♡Capítulo 14♡

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Diamante agarró la mano de Serena. El simple pl@c€r de sentir sus dedos entrelazados había tenido su p0ll@ gruñendo pero escondida y segura d€tr@s de la mezcla de claveles rosados y rosas color crema. Nunca volvería a ver flores de la misma manera.
—¿Dónde vives? —preguntó ella.
— Cinnabar Wharf.—
La mente de Diamante pasó a otra idea. Pensó en Darien, el estado del dormitorio y la imposibilidad de hacer lo que él había querido, que era arrastrar a Serena directamente allí y mostrarle lo contento que estaba de tenerla de nuevo en su vida.
— Lo comparto con un tipo llamado Darien —dijo Diamante—. Es detective en la Policía londinense. Mejor le llamo y le aviso para que baje la tapa del inodoro. —
Serena rió.
— Tal vez será mejor que vayamos a algún sitio a comer. Temo que si no podríamos morirnos de hambre —dijo Diamante, preguntándose si eso le daría bastante tiempo a Darien para limpiar.
— Bien. —
— Hay un pequeño sitio italiano justo en la esquina, cerca del apartamento. No eres vegetariana o algo, ¿verdad? —
— Vegetariana ortodoxa y sumamente alérgica a la ensalada. —
Diamante rió en silencio y apretó sus dedos. Su p0ll@ todavía protestaba pero no precipitaría nada. Ella se merecía más que una carrera a la cama. El hecho era que tenía que llamar a Darien y pedirle, oh Dios, que sacara sus cosas. El corazón de Diamante le aporreaba d€tr@s de las costillas. ¿Qué demonios iba a pensar Darien? Diamante tenía que hablar con ella acerca de Darien y él, pero la acababa de encontrar. No le podía decir todo todavía.
Con Serena colocada en una mesa en la esquina, Diamante escapó al cuarto de baño. Darien contestó al primer toque.
— Hola, ¿qué pasa? —dijo Darien.
— Estoy en Gino's con Serena. —
Diamante no omitió la leve vacilación antes de que Darien hablara.
— Esto es genial. —
— Necesito que me hagas un favor —dijo Diamante—. ¿Estás en casa? —
— Podría irme —la voz de Darien era plana.
— Cristo, no necesito que te vayas, compañero —dijo Diamante—. Ella no entró en pánico cuando le dije que eras un poli. —
—¡Ja! ¡Ja! ¿Entonces qué quieres? —
Ahora Diamante vaciló.
Darien suspiró.
—¿Quieres que vuelva a sacar mi ropa, coja el anillo para la p0ll@ y que salga de tu cama? —
— Algo así —masculló Diamante.
— No te preocupes. No te defraudaré. —
Darien cortó la conexión. Diamante incluso se preguntó por qué había hecho la llamada. Podría haber ido a casa de Serena. No era que no confiara en Darien, pero Jesús, las sábanas, el lubricante, las esposas, todos los juguetes y la parafernalia... no quería espantarla.
— Me gustaría una pizza cuatro quesos —dijo Serena cuando él se sentó.
—¿Y de beber? —
Serena vaciló.
—¿Blanco o tinto o algo suave? —preguntó Diamante.
Ella le miró y sus labios se curvaron en una sonrisa.
Diamante suspiró.
— No lo puedo remediar. No me podía llevar las flores al cuarto de baño —él entrecerró los ojos—. Aunque tú podrías echarme una mano. —
— Pronto, si eres bueno. Tinto, por favor. —
El camarero hizo el pedido, Diamante acercó su silla más a Serena y le pasó el brazo por el hombro.
—¿Qué tal está tu tr@s€r0?—
— Mucho mejor.—
— Bien, así que mientras mi cerebro todavía funciona dime qué demonios ha estado pasando desde que desapareciste de mi cama sin darme un beso de adiós. —
— Abreviando —dijo Serena y tomó un aliento profundo—. Zafiro y Hotaru ahora están prometidos. La casa de Hotaru se inundó. Ella se ha trasladado a mi casa. Zafiro dice que tengo que suplicarle que me f0ll€ o hará de la vida de Hotaru un infierno. Para demostrar que va en serio, él dañó su propio coche y dijo a la policía que fui yo. —
—¿Nada fuera de lo normal, entonces? —
Eso le arrancó una sonrisa a ella. Diamante retorció los dedos en su pelo.
— No dije que Zafiro podía quedarse con Hotaru en mi casa, pero supongo que debería haber sabido que pasaría. Él me asustó. Entró en mi dormitorio y pensé que él... —
Diamante le agarró sus dedos.
—¿En tu dormitorio? ¿Te hizo daño? —
Serena sacudió la cabeza.
— No realmente. Ya te dije que él quiere que yo le suplique s€x0. Eso no va a pasar. —
Diamante montó en cólera. ¿Qué c0ñ0 se pensaba que estaba haciendo ese tipo?
— Sé que esto va a sonar paranoico pero estoy segura de que Zafiro organizó lo de la inundación de Hotaru. Creo que entró en el apartamento del chico de arriba y dejó abiertos los grifos del baño. Tuve que dejarle quedarse a Hotaru. Después del tema del coche se fueron ayer por la noche, pero... ¿me puedo quedar contigo esta noche? ¿Tal vez unos días? —
Diamante afirmó con la cabeza y la besó.
— Por supuesto que puedes. —
Diamante llamó a Darien a voces cuando abrió la puerta del apartamento.
No hubo respuesta.
— Wow, este sitio es enorme —dijo Serena.
— Tres dormitorios en este nivel, un salón en el siguiente, y una terraza en la azotea por encima. Te lo enseñaré. —
Diamante todavía la tenía agarrada de la mano. Quería empezar por el dormitorio, pero no. ¿Y si Darien...? Ve sobre seguro, se dijo.
— La azotea —Diamante tiró de ella hacia las escaleras.
Él estaba sólo medio escuchando los comentarios de Serena. No sólo no había señal de Darien en el siguiente nivel, si no que el lugar estaba impecable. Había champán en una cubitera con hielo en la cocina. ¿Una sincera demostración por parte de Darien para decir que todo iba bien, o una puñalada para hacer sentir culpable a Diamante? Vertió dos copas del espumoso y alargó una a Serena.
— No puedo creer que haya dos chicos viviendo aquí —dijo ella—. Esto está tan ordenado. ¿Tienes una limpiadora o algo? —
— O algo. Ven y mira la azotea. —
Él le condujo por la escalera y Serena jadeó cuando salió a la terraza. —¿Vistas y un jacuzzi? —dijo.
— Y tú —Diamante le besó el cuello—. Gatita, no estoy seguro de cuánto tiempo más podré evitar arrancarte la ropa. Mi v€rg@ no está muy impresionada por mi control. Sosp€ch0 que mis p€l0t@s están martilleándome en la garganta y no puedo recordar la última vez que me sentí así por f0ll@r con una mujer. Y quiero f0ll@rte, gatita. Quiero mi p0ll@ dentro de tu c@li€nt€ c0ñ0 y tu lindo cülit0. —
Serena gimoteó. Diamante la hizo girarse cara al Támesis y la apretó contra su p€ch0.
—¿Te gusta cuando hablo sucio? —le susurró al oído.
—¿Estabas hablando? Lo siento, no estaba escuchando. —
Diamante se rió.
— No estoy seguro de qué trocito tuyo quiero probar primero. Tus lindas orejas, tu sedoso cuello, esos alegres p€z0n€s o tu c0ñ0. Planeo ver de cuántas maneras puedo hacer que te c0rr@s y cuán alto te puedo hacer gritar. Has estado en mis fantasías desde que te vi colgándote de aquella verja, pero quiero hacerlas realidad. Me pregunto lo valiente que eres. —
— Una vez me quejé porque mi filete estaba demasiado hecho. —
Diamante sonrió de oreja a oreja sobre su pelo.
— Deja de intentar distraerme. Estoy pensando en cuero negro y cinturones apretados y s€x0 dür0 y... —
—¿Y qué? —
— Más tarde —murmuró.
Su mano se movió hacia su p€ch0 y lo estrujó. Serena, estremeciéndose, dejó escapar el aliento.
— Me gustan tus p€ch0s —susurró Diamante—. A mi v€rg@ le gustan tus p€ch0s. Se quiere hacer una cama entre ellos, rozarse a lo largo de ese suave valle y luego explotar contra tu garganta. Quiero mi s€m€n por todas partes sobre ti, tu crema por todas partes sobre mí. Ah j0d€r, tienes que tomar la píldora. No quiero usar gomas. Quiero sentirte en mi v€rg@. —
Ella tembló contra él.
—¿En qué piensas? —preguntó él.
— Tienes que dejar de hablarme. —
Diamante se rió.
—¿Puedo confiar en ti? —preguntó ella.
Diamante enterró su cara en su cuello. ¿Confiar en él? ¿De qué modo?
Pero sólo podría dar una respuesta.
— Sí. —
— Estoy tomando la píldora. —
Él se onduló contra ella.
— Deja de hablarme. — —
—¿Tú eres seguro, Diamante?
No realmente, pero sí lo era en el sentido en el que ella lo preguntaba.
— Estoy limpio, sí. —
Serena se retorció para mirarlo.
— Ya basta de conversar. —
Entonces ella lo besó. Nada de un dulce roce de sus labios y los de ella, si no un beso poderoso que golpeó a Diamante como un tren. Ella le f0ll0 la boca con su l€ngü@. Su d€s€0 por ella pasó de intenso a absoluto. ¿Era por la combinación de ángel y demonio, su dulce inocencia y su m@lv@da mente? Diamante le gymi0 en la boca. Iba a volverlo loco.
Serena tenía el ojo puesto en el jacuzzi, pero Diamante la propulsó abajo dos escaleras al primer piso.
—¿Cuál es el cuarto de baño? —preguntó Serena—. No quiero cometer ningún error, por si acaso tienes un armario lleno de cabezas de mujer. —
Diamante acarició su barbilla.
—¿Se me empieza a notar mi barba azul? —
Serena pasó su pulgar por la barba de dos días.
— Sí y es muy s€xy, pero no quiero que me arañe. Ya tengo la cara lo suficientemente roja en el trabajo. —
— Me afeitaré rápido. Cada dormitorio tiene su propio cuarto de baño. —
Empujó y abrió la puerta, miró dentro y la hizo entrar. Serena se preguntó si no se lo había imaginado, pero pensó que le había oído un pequeño suspiro de alivio. Tenía que dejar de suspirar constantemente de alivio. Diamante no estaba casado. La había encontrado.
La había salvado de una manada de perros. Sólo que ¿cómo la había encontrado? El periódico no decía dónde trabajaba. La sonrisa se desvaneció.
— Espera ahí. Haz ver que eres una estatua —dijo él.
Serena caminó hacia una ventana. Otra gran vista del río. A la izquierda podía ver en el cielo la gran luz láser del Greenwich Observatory. Se preguntó si Hotaru y Zafiro estarían en su apartamento, si les importaría dónde estuviera ella.
El dormitorio de Diamante era el doble de tamaño que la sala de estar de Serena. Una cama enorme cubierta por un edredón azul.
Guardarropas empotrados con puertas de espejo. Gabinetes de madera clara y cajones. Una gran TV de pantalla plana fijada a la pared.
— Apuesto a que tú eras un desastre en teatro cuando estabas en la escuela — dijo Diamante d€tr@s de ella—. ¿Te pusiste a c0rr€r por todos lados cuando te dijeron que hicieras ver que eras un árbol? —
— No soy buena quedándome quieta.—
— Tampoco yo —se llevó la mano de ella hacia su cara y la dejó sentir su barba afeitada.
— Gracias. —
— Creo que me gustaría un "strip—tease" lento —dijo Diamante y se dejó caer en la cama, colocándose las manos d€tr@s de la cabeza.
Serena se acercó al pié de él.
—¡Eh!, pero no yo.  Puedo d€snüd@rte despacio. —
Ella le quitó el zapato, luego con cuidado, sacó el calcetín de su tobillo, tiró de él a lo largo del pie y con él azotó los dedos del pié.
Cuando ella le masajeó el pie, Diamante gymi0. Serena frotó y torció cada dedo del pie, usó sus pulgares para apretar bajo su arco y luego deslizó sus manos dentro de sus pantalones a cada lado de su pantorrilla y amasó los múscül0s.
— Ah Cristo. ¿Qué estás haciendo? —
— Un lento y provocador strip. —
Serena repitió la acción con el otro pie y mientras él tenía los ojos cerrados, ella se libró de sus zapatos y chaqueta.
— Prohibido t0c@r —dijo ella mientras se inclinaba para desabrocharle la camisa blanca. Serena le deslizó los dedos por el p€ch0, €xcit@ndo su piel con una caricia plumosa antes de ir hacia abajo. Cuando su camisa estuvo abierta tiró de sus pantalones, luego se inclinó para l@m€r un p€z0n marrón, dibujándolo entre sus dientes, chüp@nd0lo con cuidado antes de chasquear su l€ngü@ sobre el dür0 pedazo. La mano de Diamante tocó su c@d€r@.
—¡Eh!, ¿qué te dije? —dijo.
— Si soy malo, ¿me castigarás? —
Serena lo miró a los ojos. Diamante era alguien que empujaba los límites. ¿Empujaría con él o sería empujada?
—¿Qué preferirías? —Serena preguntó—. ¿Recompensa o castigo?
Ella no tenía ni idea de lo que hablaba, pero cuando Diamante había echado a aquellos fotógrafos, su entusiasmo había saltado como un muelle. Era de nuevo una niña en Nochebuena, sabiendo y no sabiendo lo que iba a venir.
Una mirada a Diamante encendió su lüjüri@ al máximo. No solamente su aspecto físico, era él. Podría ser peligroso pero algo le decía que podía confiar en él.
— Eliges tú —dijo él, su voz ronca.
Serena sacudió su cabeza. Ah Dios, si él la tocaba ahora, ella se desharía. Podía sentir la humedad en sus br@g@s. Un toque la enviaría a volar. Su clit0ris zumbaba, su corazón martilleaba. Casi era una sorpresa que recordara cómo respirar. ¿Qué diría él? ¿Qué diablos iba a hacer ella? La recompensa o el castigo podrían ser lo mismo. Él nunca lo sabría.
— Castigo —susurró él y Serena podría haber jurado que se le oscurecieron los ojos.
Ella se inclinó un poco más cerca de su cabeza.
—¿Qué buscas? —Diamante preguntó.
— Colmillos.
Él se rió y se sentó mientras ella tiraba de su camisa. —¿Crees que soy un vampiro?
— Hombre lobo. —
Serena se quitó la falda y la puso sobre el respaldo de una silla.
Luego su camisa. Tendría que llevar la misma ropa otra vez mañana.
Cuantas menos arrugas, mejor. Se volvió para afrontar a Diamante llevando su sostén de satén azul pálido y sus c0rr€spondientes cül0ttes, ambos artícül0s rem@t@dos con un lazo negro.
— Ah Cristo —Diamante resopló.
— Nada de t0c@r, recuerda. —
Serena puso sus rodillas a cada lado de las de él y hurgó en el botón de sus pantalones.
— Mete la barriga para adentro. No puedo abrirlo, estás demasiado gordo. —
Diamante gruñó.
— Tú sabes m@ldit@mente bien que no es eso lo que pasa. Hay un regalo para ti allí. He estado manteniéndolo seguro. —
Serena abrió el botón y bajó la cremallera. El suspiro de alivio de Diamante, cuando lo tuvo totalmente abajo, le hizo soltar una risita. Su p0ll@ sobresalía angulosa de unos tentadores b0x€rs de punto.
— Ohh, una de las pirámides menores egipcias —dijo Serena.
—¡Serena! —
Entonces ella se metió la p0ll@ en la boca, expiró cálido aliento por ella a través de sus b0x€rs y lo calló de golpe. Probó el salado pre—s€m€n de la mancha húmeda y chüp0 la tela, tirando de la cabeza de su v€rg@ hasta que él levantó las c@d€r@s de la cama. Sus manos agarraron la cintura de ella y Serena se echó hacia atrás.
— Chico travieso. Dije no t0c@r. —
Diamante dejó caer sus manos en la cama.
— Castígame. Puedo soportarlo. —
—¿Tienes tenazas? —
— No. —
— Ah, esa respuesta fue demasiado rápida, Diamante. Estás mintiendo. —
Serena se lo estaba pasando bien. No estaba muy seguro de si ella le estaba tomando el pelo y el cambio de chico totalmente confiado a uno nervioso pero dispuesto a que ella tomara el control le hizo sentir chispas por todo el cuerpo. Le sacó los pantalones y los dobló pulcramente antes de colocarlos en el respaldo de una silla.
—¿Y qué hay de un látigo? —preguntó ella.
— Creo que puede que haya uno en el armario. —
Serena jadeó y él se rió disimuladamente. Casi la tentaba a mirar.
— Así que ¿cuál es mi castigo? —preguntó. —¿Qué es la peor cosa que te viene en mente? —Serena deslizó sus manos por sus b0x€rs y los apartó de su p0ll@ y los bajó por sus müsl0s.
— Tenazas. —
— Aparte de tenazas. —
— Que me den con una pala en el tr@s€r0. —
Serena rió.
— Eso no me apasiona. He pensado en algo que realmente no te gustará. —
Él parecía tan preocupado que Serena tuvo que morderse los labios para contener la risa.
— Nada de s€x0. Vamos a dormir uno al lado del otro y sin t0c@rnos —dijo.
Diamante soltó un ruidoso gruñido y la gota de pre—s€m€n que se estaba formando en la punta de su rosada p0ll@ cayó sobre su barriga.
— No, no, no, no —se quejó y se levantó sobre sus codos para fulminarla con la mirada—. Se ha acabado el juego. ¿Quieres arriba o abajo? Esa es toda la elección que tienes. —
— Arriba. —
Serena se desabrochó el sostén, se sacó las br@g@s y avanzó lentamente encima del cuerpo de Diamante, dejando caer besos a lo largo de sus espinillas, jugueteando con el vello del interior de sus müsl0s con sus labios hasta que él se retorció y la c0gi0 de la cabeza. Sus p€l0t@s estaban llenas y pesadas, la arrugada piel firmemente estirada. Serena arrastró su dedo alrededor, rió cuando se juntaron y se separaron. Las c@d€r@s de Diamante se levantaron de la cama.
Él tiró de ella para que se deslizara por su cuerpo y la pudiera besar. Una mano sostenía su barbilla, la otra la metió entre sus piernas. Un golpe de su pulgar cerca de su clit0ris y Serena se c0rri0, ciega por un momento, espirales de impulsos eléctricos recorriendo su cuerpo, uniéndose a las contracciones de su c0ñ0. Diamante apretó más fuertemente sus labios contra los de ella y se tragó su 0rg@sm0 mientras ella jadeaba una y otra vez en su boca.
 
Serena es más mona que una gatita, pensó Diamante mientras temblaba contra él. Se deshizo como un merengue, toda suave y dulce. Sus p€l0t@s dolían tanto que no estaba seguro de que alguna vez le perdonaran el perpetuo baile entre el dolor y el pl@c€r, pero, desesperado como estaba, había un par de cosas que quería hacer antes de f0ll@rla. Diamante le dio un suave empujón en la espalda. Sus p€z0n€s estaban dür0s, proyectándose hacia su boca para chüp@r, l@m€r, pellizcar.
Nadie podría haberse resistido.
Él gruñó profundamente en su garganta y los agarró. Sólo cuando se sintió satisfecho al haberla puesto en un estado de frustrante desesperación, se deslizó hacia abajo.
Serena olía a s€x0, a lüjüri@ y p@si0n, y el pulso de Diamante brincó al presionar su cara contra sus pli€gu€s y l@mi0. Su gustosa crema cubrió su l€ngü@ y le hizo la boca agua. Su p0ll@ soltó un chorro de advertencia de que la arena casi había llegado al temporizador. Diamante usó sus hombros para separarle los müsl0s y apartó sus hinchados pli€gu€s con los labios para poder agarrar el clit0ris con los dientes.
Ella dio un respingo cuando él le pellizcó, sus dedos se enroscaron en el pelo de él, pero no lo apartó.
Mientras Diamante jugaba con el diminuto trocito de carne, él estiró los brazos hasta que colocó las manos en sus p€ch0s, girando su dedo índice y pulgar sobre sus p€z0n€s. Marcó un ritmo, un contacto dür0 después de otro, del p€ch0 al clit0ris al p€ch0, cada vez más rápido hasta que Serena se retorció bajo él, jadeando su nombre, y Diamante supo que si no se metía dentro de ella en los próximos segundos, se c0rr€ría por toda la sábana.
Con un fluido movimiento, se deslizó debajo, la colocó sobre su furiosa p0ll@ y dejó que ella se empujara hacia abajo. El indescriptible pl@c€r, la sensación de llegar a casa, de sentirse c@li€nt€ y bien, hizo que explotaran estrellas en su cabeza. Diamante se tumbó y la dejó montarlo hasta llevarlo al olvido. El hecho que se iba a c0rr€r ya mismo no importaba si ella iba con él, y la respiración rápida y entrecortada de Serena le indicaba que le faltaba poco.
Sus c@d€r@s se levantaron, Diamante no podía evitarlo, y condujo su p0ll@ en su suave y sedoso c0ñ0, la dejó apretarlo contra él antes de retirarse para dar el siguiente empujón incluso más dür0, más electrizante. Trabajaron a la par, sus movimientos perfectamente emparejados, y Diamante dejó de contenerse.
Débilmente consciente del grito de Serena, un grito estrangulado estalló en su garganta. Fuego blanco disparó a su ingl€ y él la llenó de un hirviente río de su s€m€n, chorro tras chorro mientras ella temblaba, ordeñando su p0ll@.
Ella cayó sobre su p€ch0 y Diamante la rodeó con sus brazos, convertido en un satisfecho montón de múscül0s flojos. No una gatita, una tigresa.

***Hasta el siguiente capítulo!!!

Serena en el medio (Adaptación) TERMINADAWhere stories live. Discover now