♡Capitulo 3♡

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Capítulo 3
 
Diamante bufó como una serpiente cuando la l€ngü@ de Serena trazó la gruesa vena debajo de su p0ll@, todo el recorrido desde la raíz hasta la sensible punta. Un lengü€teo húmedo sobre la tumescente cabeza y él se estremeció bajo ella.
— Jesús, Serena. —
Serena se deslizó más abajo por la cama hasta que quedó a gatas sobre la parte inferior del cuerpo de él. Diamante levantó la cabeza, abrió los ojos, luego los cerró otra vez y se derrumbó en la almohada.
— No puedo mirar. Estoy realmente en el filo, al límite. —
Serena bajó la cabeza y primero l@mi0 y luego se metió un poco la p0ll@ en la boca, antes de repetir la acción un poco más profundo cada vez. Le gustaba sentir la aterciopelada piel contra su l€ngü@, le gustaba el modo en que podía usar sus labios para hacerlo contraerse y luego distenderse. Diamante tenía una p0ll@ larga, gruesa. Cabía dentro de ella perfectamente, pero Serena no estaba segura de cuánto podría meterse en la boca. Rodeó la base con su mano y exprimió al mismo tiempo mientras ponía sus labios sobre la cabeza y chüp@ba.
Las c@d€r@s de Diamante se levantaron de la cama y él rodeó su cabeza con las manos.
— Ah j0d€r, j0d€r, j0d€r. —
Mientras chüp@ba la punta, Serena bombeó la parte inferior con su puño y un pequeño chorro de pre—s€m€n golpeó el interior de su mejilla. Sintió el sabor fuerte, ligeramente salado, y luego usó esa crema y su propia saliva para lubricar la p0ll@ mientras movía sus labios arriba y abajo. Con cada descenso variaba la cantidad que se metía en la boca y cambiaba la presión, de dür0 a suave como un susurro. La respiración de Diamante era desigual, sus piernas se movían nerviosamente y sus manos pasaban de agarrar las sábanas con los puños a acariciar su melena. Cuando tiró del pelo y acarició las sábanas, Serena se sonrió.
— Oh Jesús, qué bien se siente. Baja a mis p€l0t@s. No quiero c0rr€rme todavía. Quisiera que estuvieras haciendo esto toda la noche. —
Serena apretó más fuerte y empujó abajo en la raíz de la p0ll@ con su mano.
Cuando se apartó para respirar, él se inclinó hacia ella para mirarla con los ojos entreabiertos.
— Me estás volviendo loco —dijo él.
La pequeña r@j@ con forma de lágrima en la punta de su p0ll@ soltó otro chorro de pre—s€m€n, que goteó hasta su estómago. La l€ngü@ de Serena lo l@mi0 hasta que lo dejó limpio. Durante todo el proceso ella siguió agarrando firmemente la base de la p0ll@.
— Santo Dios. Dios, tengo que c0rr€rme. —
Serena arremolinó su l€ngü@ sobre la corona de su p0ll@, luego comenzó a chüp@r en golpes cortos, mientras agarraba sus b0l@s.
— Tú, pequeña bromista —jadeó él.
Serena no se esperaba lo que vino después, por eso Diamante se salió con la suya. La agarró, la c0gi0 de las piernas y le dio la vuelta. Ella estaba estirada sobre su espalda, con la cabeza colgando por el borde de la cama, con la boca cerca de su p0ll@ mientras él estaba enterrado entre medio de sus piernas. Su l€ngü@ la trabajaba, mimando su propio botón dür0 y Serena sintió tensarse sus múscül0s.
La única vez que había estado en esa posición había encontrado difícil concentrarse en dos cosas a la vez, su propio pl@c€r creciente y el de su compañero. Pero Serena dirigió la p0ll@ de Diamante hacia su boca y cada vez que él chüp@ba su clit0ris, ella lo imitaba con una mamada. La acción alterna funcionó, la mantuvo concentrada, y el fuego entre sus piernas comenzó a extenderse por sus venas hasta todas las partes de su cuerpo.
Estaban hechos para esto, pensó ella, un encaje perfecto, sin cuellos torcidos, hombros encorvados, una pareja perfecta. La l€ngü@ de él parpadeó en su clit0ris y luego la mordió ligeramente. Serena explotó en su clim@x. Su 0rg@sm0 la agarró como una boa constrictora, tensando cada uno de los múscül0s de su cuerpo antes de caer en una espiral al olvido. Apretó sus labios en torno a él, que se derramó en su boca, a chorros largos, espesos, disparando hasta que pensó que se ahogaría si no paraba o ella no lo sacaba de la boca. Serena tragó y tragó e intentó controlar su respiración y su tembloroso cuerpo.
Diamante fue el primero en moverse. Tiró de ella de modo que su cabeza descansara junto a la suya en la almohada y la besó, una dulce pasada de sus labios antes de que presionara su boca más fuerte contra la suya, dejando que sus l€ngü@s se enredaran mientras intercambiaban sus propios sabores. Ambos gimieron y Diamante arrastró la boca hasta su oreja.
— J0d€r, Serena. ¿Qué diablos me estás haciendo? Siente mi p0ll@. —
La cosa todavía está dura.
— No me quejo —susurró ella—. Métemela. Veamos cuánto tarda en ablandarse. —
— J0d€r, desde que te vi esto no ha estado blando. Si estuviéramos en público, me arrestarían. —
Serena se rió pero no se le había escapado lo que se deducía de sus palabras, que tal vez la vería de nuevo, que saldría con ella. Por favor, que paseeeee. Él le levantó la pierna y se la pasó por su c@d€r@ y apretó su cuerpo más cerca, sus manos recorriendo su espalda mientras le besaba el cuello. Cuando sus dedos acariciaron la parte de arriba de sus n@lg@s, Serena se estremeció.
—¿Así? —preguntó.
— Me haces cosquillas. —
—¿Alguna vez te han f0ll@do el cül0? —
— No —dijo Serena tragando aire.
—¿Alguna vez lo has querido? —
Sus dedos se entretuvieron sobre el punto donde su espalda se convertía en tr@s€r0, acariciándola con cuidado, haciéndola contonearse contra él.
— Lo he pensado —Oh Dios, ¿dije eso en voz alta?
Había tenido fantasías eróticas de estar intercalada entre dos hombres, uno j0di€nd0 su c0ñ0, el otro con su p0ll@ en el cül0, pero eso es todo lo que eran, fantasías.
— Creo que no... —empezó a decir ella.
— Está bien —dijo Diamante—. Necesitas que se te estire antes de tomar una p0ll@ en tu dulce cülit0. Necesitas que sea alguien que sepas que será cuidadoso. No voy a hacer eso contigo ahora, pero me gustaría jugar, darte un anticipo de lo bien que se siente. ¿Puedo? —
Serena era como tonta gelatina en sus manos, temiendo que aceptaría cualquier cosa que él sugiriera. Pero le agradó que no diera por sentado su consentimiento.
— Me estás ofreciendo hacerme sentir bien, así que, ¿por qué decir que no? —
Diamante se rió y la hizo rodar sobre su estómago. Agarró las cuatro almohadas y las empujó una a una bajo su vientre para que su tr@s€r0 quedara al aire.
Serena se sintió cómoda físicamente, pero no mentalmente, su cül0 expuesto al escrutinio de Diamante. —¿Puedo encender la luz principal? —preguntó.
Serena soltó un chillido.
— De ninguna manera. —
— Bueno. Puedo esperar. —Él suspiró Habría una era glacial en el infierno antes de que eso pasara, pensó ella.
Diamante se inclinó sobre su espalda y comenzó a mordisquearle la oreja, haciendo que su cuerpo se retorciera y susurrando guarradas que la hacían apretarse por dentro.
— Eres j0did@mente hermosa, Serena. ¿Tienes idea de cuánto me enciende saber lo húmeda que estás? Pero te quiero más húmeda.—
Quiero que tu c0ñ0 chorree en mi cara. Quiero que me grites que te f0ll€ y cuando lo haga, quiero que me grites que pare.
Empujó sus p€ch0s contra las almohadas, sus p€z0n€s dür0s como diamantes, desesperados por su toque. Serena dobló la cabeza y l@mi0 uno.
— Oh Cristo, si puedes hacer eso, no voy a poder evitar c0rr€rme en tu cül0 —dijo Diamante—. Se me escapa ya. —
—¿Puedes chüp@rte la p0ll@? —
Él se rió.
— Atrayente proposición, pero no soy precisamente contorsionista. Necesitaría una caja torácica flexible. —
— Una vez vi a un tipo hacerlo en una película. Era s€xy —Serena sabía que se estaba ruborizando.
Él besó su omoplato y luego pellizcó el hueso angular con sus dientes. —¿Te gusta la idea de chicos chüp@ndo p0ll@s? —
Aquella pregunta no venía mucho a cuento, pero ella le siguió el rollo. Podría decir cualquier cosa a este tipo y de algún modo sabía que no le trast0c@ría.
— Sí. ¿Alguna vez le has chüp@do la p0ll@ a un hombre? —
Sus labios hicieron una pausa en la ruta por su espalda.
— Sí. ¿Alguna vez lo has hecho con una mujer? —
— No. —¿Es ese no, un "nunca tuve la oportunidad" o un "ni me lo menciones"? —
— No quiero la posibilidad. Me gustan los hombres —dijo Serena firmemente.
— Bien —masculló Diamante en su espalda mientras l@mía sus costillas.
Serena se derritió bajo su toque, no sólo por el roce de su l€ngü@, o el de su barba de varios días, si no por lo que estaba haciendo con sus manos. Dedos cuidadosos acariciaban y atormentaban su p€ch0 derecho mientras los dedos de la otra mano acariciaban rítmicamente su müsl0 izquierdo.
— Oh Dios. —Serena gymi0 cuando él l@mió la unión entre su espalda y su cül0.
Toques como de plumas a cada lado la tenían retorciéndose debajo de él.
Entonces un dedo bajó ligeramente por la hendidura de su tr@s€r0, hasta llegar a su c0ñ0 donde rec0gi0 su crema e hizo el camino de vuelta, investigando un poco más profundamente en su húmedo valle.
— Tan suave, tan dulce, tan s€xy —canturreaba él mientras descansaba su cabeza sobre la parte más baja de su espalda.
El siguiente paso de su dedo fue apretar más profundamente y las c@d€r@s de Serena se doblaron contra las almohadas.
— Relájate, pequeña gatita. No voy a hacerte daño. Sólo te estoy acariciando. —
La cama se movió cuando Diamante cambió de postura. Ambas manos estaban en su tr@s€r0, separando sus n@lg@s.
— Eres tan bonita. Ese pequeño agujerito fruncido justo para mí. —
Pasó su dedo por el interior de su müsl0 y Serena sintió el estruendo de su risa.
— Estás tan mojada, j0d€r, estás chorreando. —
Ella jadeó cuando su cabeza se deslizó entre las piernas y su boca se colocó sobre sus pli€gu€s. Sus manos agarraban sus c@d€r@s, manteniéndola quieta mientras la l@mía. Ondulaciones de pl@c€r revolotearon por el cuerpo de Serena, oleadas de chispas ardientes encendiéndola por todas partes. Entonces su l€ngü@ rodeó su agujero y Serena gritó.
Diamante sopló sobre él.
— Está bien. Relájate. —
Ésto era algo que nunca había hecho, una sensación nueva y Serena se sentía dividida entre la repugnancia y el pl@c€r. Él persistió, sus dedos clavándose en sus c@d€r@s y Serena se abandonó a la experiencia. Su l€ngü@ empujó sólo en su apertura y ella se vio sacudida por oleadas cálidas y húmedas, sus manos convertidas en puños agarrando las sábanas mientras jadeaba. Su dedo sustituyó la l€ngü@, pequeños empujones, suaves movimientos que enviaban escalofríos por sus piernas hasta cada uno de los dedos de los pies.
— Oh Dios mío —susurró Serena.
— Relájate, gatita. Empuja hacia fuera. Será más fácil, confía en mí. —
Serena lo intentó y tragó aire por la sensación de ardor al notar dentro de ella su primer nudillo. Tan bueno. Tan malo. ¿Por qué las cosas malas eran tan buenas? Bien, había querido ser mala y ahora lo era.
— Estás c@li€nt€ y apretada. Me encantaría f0ll@r tu cül0. —
Su dedo se deslizó más profundamente y Serena se tensó.
— Solamente un poco más, nena. Aguanta. Lo voy a hacer perfecto para ti. —
Mientras el resto de su dedo entraba, otro de sus dedos se zambullía en su c0ñit0. Su cabeza descansó sobre su parte posterior y él comenzó a j0d€rla con el dedo en ambos agujeros, deslizándose en su @n0 y fuera de su c0ñ0.
Serena duró menos de diez segundos.
Gritó su liberación mientras los espasmos se retorcían en su interior.
— Oh Dios... Dios... Dios. —
Ella apenas podría respirar y menos hablar, el éxtasis condujo su mente hacia el espacio. De todo lo que era consciente era de las intensas sensaciones de su interior que deseaba que no acabaran nunca.
La p0ll@ de Diamante estaba tan dura que pensó que iba a explotar.
Hacerla c0rr€rse así había sido algo que lo había puesto increíblemente c@li€nt€. De ninguna manera iba a dejarla salir de su vida. Su mente estaba yendo ya en múltiples direcciones, intentando imaginar maneras de hacerlo funcionar. Subió hacia arriba en la cama para tumbarse a su lado y la miró a la cara.
Serena se quedó inmóvil durante tanto tiempo que pensó que se había desmayado y entonces ella abrió los ojos y sonrió. —¿Asqueroso o delirante? — preguntó él.
— Asquerosamente delirante. —
— Bien. —
Serena dio una sonrisa lenta.
— De espaldas. —
Antes de que él pudiera moverse, las almohadas estaban en el suelo y Serena lo había volcado para sentarse a horcajadas sobre su cuerpo. Ella agarró un paquete metálico e hizo rodar un c0nd0n por su p0ll@.
—¿Vienen en tamaños más grandes? —
—¿No soy yo lo bastante grande para ti? —
Serena se rió disimuladamente.
— No es eso lo que quería decir. Tu p0ll@ es enorme. —
— Tú sí que sabes cómo llegar al corazón de un hombre —se rió Diamante.
Serena se colocó a sí misma sobre la punta y se dejó caer. Diamante oyó un g€mid0 retumbar por su garganta.
— Oh mi€rd@. —
Incluso a través del m@ldit0 c0nd0n, se sentía como encajado en un apretado guante de terciopelo. Por un momento ella no se movió y luego empezó a contonear sus c@d€r@s como una exótica bailarina del vientre. Diamante sintió cada giro, cada sinuoso movimiento a lo largo de su p0ll@. Rió en silencio e imitó el movimiento. Serena jadeó y se le cerraron los ojos. Él estiró los brazos hacia sus p€ch0s y los ahuecó con las manos, frotando los p€z0n€s con sus pulgares.
Ella lo exprimió con su c0ñ0 y Diamante se mordió el labio. Oooh, que bien se sintió eso. — ¿Así? —preguntó Serena.
— No sé. Hazlo otra vez. —
Al momento siguiente había una ondulante cascada de sensaciones a lo largo de su p0ll@. Jesús. Los temblores hicieron todo el recorrido por su espina dorsal. Diamante añadió un impulso hacia arriba y Serena abrió los ojos de par en par y tragó aire. —¿Estamos jugando? —preguntó.
— No puedo. Un apretón más de los tuyos y estoy acabado. —
— Se me prometió mucho tiempo. .
— La próxima vez —jadeó Diamante cuando ella comenzó a montarlo.
Él impulsó sus c@d€r@s hacia ella mientras ella hacía presión.
Dentro—fuera—dentro—fuera, el ritmo le hizo sentir cómo su s€m€n se acumulaba desde cada parte de su cuerpo hacia sus pel0t@s. Serena gritó, apretándose en él y él se derramó en ella, una oleada imparable de dulce pl@c€r que lo condujo a un grito como el suyo.
Ella se derrumbó en él, como una manta suave, húmeda, y Diamante la rodeó con sus brazos.
— Te dije que te haría sudar —dijo él.
 
Serena despertó de repente para encontrar a Diamante en su espalda, olisqueando su cuello, sus dedos dentro de su c0ñ0 y su €r€cci0n rozándose contra su tr@s€r0. Serena estiró la mano y rodeó la p0ll@.
Cuando él dio un pequeño ronquido ella comprendió que estaba dormido y se rió. Serena pasó su palma sobre la mojada punta de la p0ll@ y él bombeó en su mano. Ella sonrió abiertamente. Todavía dormido y aún así su cuerpo sabía lo que quería.
Desesperada por usar el cuarto de baño, Serena se escabulló del brazo de Diamante, intentando no despertarlo. En el rellano del pasillo dudó entre las tres puertas cerradas y sonrió cuando tiró de una manilla para descubrir un aseo a la moda, con azulejos claros de mármol veteado y una bañera enorme separada.
Entonces la sonrisa cayó de su cara y se estrelló para romperse en el suelo.
Todo estaba aseado y ordenado, incluyendo el montón de juguetes para el baño de niños apoyados en el suelo en un contenedor de plástico azul.
Oh j0d€r. Serena se sentía divida entre la cólera y el pesar.
€stüpid@. €stüpid@. €stüpid@. Todo le había dicho que este hombre estaba casado. La tapa de plástico donde ella se había escondido. La tirita de dinosaurio. La cocina impoluta. Ella lo había ignorado todo.
Incluso cuando pensaba que esto sería una historia de una noche, aún esperaba que él la quisiera ver de nuevo. Ahora Serena sabía que incluso si lo hacía, ella no podría, no lo haría. Una onda fría de realidad la atravesó. Tal vez no le había mentido. Podía no estar casado pero tener familia. Niño o niños. Una oleada de náuseas la recorrió. De nuevo, un error. La vida amorosa de Serena era un muestrario completo de errores. O escogía a los hombres equivocados, o los hombres equivocados la escogían a ella.
Apagó la luz y se acercó a la puerta que casi había abierto cuando había subido. El dormitorio de un pequeño. Una pared pintada con una pista de carreras, la cama era un coche de carreras azul.
Juguetes alineados en estanterías. Serena se aguantó un sollozo. Por mucho que disfrutara el s€x0, nada podría excusar esto. No sabía nada, pero podría habérselo imaginado. Era la casa de una familia. ¿En qué diantre había estado pensando?
Serena se introdujo en el dormitorio y rec0gi0 su ropa. Más o menos podría recomponer el vestido rasgado. Un último vistazo a Diamante que descansaba de lado, la sábana arremolinada en sus esbeltas c@d€r@s. Un bastardo guapísimo.
Y luego, se marchó.
 
Diamante rodó esperando encontrar un cuerpo suave y cálido. Tanteó la sábana con la mano. Una cama fría. Abrió los ojos, se apoyó sobre los codos y miró a su alrededor. Nada de ropas. Serena se había ido.
Suspiró. Tal vez era lo mejor, pero Diamante se encontró muy decepcionado. El s€x0 había sido espectacular. Esperaba haber tenido más. Le gustaba Serena. Era divertida y estrafalaria y Diamante había empezado a cobijar una pequeña esperanza de que hubiera algún modo de hacerla formar parte de su vida.
Claramente ella había tenido otras ideas.
Él se sentó, se frotó los ojos y se congeló. Cristo, esperaba que la historia que le había contado sobre su antiguo novio que no era su novio, fuera verdadera.
¿Y si había sido al revés y Serena era la que estaba obsesionada con el tipo? Diamante pensó en la herida de su tr@s€r0.
Había estado desesperada por huir. No, ella estaba diciendo la verdad.
Diamante apartó la sudada sábana y sonrió de par en par. Tendría que poner una lavadora antes de irse. No pensaba quedarse la noche. Su hermana Kelly, su marido Pete y su hijo de cuatro años Tom, estarían en Estados Unidos tres meses mientras Pete trabajaba en un proyecto de ingeniería en Colorado. Diamante tenía instrucciones de visitar la casa cada dos semanas para comprobar que el cartero no hubiera dejado c0rr€o porque se suponía que no tenía que entregar ninguno y asegurarse de que no había habido un escape en la casa, o que hubieran entrado ladrones o que hubiera caído en un agujero sin fondo.
Cuando un viaje de negocios a Zurich había terminado un día antes de lo previsto, Diamante decidió dar una visita rápida a la casa de su hermana en Greenwich en vez de ir directamente a casa. Después que el taxi lo dejara, se había cambiado de ropa y se había tomado una cerveza en el jardín. Diamante estaba contento de haberlo hecho, si no, no hubiese conocido a Serena, pero ahora no estaba seguro de poder sacársela de la cabeza.
Se suponía que Darien iba a rec0g€rlo en Gatwick aquella tarde, así que Diamante necesitaba llamar y decirle que viniera a Greenwich. Debería haberle llamado la otra noche. Una oleada de inquietud le atravesó la espina dorsal. Darien iba a cabrearse con él. Diamante abrió la puerta del dormitorio y gymi0. J0d€r. La puerta del dormitorio de Tom estaba abierta de par en par. Diamante cerró los ojos y golpeó la pared con la cabeza. Mi€rd@. No era difícil imaginarse lo que había pasado. Nunca tuvo la oportunidad de decirle a Serena que la casa no era suya.
Pero, había habido un montón de cosas que no le había dicho.

***En un ratin subo el siguiente capítulo!!!

Serena en el medio (Adaptación) TERMINADAWhere stories live. Discover now