligándome a agudizar mi oído; una de ellas no me costó reconocerla, pues pertenecía a la propia nigromante. La segunda, sin embargo...

—No quiero que cambie un infierno por otro.

Mi estómago dio un vuelco al creer que se trataba de Darshan. No había vuelto a verle desde la ejecución, después de que Fatou ordenara a sus secuaces que me redujeran para sacarme de aquel patio mientras el caos continuaba extendiéndose y mi magia era apagada. El eco de sus palabras me había acompañado aquellos días en la celda, intercalándose con imágenes del nigromante defendiéndose a duras penas de los cuerpos. De los retornados, como así habían comenzado a referirse a ellos.

Supuse que habría aprovechado la oportunidad de saber que Roma estaba allí para poder verla. Quizá le suplicara que le ayudara a salir de la prisión.

Quizá le hubiera agradecido el inestimable favor que estaba haciéndole al apartarme de su lado, liberándole de la carga que le suponía.

Sus palabras todavía escocían en mi interior como una herida abierta. El odio que su comportamiento y los gestos habían conseguido enterrar en mi interior había resurgido con rabia. Su simple presencia en aquella habitación, a unos metros de distancia, parecía invitarme a abalanzarme sobre él para poder dar rienda suelta a mis deseos de verle sangrar. De verle sufrir.

—Ella estará lejos de las garras de Fatou —le aseguró Roma a media voz—. Y le he prometido a Galene que la protegería.

—Si alguien descubre lo que es capaz de hacer... —murmuró Darshan y descarté automáticamente la idea de que pudiera haber sonado preocupado. Fingí removerme bajo las mantas y me coloqué mejor sobre el colchón para poder observar sus siluetas recortadas por las pocas velas que iluminaban la estancia.

—Estará muerto antes de que decida hablar —le prometió la nigromante con una fiereza que me hizo entender por qué muchos parecían temerla.

Por unos segundos creí percibir la mirada de Darshan sobre mí.

LA NIGROMANTE | EL IMPERIO ❈ 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora