♡Capítulo 10♡

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Serena no podía creerse que estuviera haciendo esto. Ya era muy malo estar sentada y sonreír a la cámara intentando sonar alegre y entusiasta mientras describía su miserable vida, sin tener que pagar quinientas libras por el dudoso privilegio. Y se estaba perdiendo su hora de la comida. Como si fuera una señal, su estomago rugió. Dios, esperaba que eso no saliera en la cinta.
Serena salió de la sala de video pálida y temblorosa. Si alguien se interesaba por ella después de esta actuación, sería un milagro.
Janine Lawrence, quien llevaba la agencia de contactos 1—4—U, llevó a Serena de regreso a su oficina. Serena se dejó caer en la silla, su boca todavía congelada en lo que estaba bastante segura parecía un anuncio de un producto blanqueante para los dientes, el del "antes", no el "después". Janine debía tener la misma edad de la madre de Serena y tenía el mismo corte de cabello.
Oh, Dios, podría haber sido su madre. Serena se abatió.
— Bien hecho, no fue tan malo, ¿verdad? Estoy segura de que no tendré problemas para arreglarte una cita con alguien —dijo Janine.
Sin duda un cincuentón calvo pretendiendo estar en los treinta, cuya noción de una buena noche sería tomarse un par de pintas en un pub seguidas de dos paquetes de patatas fritas, y que esperaría que pagaran a medias. Era una idea loca. Serena sintió cómo se le iba la esperanza y se le caía a los pies. Miró hacia abajo.
— Tenemos un gran número de clientes convenientes a la caza de alguien como tú. No puedo creer que no hayas encontrado ningún joven agradable. Eres presentable, atractiva, esbelta, tienes un buen trabajo —Janine dio una sonrisa feliz— y no eres exigente sobre lo que quieres. —
Por supuesto que lo soy. Soy exigente como el infierno pero en este momento estoy desesperada. Como consecuencia de no poder ser nada quisquillosa,
Serena había marcado todas las opciones que aceptaría: más viejos que ella, más jóvenes que ella, calvos, gordos, extranjeros, con dos cabezas, y cualquiera al que normalmente hubiera dicho no. Le iría bien si acababa con un pastor de ovejas septuagenario con una pata de madera.
— No hay razón para que nadie esté sola hoy en día y a tu edad —dijo Janine. Oh Dios, qué sonrisa más condescendiente. Serena quería ponerse enferma.
— Bueno, tienes tanto para ofrecer. Vamos a ver lo que has escrito —revisó el formulario de Serena—. Esquiar, nadar, pasear, coleccionar monedas, cocinera gourmet, bailas salsa —su sonrisa vaciló un poco al seguir leyendo—. ¿Tiro al arco, malabarismos, origami, leer libros de horticultura, remar, comer fuego? —miró a Serena alarmada.
— Podría haber puesto más, pero pensé que era suficiente. —
— Más que suficiente, quizás ¿podría sacar unos cuantos? —
— Pero me gustan todos —mintió Serena. Enfrentada a la necesidad de poner en una lista sus aficiones, había escrito cada una de las cosas que alguna vez le habían llamado la atención, basándose en la idea de que algo de eso atraería a alguien. Rápido. Estaba desesperada. Era martes, la fiesta de compromiso en Drifter's era el sábado y tenía que tener un acompañante, incluso si era con un chef calvo comedor de fuego con una pierna de madera.
— Bien, ahora sólo introduciremos toda la información en nuestra base de datos y estaremos en contacto.
—¿Cuándo? — preguntó Serena.
— Pronto. —
—¿Cómo de pronto? —
— Probablemente en algún momento de la semana que viene. —
Nooooooo.
— Inténtelo esta tarde. Estoy muy d€s€0sa de encontrar a alguien. Cualquiera irá bien. —
Los ojos de Janine brillaron y Serena retrocedió. En realidad no estaba tan desesperada como para aceptar un septuagenario calvo, pastor de ovejas en jefe con o sin pata de palo. Tenía que ser alguien razonable, si no su familia se imaginaría lo que había hecho. Incluso si les engañaba, no engañaría a Zafiro.
— Casi cualquiera —dijo ella.
Janine alargó la mano por encima del escritorio para dar golpecitos en la mano de Serena como si fuera una niña malita.
— Tranquila, tranquila, querida. No hay que desesperarse. No quieres dar esa impresión a un caballero. Se aprovecharían de ti. —
— A mi no me... —Serena había estado a punto de decir "importa", pero lo cambió por—: gustaría que eso sucediera, por supuesto pero yo—yo estoy tan desesperada por encontrar mi... —pausa para crear tensión y aguantarse el acto reflejo de atragantarse— alma gemela. —
Mostró su expresión más d€s€0sa. Por suerte Janine era más fácil de engañar que su madre.
— Haré todo lo que pueda por ti. —
Serena regresó al trabajo con el corazón convertido en plomo en el p€ch0. Sin importar con quién la emparejara la agencia, tendría que llevarlo a la fiesta de compromiso y esperaba poderlo engatusar para que mintiera sobre cuándo se habían conocido. Serena le ofrecería dinero si era necesario. Tal vez incluso s€x0. Se estremeció. Tal vez no.
Estaba a punto de entrar de nuevo en el edificio de SLS cuando su móvil sonó.
Hotaru. Serena sonrió. Por mucho que intentara ignorar a su hermana, no podía.
—¡Serena! —Hotaru lloró su nombre y rompió en sollozos e hipos.
A Serena se le puso la carne de gallina por todo el cuerpo.
—¿Qué ha pasado? —
Su hermana siguió llorando.
— Hotaru, ¿qué hay? —
Más jadeo histérico. El pulso de Serena empezó a ponerse por las nubes.
—¿Están bien mamá y papá? —
Había un "sí" por algún lado en el entusiasta llanto.
—¿Zafiro te ha dejado? —
Por favor que sea eso.
El cese del ruido fue tan abrupto, que era como si se hubiera apagado una catarata. Oops, cosa inc0rr€cta de decir, pensó Serena.
—¿Por qué... dirías... eso? —hipó Hotaru.
— Estás tan alterada, y si no son mamá o papá, entonces yo... —Serena pensó que el agujero era lo bastante profundo como para enterrarla. Paró de cavar.
— Mi apartamento se ha inundado. Me llamaron al trabajo y tuve que venir a casa. Todo está arruinado. —
— Oh Dios, Hotaru, lo siento. —
— El hombre de arriba dejó abierto el grifo de la bañera. Dijo que no lo había hecho, que ni siquiera había tomado un baño esta mañana, pero el techo se ha venido abajo. —Hotaru empezó a llorar otra vez—. He tenido que volver a la escuela porque no pueden conseguir a un profesor suplente para cubrirme esta tarde.
—¿Hay algo que pueda hacer? —
—¿Puedes ayudar a mamá a solucionar el papeleo? —
— No puedo tomarme la tarde. Tengo un documento que entregar esta noche. Puedo ir después del trabajo.
—¿Puedo quedarme en tu casa? —preguntó Hotaru con voz lastimera.
Oh, mi€rd@. Serena no quería que Hotaru se quedara con ella. De todos modos sabía que debería haber dicho "sí" inmediatamente y sin vacilar. Ahora era demasiado tarde.
—¿Es pedir demasiado? —dijo Hotaru, su tono era de un frío ártico que hizo preguntarse a Serena si antes estaba actuando—. ¿Esperar que mi hermana eche una mano en caso de emergencia? —
Sí, es demasiado. Había un millón de motivos de por qué Serena no quería a Hotaru en su apartamento, Zafiro era el más grande.
— Sabes, Serena, podrías seguir diciendo que no estás celosa pero es todo un papel, ¿verdad? Ni siquiera dijiste que te gustaba mi anillo. —
— Sí lo hice. —¿Verdad que sí?
— No mostraste el mínimo interés. Tus amigos del trabajo lo miraron más tiempo que tú. —
— Hotaru, sabes que a mi no me gustan los anillos. No significó nada más. —
— De acuerdo. —
Ahora no había ningún rastro de lágrimas o trastorno en la voz de Hotaru.
Parecía desagradablemente tranquila.
— Me has hecho daño, Serena. Si realmente hubieras superado lo de Zafiro, me hubieras preguntado cómo se me declaró. Sabes que siempre solíamos hablar de cómo sucedería. —
Mi€rd@, mi€rd@, mi€rd@.
— Lo siento —era lo mejor que Serena podía hacer.
— Así que, ¿puedo quedarme durante unos días hasta que mi casa esté Arreglada? —
Chantaje, pero ¿qué opción tenía?
— Bien. Dejaré el trabajo a tiempo. Estaré de vuelta sobre las 6.15 —
— Genial —Hotaru volvió a ser la burbujeante de siempre—. Podemos abrir una botella de vino y ver una película de chicas. —
— Vale. —
— Gracias, Serena. Eres la mejor. —
Serena apagó su teléfono y subió arriba. No quería que Hotaru se quedara con ella pero sabía que no tenía opción. Sus padres vivían demasiado lejos para que Hotaru viajara desde allí diariamente al sitio donde trabajaba. Enseñaba en una escuela en Peckham y eso estaba más o menos en el umbral de la puerta de Serena.
No había sido difícil para Darien conseguir detalles sobre Serena Shelton. Ahora sabía su fecha de nacimiento, dónde trabajaba, que tenía tres puntos menos en su licencia pero que no tenía coche, ni tarjeta de crédito ni de débito, nada en su expediente criminal. Podría haber averiguado más, pero cuanto más investigara, más grande el riesgo de que lo pillaran. Lo que realmente necesitaba era su dirección en Surrey Quays y ahora la tenía.
Regresando de su entrevista a una víctima de apuñalamiento, actualmente recuperándose en un hospital, Darien se dejó caer en la oficina de Diamante. Mostró su identificación al de seguridad de la entrada y se le permitió el paso a los ascensores. Nunca había ido a ver a Diamante al trabajo. Se preguntaba cómo reaccionaría.
Otra demostración de su identificación y la chica del mostrador de recepción c0gi0 el teléfono.
— Sr. La Rue, hay un policía en la recepción que querría hablar con usted. —
Una pausa. Darien imaginó que Diamante estaba preguntando quién era.
— Inspector de policía Thorne —colgó el teléfono—. Ahora mismo sale. —
El sitio era todo cristal ahumado y curvas brillantes. Oficinas elegantes para una floreciente empresa de la ciudad. A Diamante le pagaban bien, pero trabajaba dür0 por su sueldo, a veces veinticuatro horas seguidas cuando tenía una fecha límite de entrega.
Darien se giró cuando se abrió la puerta y Diamante salió de golpe. Llevaba una amplia sonrisa en la cara y se veía guapísimo con su traje oscuro a rayas que hacía que el corazón de Darien diera sacudidas. Darien no estaba seguro de si Diamante demostraría que lo conocía. No sabía si Diamante había dicho algo del tipo con el que compartía piso. Ser bis€sü@l hacía la vida difícil. —¿Ei, qué pasa? — preguntó Diamante.
—¿Puedo hablar contigo un segundo? —
— Claro. Marcia, estaremos en la sala de conferencias número tres. Cancela mis llamadas. —
Darien siguió a Diamante por unas puertas de doble hoja y por un pasillo enmoquetado.
Diamante abrió una puerta al fondo y le hizo un gesto a Darien para que entrara primero. En cuanto Darien entró y se cerró la puerta, Diamante lo empujó hacia la puerta y lo besó. Darien estaba tan alucinado que al principio no respondió. La l€ngü@ de Diamante presionó contra sus labios y Darien abrió la boca. Fue un beso lento y largo, y cuando Diamante se separó, tenía los ojos vidriosos.
— Justo cuando estaba aburriéndome de intentar dilucidar cómo convencer a un cliente de que su compañía estaría mejor sin él al timón. Así que, ¿qué pasa? —preguntó Diamante.
Darien se rió. —¿Necesitas preguntar?
Diamante agarró la mano de Darien y la puso sobre su entrepierna.
— Suéltalo. —
— Te he alejado de algo importante —dijo Darien.
— Sí, pero me has acercado algo más importante —Diamante acarició la p0ll@ de Darien.
Una ola de lüjüri@ hizo que a Darien se le aflojaran las rodillas.
— Vine para hablarte sobre Serena. —
Darien miró a Diamante a la cara buscando un cambio de expresión, pero no lo hubo.
Ni un parpadeo. Darien se sacó la mano de la ingl€ de Diamante, c0gi0 un trozo de papel de su bolsillo y lo puso en el de Diamante, acariciando la cubierta.
— Apartamento 5, 23 Sunningdale Crescent, Surrey Quays —dijo Darien.
Diamante asintió con la cabeza.
—¿Qué más has averiguado? —
— Se sospecha que es una asesina en serie, una incendiaria, una envenenadora y cleptómana con tres puntos negativos en su permiso de conducir. Justamente tu tipo. —
Diamante hizo un gesto tenso con la boca.
— Gracias, Darien. Te la debo. —
Darien se enc0gi0 de hombros.
—¿Me perdonas? —dijo Diamante.
—¿Por qué?, ¿qué has hecho? —
— Entristecerte, hacerte sentir menos importante en mi vida de lo que eres — miró directamente a los ojos de Darien—. ¿Cómo puedo compensarte?
<Dime que me quieres. Déjame amarte también. Háblame sobre hacer un trío...>
— Nada.
Diamante suspiró.
— No te merezco. —
<No, desde luego que no, j0d€r.>
— No puedo bloquear la puerta aquí —susurró Diamante—. Sígueme. —
Darien abrió la boca y luego la cerró de nuevo. Siguió a Diamante por el mismo pasillo y entraron al baño de hombres. Diamante comprobó los tres cubícül0s y llevó a Darien al del fondo. El pulso de Darien saltó en su garganta cuando Diamante cerró la puerta con el cerrojo. Diamante bajó la tapa del sanitario y se sentó antes de acercar a Darien por las c@d€r@s.
Cuando Diamante se metió la p0ll@ de Darien a través de la tela de sus pantalones, respirando aire cálido por toda su extensión, Darien se estremeció.
Diamante tiró del botón de su cintura y lo desabrochó. La p0ll@ de Darien había convertido sus b0x€rs en una pirámide, con una manchita de humedad culminando la punta. Los boxers negros bajaron de un tirón bajo sus p€l0t@s y Diamante repasó su l€ngü@ por la cabeza de la p0ll@ de Darien. Darien tenía sus manos apoyadas a los dos lados del cubícül0.
Aunque no hubiera nadie en el baño, no podía hacer ni un ruido. Si les pillaban, Diamante perdería, ¿verdad? ¿Por eso Diamante estaba haciendo esto, asumiendo el mismo riesgo que Darien había tomado al usar su identificación de policía para encontrar a Serena?
Entonces la boca c@li€nt€ y húmeda de Diamante lo engulló. Darien cerró los ojos y dejó de pensar en nada que no fuera lo que Diamante estaba haciendo. M@m@dqs largas y lentas en su p0ll@ mientras los dedos acariciaban su p0ll@ con toques como de plumas. Darien sentía como si su s€m€n se estuviera congregando desde sus pies, solo que estaba tomando un desvío a su p0ll@ a través de su cabeza. Diamante soltó sus p€l0t@s para llevar sus manos al cül0 de Darien, agarrándole más fuerte mientras empezó a tomar más y más de la p0ll@ de Darien en la boca.
Las c@d€r@s de Darien deseaban empujar adelante y atrás pero se mantuvo con los pies firmes en el suelo dejando a Diamante dictar el ritmo.
Cuando Darien sintió a Diamante succionar su p0ll@, abrió los ojos y miró abajo. Dejó escapar un soplido al ver la rubia cabeza de Diamante mamársela, sus mejillas ahuecadas mientras chüp@ba.
De repente se oyó cómo se habría una puerta y voces de hombres. Diamante no se inmutó. Agarró fuerte a Darien y lo trabajó más dür0. Darien intentó contenerse, temiendo hacer ruido, pero la frycci0n era implacable. La necesidad de dejarse ir crecía como un géiser intentando explotar. Sus rodillas temblaban por el esfuerzo de contención. Darien debería haberse llamado Old Faithful, por lo previsible de su 0rg@sm0. Apretó los dientes, aguantó el aliento y apretó más firmemente sus manos contra los lados del cubícül0. Diamante hizo revolotear su l€ngü@ por la punta y entonces se lo llevó hasta la garganta. Darien contuvo a duras penas un graznido. Diamante sabía perfectamente que Darien era ruidoso cuando se corría. Diamante abrió los ojos y lo miró y Darien perdió la concentración.
Echó la cabeza hacia atrás y se puso una mano en la boca para intentar contener el grito mientras disparaba chorros de s€m€n entre los labios de Diamante.
Las manos de Diamante acercaron más su cül0 y lo chüp0 más fuerte.
Cuando el último espasmo se desvaneció, se oyó tirar ruidosamente de la cadena en el baño de al lado y Darien se mordió el labio para no reír. Diamante soltó su p0ll@ y la devolvió al interior de los boxers de Darien, cerrando la cremallera y el botón. Se puso de pie y Darien lo atrajo a sus brazos, presionando sus labios contra los de Diamante, saboreándose a sí mismo y un gustillo a café. El sonido del secador de manos cesó y Darien alargó la mano hacia la cremallera de Diamante. Diamante le apartó la mano.
— Tengo que volver al trabajo —susurró al oído de Darien.
Darien afirmó con la cabeza, pero se sentía dolido. Maldición, sabía que Diamante tenía una enorme €r€cci0n. ¿Por qué no quería que él se encargara de ella? ¿Esto  había sido un "gracias" por encontrar a Serena? Diamante se abrochó la chaqueta del traje para ocultar el bulto en su entrepierna y salió del cubícül0. Nadie los vio salir de los servicios.
Diamante acompañó a Darien a la recepción.
— Voy a llegar tarde esta noche —dijo Darien silenciosamente—. Estoy de vigilancia. No estoy seguro de cuándo volveré así que no me esperes para comer. —
— De acuerdo. —
Darien quería preguntarle si él también llegaría tarde, si iba a ir a ver a Serena, esperando que Diamante dijera que no. Sin importar lo que Diamante contestara, Darien quería que fuese la verdad.
— Gracias —dijo Diamante cuando llegaron a la recepción—. Si necesita más ayuda, por favor venga otra vez. —
Dándole la espalda a la mujer, Diamante le guió un ojo. Darien no pudo evitar una sonrisa.
 
***Hasta el siguiente capítulo...

Serena en el medio (Adaptación) TERMINADAWo Geschichten leben. Entdecke jetzt