♡Capítulo 11♡

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Zafiro vio a Hotaru c0g€r dos tazas del armario de Serena. Ojalá no tuviera un cül0 tan gordo, aunque al menos tenía un sitio de donde agarrarse y después de todo, un polvo era un polvo. Se acercó furtivamente d€tr@s de ella, enterró la cara en su cuello y le rodeó los p€ch0s con las manos. Hotaru tenía unas t€t@s bonitas, jugosos melones. Zafiro gymi0 y presionó su €r€cci0n contra su tr@s€r0.
— Hora de un polvito rápido —susurró.
Hotaru se puso rígida.
Mi€rd@. Siempre se olvidaba de que hablarle así siempre la apagaba.
— Te d€s€0, nena —dijo él.
— Serena volverá pronto. —
— No durante otros quince minutos. Mira el reloj. Son sólo las seis. —
Bueno, lo eran ahora que Zafiro lo había retrasado.
—¿Acaso no sientes lo que me haces? —se restregó más dür0 contra ella.
Hotaru se retorció en sus brazos.
—¿No puedes esperar? —
— No. Ropa fuera. Ahora. —
 
Zafiro se sorprendió cuando Hotaru accedió. Había esperado tener que persuadirla de quedarse en la cocina. Para cuando estuvo d€snüd@, su p0ll@ y p€l0t@s dolían. Quería atascarse en el c0ñ0 mojado de Hotaru y frotarse hasta el olvido, pero tenía que hacerlo durar. Zafiro se desabrochó los pantalones y sacó su p0ll@. Vio ensancharse los ojos de Hotaru mientras se acariciaba su dura p0ll@ y él sonrió.
—¿Tienes preservativo? —preguntó ella.
—¿Necesito uno, caramelito? —la engatusó Zafiro—. Creo que estás con la píldora y ahora estamos prometidos. —
Él tenía una goma en el bolsillo pero no quería usarla. Zafiro se sentía dividido entre el d€s€0 de pegar un tirito y derramarse en el c0ñit0 de Hotaru o de rociarlo sobre la mesa de cocina de Serena.
—¿Te saldrás? —Hotaru preguntó mientras pasaba sus manos a lo largo de su p0ll@.
— Si es lo que quieres —en realidad, Zafiro haría lo que él quisiera pero el tiempo hacía tictac y tenía que estar ya casi acabando para cuando Serena llegara a casa. Él giró a Hotaru de los hombros y la empujó boca abajo sobre la mesa.
— No aquí —dijo Hotaru—. ¿No podemos ir a un dormitorio? —
— No.—
— Por favor. —
— No, aquí o en ninguna parte. —
Zafiro la movió hasta que estuvo en buena posición para él, su c0ñ0 bien abierto, pero su apretado @n0 era más atractivo. Era tentador, pero no la podía asustar, no, si quería que este juego durara. Le dio un golpecito en su abertura y Hotaru gymi0. Zafiro rió en silencio.
—¿Qué? —Hotaru preguntó.
— Me gusta cuando haces todos esos ruidos. —
En cierto modo era verdad, aunque Hotaru era el polvo más ruidoso que se hubiera echado alguna vez. Iban a volver loca a Serena.
Presionó más hacia adentro y se introdujo en la c@li€nt€ hendidura de Hotaru.
Zafiro gymi0 y sintió la risa de Hotaru bajo él. La püt@ idi0t@.
 
Serena se aseguró de salir del trabajo a tiempo, corrió hasta la estación para asegurarse de c0g€r el tren cuanto antes y volver a su apartamento como prometió. Por lo menos ya no le dolía el tr@s€r0.
Miró desde abajo a su ventana y se preguntó cómo se las había arreglado para dejarse encendida la luz. No era algo que ella olvidara, ya que pagaba las facturas. Había intentado llamar un par de veces a Hotaru, para decirle a qué hora llegaría a casa, pero tenía su teléfono apagado.
Serena abrió la puerta con llave, la empujó y dejó caer el bolso en el pasillo.
Entonces se congeló. Podía oír a Hotaru y sonaba trastornada. Dividida entre la rabia porque Hotaru hubiera entrado ya en su apartamento y preocupada de que algo fuera mal, Serena se precipitó a la cocina.
— J0d€r —jadeó.
Hotaru estaba d€snüd@ sobre la mesa de la cocina, la cabeza vuelta hacia ella, sus manos agarrándose de la parte superior de las patas mientras Zafiro la bombeaba desde atrás.
— Serena —Hotaru jadeó.
Serena intentó moverse pero sus zapatos se habían convertido en botas de hormigón. Zafiro le miraba directamente, sus c@d€r@s como pistones machacando a su hermana. Sus ojos se estrecharon, su aliento a tirones y luego salió y roció su s€m€n en la parte de atrás de Hotaru. Cuando le guiñó un ojo a Serena, ésta escapó.
Se quedó de pie temblando, preguntándose cómo unos segundos podían parecer horas. No se había quedado de pie mirándolos, ¿verdad? ¿Estaban en su mesa de cocina? Zafiro salió de la cocina llevando dos copas de vino. Serena tomó una sin pensar.
—¿Te ha gustado el espectácül0? —susurró—. Sé que te gusta mirar.
—¿Qué c0ñ0 estás haciendo aquí? —le espetó Serena.
Zafiro puso una expresión inocente en su cara.
— Ayudar a Hotaru, ¿qué si no? —
—¿Por qué creo que es mentira? —
— Tenía curiosidad por saber si era aquella mesa o tú lo que me tuvo tan c@li€nt€ aquella noche. —
— Creo que te f0ll@rías cualquier cosa, Zafiro —dijo Serena con una risita corta—. De hecho, ¿por qué no te f0ll@ste solo la mesa?
— Pues prácticamente es lo que he hecho. Tu hermana es tan gruesa como un tablón. —
El vino tinto lo golpeó de lleno en la cara. Él jadeó y miró la mancha sobre su camisa blanca.
— Eso fue un error —le espetó.
Hotaru sacó su cabeza por la puerta de la cocina.
—¿Sor—pué...? —llegó a toda prisa, alisándose la falda—. ¿Qué infiernos ha pasado?
— Serena, mostrando su naturaleza celosa otra vez —dijo Zafiro.
Los hombros de Serena cayeron. Quería que los últimos cinco minutos nunca hubieran pasado.
— Quítate la camisa para que la pueda lavar —dijo Hotaru, manteniendo los ojos apartados de Serena.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Serena preguntó.
— Zafiro me ayudó a trasladar mis cosas. Bueno, todo lo que no estaba mojado.
El corazón de Serena martilleaba mientras seguía a Hotaru y la camisa a la cocina.
— He estado llamándote para decirte cuándo estaría en casa. ¿Cómo entraste? —
Hotaru sacó su teléfono del bolso y lo miró.
— Ah, pensé que estaba conectado. Debo haberlo apagado. Lo siento. Mamá me dio la llave. No pensé que te importaría. —
Serena no quería enfrentarse a Hotaru sobre lo que había estado haciendo en su mesa de cocina, pero no podía ignorarlo.
— Te dije a qué hora estaría en casa —
—Pero es temprano —Hotaru echó un vistazo al reloj de cocina.
Serena miró su reloj. Ah, Zafiro era inteligente, tenía que concedérselo. Él lo había planeado, así ella se habría topado con ellos.
— Déjame ponerle a Serena una copa de vino —dijo Zafiro—.
Parece como si necesitara una.
Serena volvió a la entrada para colgar su abrigo y poner sus zapatos sobre el trozo de alfombra extra que tenía junto a la puerta para no dejar entrar suciedad en el apartamento. Se mordió las mejillas cuando entró en la estancia principal y vio que una bomba llamada Hotaru había explotado.
Ordenada y pulida no eran palabras que pudieran ser unidas al concepto de su hermana ni en un millón de años. Hotaru y Zafiro la siguieron dentro.
—¿Cómo es que te has traído tanto? —preguntó Serena—. Pensé que esto era sólo durante unos días. ¿En serio Hotaru necesitaba traerse cada muñeco de peluche que tenía? El sofá estaba ahogado entre animales. Cajas de CDS y DVDS estaban sin desembalar junto a la tele. Trasportines de plástico con las últimas obsesiones de manualidades de Hotaru habían sido amontonados sobre la pila de libros con los bordes de las páginas doblados.
— Papá dice que la compañía de seguros pagará para que se arregle y enyese el techo pero que va a llevar tiempo conseguir que vayan y hagan presupuestos y luego esperar a que hagan el trabajo. Habrá un montón de polvo. —
Serena estaba haciendo un cálcül0 rápido, pasando de días a semanas a m@ldit0s meses.
— Espero que no te sepa mal, pero puse mis ropas en tu habitación. Tú tienes muchas menos que yo, así que pensé que te podrías apañar con un vestidor más pequeño y... bueno —Hotaru se ruborizó.
Oh—oh, Serena pensó, sintiéndose como si un tanque bi—plaza le hubiera pasado por encima. No se necesitaba preguntarse quién lo conducía.
Zafiro puso su brazo sobre el hombro de Hotaru. Serena mantuvo sus ojos apartados de su p€ch0 d€snüd0.
— No pensamos que te importara que nos quedáramos con la cama de dos plazas mientras tú duermes en la de una plaza. Será sólo durante una o dos semanas —dijo Hotaru.
La cabeza de Serena palpitó. Le costaba recordar un momento en el que hubiera estado más enfadada.
— Zafiro no se va a quedar aquí también. —
— Desde luego que no —dijo él—. Tengo mi propio apartamento. —
Le ofrecí a Hotaru quedarse conmigo pero vivo muy lejos de su escuela y esto pareció una oportunidad ideal para reuniros las dos, reconstruir vuestra amistad y hablar de la boda.
Serena no podía creérselo. Quería reírse, gritar, llorar. Quería chocar los talones y desear volver a Kansas. Primero, quería darle con un garrote a Zafiro.
—¿Está bien si me quedo tu cuarto, Serena? Si no, puedo volver a trasladar mis cosas. —
No, j0d€r, no está bien. Serena se había quedado temporalmente muda. Su frenético cerebro intentó calcular las implicaciones de tener a Hotaru allí, de tener a Zafiro allí. No importaba desde qué ángulo lo mirara, eran malas noticias. Zafiro y Hotaru en su cama. Hotaru y Zafiro sobre su mesa de cocina.
Ambos en su cuarto de baño.
— Podrías haber esperado —dijo Serena—. ¿Cómo te sentirías si yo hubiera aterrizado sobre ti y hubiera c0gid0 tu cuarto? —
— Bueno, desde luego yo te habría dejado tenerlo. —
Serena apretó los dientes. El hecho que Hotaru lo pensara, y Serena sabía que verdaderamente lo pensaba, echó dudas sobre sus sospechas de que fuera Zafiro el que hubiera m@nipül@do la situación. Serena abrió la boca para sugerirle a Hotaru que le pidiera a su compañía de seguros que le alquilara un sitio y entonces Zafiro lanzó a Hotaru a sus brazos.
— Dale un abrazo a Serena. Esto es muy amable por su parte. Vuestros padres van a estar emocionados al ver que hacéis las paces. —
Mientras Hotaru la rodeaba con los brazos, Zafiro miró fijamente a los ojos de Serena. Él sacaba y metía la l€ngü@ como una serpiente, con inequívoca implicación s€xü@l.
— No sabes cuánto significa esto para mí —dijo Hotaru y se retiró del flojo abrazo de Serena para volverse al abrazo de Zafiro.
— Como gesto de gratitud, os voy a comprar la cena, chicas. ¿Qué os apetece? ¿Indio? ¿Tailandés? ¿Pizza? —preguntó Zafiro.
— Me da igual —dijo Serena y se escapó a lo que era su nuevo dormitorio.
Cerró la puerta y se apoyó contra ella. Toda su ropa había sido echada sobre la cama. Hotaru no se había molestado en colgarlas. Serena se vino abajo. Esto no iba a ir bien. No quería a Hotaru viviendo con ella, pero si Zafiro pensaba que podía quedarse a dormir también, era algo totalmente inaceptable. ¿Pero qué podía hacer? ¿Echar a Hotaru? ¿Empaquetar y encontrase un hotel barato? Si existiera un hotel barato en Londres Serena se lo plantearía, pero ¿por qué tenían que echarla de su casa? Pon una fecha límite, pensó Serena. Dos semanas, no más. Y Zafiro no se quedaría a pasar la noche. Los fines de semana Hotaru podía irse a casa de Zafiro. Podría sobrevivir dos semanas, ¿no?
Una hora más tarde, Serena se preguntaba si podría sobrevivir otros dos minutos. Zafiro y Hotaru estaban estirados uno sobre el otro en su sofá, los muñequitos tirados por el suelo, viendo lo que les apetecía en su televisión, bebiéndose su vino. De acuerdo, Zafiro había pagado la pizza, pero el bastardo pidió pepperoni en una y anchoas en la otra, y ninguna de las dos cosas le gustaba a Serena. Tal vez podía crearse su propia inundación.
Aquel pensamiento la dejó congelada. El apartamento de Hotaru inundado ¿era un accidente o lo había planeado Zafiro? Serena se golpeó la cabeza con la mano. Date un respiro. Estaba empezando a asustarse a sí misma. ¿Cuán paranoica se iba a volver? Aún y así...
Hotaru había dicho que el tipo de arriba ni siquiera se había dado un baño esta mañana y Zafiro se las había apañado para entrar en el apartamento de Serena aquella vez. Asumiendo que Serena no se estaba volviendo loca y que Zafiro lo había orquestado de alguna manera, ¿qué motivo podría tener para que Hotaru estuviera en su apartamento? ¿O era él el que quería estar en su apartamento? Serena empujó una cómoda delante de la puerta. Mejor segura que lamentarlo.
 
Diamante se sentó en su coche mirando el apartamento de Serena.
Había calculado qué ventanas eran las suyas y la luz estaba encendida, pero no se movió. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo explicar cómo sabía dónde vivía sin sonar como el acosador del que ella ya se había quejado? Probablemente se asustaría en cuanto abriera la puerta. Pero Diamante esperaba que no tuviera que decir nada. Esperaba que ella lo mirara, y le diera la oportunidad de soltarle que no estaba casado, que no era su casa si no la de su hermana y entonces ella se arrojaría a sus brazos. Lo siguiente era estar d€snüd0s en una cama.
Recuperando un ramo de flores del asiento de pasajeros, Diamante salió del coche.
Se coló en el vestíbulo d€tr@s de otro residente y subió las escaleras de dos en dos. Su corazón revoloteaba de entusiasmo con la idea de verla otra vez. Si no había comido, la llevaría a comer. Si lo había hecho, bueno, se le ocurría algo que a él le gustaría que ella comiera. Y él también. Se sonrió. A Diamante se le hacía la boca agua con la idea de enterrar su cara entre sus piernas, l@mi€nd0l@ y chüp@nd0l@ hasta que se corriera en su cara. Se le revolvió la p0ll@ en los pantalones.
Llamó dos veces a la puerta.
—¿Sí?
Diamante era rápido como un relámpago, preguntas y respuestas volando por su cabeza. ¿Apartamento inc0rr€cto? No. ¿Era este tipo el novio de Serena? ¿Ella había mentido? ¿O Diamante estaba llegando a una conclusión equivocada como le había pasado a ella? ¿Su hermano?
Aunque ella no había mencionado a ninguno. No había ninguna razón para echarse atrás ahora.
— Busco a Serena Shelton. —
— Piérdete. —
Le cerró la puerta en la cara. Diamante se quedó de pie mirándola por un momento, preguntándose si valía la pena volver a llamar. ¿Y que le dieran un puñetazo en la cara? Soltó una risa corta y bajó de nuevo las escaleras.
Darien era un experto en quedarse en las sombras. Había pasado demasiadas horas de su vida profesional mirando y esperando a que pasara algo, sólo para descubrir que nunca sucedió nada. Ojalá esta vez no lo hiciera. Diamante había aparcado en la calle del apartamento de Serena, y se sentó en el coche durante tanto tiempo que Darien se preguntaba qué c0ñ0 le estaba pasando por la cabeza. ¿Intentando pensar lo que iba a decir? ¿Preguntándose si debía arrancar el coche y volver a casa con Darien? Cuando Diamante salió del coche sostenía flores.
Darien suspiró y siguió esperando. Había cosas que quería saber, que tenía que saber. Qué aspecto tenía Serena, qué era lo que tenía a Diamante tan cautivado y cuánto tiempo iba a pasar Diamante allí.
Sus preguntas fueron contestadas pero no de la manera que Darien esperaba.
Diamante surgió un poco después de que hubiera entrado. Echó las flores en el jardín delantero del apartamento, se subió a su coche, y lo puso en marcha.
J0did@mente deprisa, el idi0t@. ¿Qué había pasado dentro? ¿Se lo contaría Diamante? Incluso mientras Darien cruzaba la calle y llamaba al timbre de Serena, se iba diciendo que no lo debía hacer. Sería fácil inventarse un nombre y pretender que no había estado nunca aquí. Pero la necesidad de hacer lo c0rr€cto estaba inculcado en Darien, incluso si en el proceso él acababa dolido. Si Serena no le había dado a Diamante la oportunidad de explicarle que no estaba casado, tal vez se la daría a un amigo.
Darien apretó otra vez el timbre.
—¿Sí? —
La voz de un hombre, y tal vez eso le dijo a Darien todo lo que tenía que saber.
Cambió de táctica.
— Inspector de policía Thorne para hablar con Serena Shelton. —J0d€r, le iban a pillar por hacer esto.
Sonó la puerta abriéndose y Darien empujó. Cuando llegó al piso había un tío con pantalones oscuros y una camiseta azul ceñida apoyado contra el marco de la puerta. Era alto, con cabello corto y oscuro echado hacia atrás y una boca que sonreía cuando sus ojos no lo hacían. Cuando Darien llegó, una rubia de pelo rizado se puso a su lado. Serena. Darien estaba sorprendido. No era el tipo que pensaba que le gustaría a Diamante. Era guapa, pero baja y ligeramente regordeta.
— Esta es la señorita Shelton —dijo el tipo—. Soy Zafiro Kniveton, su prometido. —
Ah, j0d€r. — ¿Podemos ver su identificación? —preguntó el tipo.
Darien abrió su cartera. El tipo la miró atentamente. Demasiado atentamente, j0d€r. —¿Esto es por el robo cerca de la fiesta a la que fuimos el sábado? —preguntó. —¿Quién le dijo que fue un robo? —Darien no había dicho robo, pero supuso que era una conjetura razonable.
— Llamé para ver a los Smith un poco después de que usted los hubo visitado — Zafiro se giró hacia a Serena—. Llevé a Erin algunas flores como gesto de gratitud. Olvidé decírtelo. —
— Eres un completo encanto —dijo la mujer.
Darien quería desaparecer. Su voz era chillona. ¿Qué podía ver Diamante que él no pudiera?
— Me dijeron que un policía había pedido los detalles de cada uno de la fiesta. Estoy sorprendido de que no nos haya venido a ver hasta ahora. —
Darien estaba en arenas movedizas y lo estaban atrapando a gran velocidad.
Cuanto antes saliera de allí, mejor. Olvídate de pedir entrar, quería largarse por las escaleras.
—¿Vio a alguien actuando sosp€ch0samente? —preguntó Darien diligentemente.
— Sólo el baile de Henry —dijo Hotaru con una risa tonta.
El sonido atravesó a Darien directamente. —¿En cuanto a usted? —preguntó a Zafiro.
— No, nada. —
— C0rr€cto, les agradezco su tiempo. —
Se dio vuelta para irse. —¿Quiere darme su tarjeta en caso de que me viniera algo a la memora? —preguntó el tipo.
No, j0d€r, Darien no quería. Se llevó la mano al bolsillo como si buscara y sacudió su cabeza.
— Ah, di la última esta tarde. No se preocupe. Si entonces no vio nada no necesitaré contactarle de nuevo. —
Mientras Darien conducía su corazón se aligeraba más y más. Serena estaba comprometida. No quería a Diamante. Diamante no la tendría incluso si ella lo quería. Ella había echado la última canita al aire y había atrapado a Diamante en su red. Aunque Darien se preguntaba cómo Diamante había podido contactarla teniendo un novio en la reserva. Tal vez se había peleado con él en la fiesta y por eso se subió a la cerca. No importaba. Nada importaba porque Serena Sheldon era historia.
Darien no fue directamente a casa. Le había dicho a Diamante que estaba de vigilancia así que tuvo que hacerlo realista. Se fue a la oficina, una productiva hora de trabajo administrativo, y volvió al apartamento.
Diamante estaba echado sobre el sofá. Había una botella medio vacía de tequila junto a un cartón de zumo de naranja sobre la mesita de café.
—¿Estás borracho? —preguntó Darien.
— No, completamente sobrio... completamente sobrio... Mi€rd@. —
Darien se mordió el labio, tanto divertido como alarmado. En todo el tiempo que lo conocía, nunca antes había visto a Diamante borracho. El tipo ya tenía suficiente cuerda sin tener que beber alcohol.
— Pensaba que estabas clavando estacas —masculló Diamante.
Darien se rió.
— De vigilancia. Vi lo que necesitaba ver. Conclusión satisfactoria. —
Diamante estiró una temblorosa mano hacia la botella. Darien la puso fuera de su alcance.
— Creo que ya tuviste bastante, amigo. —
Diamante parecía como si se lo fuera a discutir y luego cambió de idea.
Darien apartó las piernas de Diamante y se sentó en el sofá junto a él.
—¿Qué te pasa? —
Diamante alzó la vista, mirándolo con sus ojos grandes, oscuros.
— Ya sabes qué c0ñ0 pasa. —
A Darien se le enc0gi0 el estómago. No era posible que Diamante supiera que lo había estado vigilando. ¿O sí?.
—¿Serena? —preguntó Darien.
Diamante asintió.
— Fuiste a su apartamento —el corazón de Darien palpitaba. En realidad no lo había formulado en forma de pregunta.
Diamante asintió.
—¿Qué pasó? —
— Un tipo abrió la puerta. —
— Ah —tenía que ser el prometido que Darien había visto.
Diamante echó otra vez la cabeza hacia el borde del sofá y gymi0.
— Mi€rd@, pensaba que... J0d€r, Ojalá la hubieras conocido, Darien. Es tan mona. Es toda piernas y brazos y algo en ella me recuerda a mí. De hecho, j0d€r, es clavadita a mí, solo que no. Te encantaría. Tanto cabello desordenado, p€ch0s que se te deshacen en la boca, labios tan suaves y dulces, querrías comértelos. Estaba tan dispuesta, tan gentil. —
— Tal vez no era lo que tenía que ser —dijo Darien, pensando que eso tenía que ser lo más patético que había dicho en su vida.
Diamante se echó el brazo sobre los ojos.
— Ella era exactamente la adecuada. —
¿Qué? ¿Bajita y un poco rechoncha con una voz que podría rallar el queso? Darien siempre pensó que le iban las altas de huesos pequeños, una mujer delicada.
— Alta y guapísima. Ni siquiera me importó que tuviera el pelo corto. Sé que nos gustan las de pelo largo, pero, j0d€r, era clavadita a mí. Jesús. —
Darien se obligó a seguir acariciando el müsl0 de Diamante.
—¿Tiene el pelo corto? —
— Como el mío pero un poco más zarrapastroso. —
¿Cómo el de Diamante?
—¿Esto es posible? —
Diamante apartó el brazo para mirarlo. El pulso de Darien brincaba. Algo no iba bien. —
¿El pelo de qué color? —
— Como... como el mío. —
—¿Rubio sucio?
Diamante resopló. Darien sumó dos más dos muy rápido. De acuerdo, tal vez le dieron cinco, pero tenía la sensación de que había sumado algo. Zafiro Kniveton había presentado a la mujer como señorita Shelton. Darien había asumido que era Serena pero parecía probable que fuera su hermana, Hotaru. ¿Entonces el empleo de "señorita" había sido para confundirlo a propósito? Si era así, ¿por qué? Y j0d€r, ¿qué iba a hacer Darien? Si le decía la verdad a Diamante, se estaría metiendo de lleno en la mi€rd@. Otra vez. Darien miró al hombre que amaba. No tenía elección.
— El tipo que viste ¿era alto, de constitución parecida a la mía, pelo oscuro, camiseta azul, pantalones de traje? ¿Con leve acento del sur de Londres? —
Diamante se puso todo derecho. No dijo nada, solamente miró fijamente a Darien y parpadeó.
Darien suspiró.
— Su nombre es Zafiro Kniveton. Quise saber cómo era Serena. Te vi ir a su apartamento, vi cómo te ibas poco después y tiraste las flores. Subí y pedí hablar con Serena. Kniventon contestó a la puerta y me presentó a su prometida. —
Diamante se puso rígido.
— Bonita mujer pero no hay modo de llamarla alta. Curvilínea y largo cabello rizado. Me imagino que era Hotaru Shelton. —
— J0d€r. —
Darien inspiró profundamente.
— Zafiro. El bastardo de mi€rd@ —siseó Diamante—. La püt@ conspiradora. Yo asumí que... oh, j0d€r. —
Darien esperó a que Diamante diera el siguiente paso. A pesar del exceso de alcohol, no le llevó mucho tiempo.
—¿Eres mi guardián? —preguntó Diamante, sin un solo rastro de embriaguez.
— Yo... —Darien quería decir que lo había hecho porque lo amaba pero no podía encontrar las palabras, no quería pronunciarlas sabiendo que Diamante no le diría lo mismo. —¿Pensaste que me lo guardaría para mí? ¿Qué te apartaría de mi vida? —
<Sí.>
— No sé, Diamante. —
— Ella me habló de ese tipo. Él intenta j0d€rle la vida. Es un acosador. Nunca salió con él, pero él finge que sí. Ahora está con su hermana e intenta darle celos a Serena. Cuando lo vi, asumí que... Pero ¿su hermana está allí? —
— Sí. —
Diamante se levantó.
— Quiero ver a Serena. —
— No esta noche. Es tarde. Estás bebido. —
Diamante se dejó caer otra vez en el sofá.
— De acuerdo. Mañana. ¿Puedes averiguar dónde trabaja? —
— Probablemente. —
—¿Lo harás? ¿Por favor? ¿Me llamarás? —
La mandíbula de Darien se apretó pero asintió.
— Ven aquí —dijo Diamante.
Darien se colocó entre sus brazos.
— Somos una pareja, Darien. Nada hará cambiar eso. —
Ojalá Darien pudiera creérselo.

***En un ratin subo el siguiente capítulo!!!

Serena en el medio (Adaptación) TERMINADAWhere stories live. Discover now