♡Capitulo 4♡

41 7 0
                                    

Capítulo 4
Serena se preguntó si se atrevería a irse de la casa de sus padres en lugar de quedarse para almorzar. En realidad se preguntaba si se atrevería a marcharse sin decir adiós. No había dormido después de regresar y se metió en la cama de su niñez, su mente inmersa con recuerdos de Diamante y su familia hasta el punto de que su cabeza latía de dolor. Había tenido el s€x0 más fabuloso de su vida y ni siquiera iba a ser capaz de recordarlo con pl@c€r debido a que la ira, la culpa y el remordimiento habían envenenado su felicidad.
Se mantuvo acostada escuchando cómo el resto de la casa empezaba a agitarse y esperó a que hubieran bajado antes de arrastrarse hasta el baño.
Incluso después de una larga ducha, tenía círcül0s oscuros bajo sus ojos y una helada pena en su corazón. Serena sospechó que ambos permanecerían con ella por un largo tiempo.
La resurrección de sus habilidades de la adolescencia y el recuerdo preciso de cuál escalón, el terero y el séptimo, chirriaban, le permitió a Serena llegar a la parte inferior de la escalera sin que nadie la oyera. La puerta principal estaba a la vista. Cinco pasos. No más.
La cabeza de Serena cayó. No podía hacerlo. Mi€rd@, era una cobarde.
Podía librarse del almuerzo pero no podía evitar despedirse. Dejó su bolso en el pasillo y al llegar a la puerta de la cocina, escuchó su nombre.
—¿Qué hay de Serena? —dijo su padre—. ¿No crees que es demasiado pronto? —
— No queremos esperar —dijo Whiny Hotaru con su chillona voz de ratón.
¿Esperar para qué?
Serena empujó la puerta y entró. Cuatro rostros giraron hacia ella.
Las miradas afectadas de sus padres, la mirada culpable en los ojos de Hotaru, pelo encrespado, y la sonrisa satisfecha del bastardo baboso de Zafiro.
— Buenos días, Serena. —
Serena apretó los dientes. Por supuesto que tenía que ser Zafiro quien hablara primero.
—¿A qué hora llegaste? —preguntó su madre. ¿Cuántos años tenía? ¿Dieciséis?
— No demasiado tarde —c erca de las tres. —
— Oh, estoy seguro de que te escuché llegar aproximadamente a las tres —dijo Zafiro.
M@ldit0 chismoso.
— Él tiene el sueño muy ligero —Hotaru acarició su mano.
— Yo no —dijo Serena y sonrió, pensando que realmente no había mentido. Ella no era de sueño ligero. —¿Dónde estuviste anoche? Pensé que íbamos a compartir un taxi para volver —dijo Hotaru.
— No sé cómo me perdiste. Estuve allí en la fiesta, aparte de una hora en la habitación con el tipo que se parecía a George Clooney. Ja, ja. —
Nadie se rió. Zafiro frunció el ceño y Serena resistió el impulso de sacarle la l€ngü@. ¿Por qué no podían ver a través de él? La frustración le retorció el intestino. No tenía sentido esperar que la atontada de Hotaru pudiera ver quién era en realidad, pero ¿por qué no sus padres? ¿Eran ciegos? ¿No podían ver que era un can@lla?
Serena suspiró. Muy bien, así a primera vista, no parecía tan malo.
Zafiro era alto, moreno y moderadamente guapo, si te gustaba el estilo suave y elegante. A Serena no le gustaba. Él tenía un buen trabajo en la ciudad y un automóvil inteligente. Algún tipo de Porsche. Hotaru era lo bastante superficial para que eso fuera suficiente. Hotaru era feliz, así que mamá y papá eran felices. No parecía importarles el que Serena fuera miserable.
Llevó un vaso de agua a la mesa e hizo una mueca cuando su tr@s€r0 golpeó el asiento.
—¿Qué pasa, Serena? —su madre con ojos de águila le preguntó.
— Nada. —
Serena no estaba dispuesta a explicar que le dolía cada vez que se sentaba, porque eso significaría que tendría que explicar cómo la astilla llegó allí, la forma en que había sido retirada y cómo la vigorosa actividad que le siguió había agravado la lesión.
— Entonces, ¿por qué pones esa cara? —preguntó su madre.
Todo el mundo parecía sosp€ch0so. Demonios. Tener una madre que durante sus años de adolescencia, había afinado sus técnicas de interrogatorio hasta adquirir una destreza olímpica era una desventaja enorme para Serena, quien era como un libro abierto.
Desde que había salido de casa, el almuerzo de los domingos había sido como bucear en una piscina de tiburones con un pequeño corte. Lamentablemente su madre sólo aplicaba sus técnicas a sus hijas y no a la serpiente en el nido, que estaba sentada con una sonrisa en el rostro al otro lado de la mesa. Tan desesperados por ver un anillo en el dedo de la mano de cualquiera de sus hijas, su madre probablemente habría recibido con gusto a Jack el Destripador para tomar el té, si fuese un soltero disponible.
—¿Te lastimaste la espalda? —preguntó su madre.
— Solo un moretón —Serena murmuró.
—¿Con qué? —
— Una manija de la puerta. —
Hotaru rió disimuladamente. Serena viendo una salida la aprovechó.
— No es gracioso, Hotaru. Me duele. —
— Déjame ver —dijo su madre.
Mi€rd@.
— No es nada. —
— Bueno, ¿cuál es? —preguntó su padre desde d€tr@s del periódico—. ¿Estás bien o no? —
Serena captó la mirada oscura e indagadora de Zafiro y desvió los ojos.
— Bien —dijo Serena.
Durante mucho tiempo, nadie habló.
—¿Cómo estuvo la fiesta? —preguntó su madre.
— Bien. —
—¿Así que pasaste un buen rato?
— Sí —Serena sólo resistió diciendo bien. —¿Conociste a alguien? —
— No. —
—¿Nadie en absoluto? ¿Qué pasa con ese que lucía como George Clooney? —
— Eso fue la idea de Serena de una broma, mamá —dijo Hotaru.
Serena nunca había perfeccionado su cara de "inocente", pero ahora se estaba esforzando.
— Estoy seguro de que Serena finalmente conocerá a alguien que le ayude a superar esto —dijo Zafiro y alargó la mano para acariciarle la suya.
—¿Superar qué? —Serena golpeó la mano y la arrastró fuera de su alcance.
— No hay necesidad de ser tan susceptible —dijo su madre.
Serena se volvió a mirarla.
— Yo no estaba... —
— Zafiro sólo estaba siendo amable —su madre la fulminó con la mirada.
— Por favor, no discutáis —dijo Zafiro—. Me siento muy mal por esto y Serena no puede evitar sentirse de esa manera. —
Cierra la m@ldit@ boca, tú completo y absoluto imb€cil. Había un poco de consuelo al pensarlo, pero Serena desearía atreverse a decirlo.
Su madre sonrió a Zafiro.
— Y vosotros no podéis evitar haberos enamorado —ella se volvió hacia su hija mayor, con los labios apretados. Serena se preparó—. Deberías estar feliz por tu hermana, Serena. Estás arruinando este momento tan especial. ¿Momento especial? La boca de Serena se secó. Cristo. Hotaru estaba radiante sobre la mesa, luciendo tan feliz, demasiado complacida consigo misma. Serena jugaría este juego, no preguntaría.
Alcanzó la caja de sus cereales favoritos, solo para descubrir que estaba vacía. Sin duda Zafiro había tomado la última m@ldit@ porción.
— Serena —su madre chasqueó.
—¿Qué? —
—¡Basta! Hotaru tiene algo importante que decirte.—
Serena miró a su hermana y trató de mantener su rostro neutro.
— Zafiro me pidió que me casara con él. —
— Espero que hayas dicho que no —j0d€r, ¿por qué había dicho eso?
Zafiro rompió el silencio.
— No seas así, Serena. —
Hubo otro largo silencio. Demasiado largo. Serena no tenía la intención de esperar tanto pero era difícil lograr que su boca dijera una frase distinta a la que pasaba por su cabeza. "¡¡Estúpido j0did0 imb€cil!!" habría tenido a su madre alcanzando el jabón. El rostro decepcionado de Hotaru apuñaló la conciencia de Serena.
— Felicitaciones —Serena se forzó a soltar la palabra. Si tan sólo hubiera sonado sincero. Ella deseaba lo mejor, Hotaru quería ser feliz, pero esto era un completo error.
—¿En verdad es lo que quieres decir? —preguntó Hotaru.
— Quiero que seas feliz —dijo Serena, lo que no era mentira.
— Dame un beso —Hotaru se puso de pie y abrió los brazos.
Serena se levantó, rodeó la mesa y la abrazó. Hotaru la estrechó.
— Yo también —dijo Zafiro y tiró de Serena a un incomodo abrazo grupal.
No podía liberarse sin quedar mal así que Serena se obligó a no retroceder ante su toque. Sus labios se dirigieron a los suyos y ella trató de girar la cabeza,pero atrapó el borde de su boca. Sus dedos excavaban en su brazo a través del suéter, uñas afiladas presionando con fuerza en su piel. Dolía tanto que se retorció hacia un lado. Sus padres intercambiaron miradas de preocupación.
Por un momento consideró enrollar la manga para demostrar las marcas que sin duda le había hecho, pero ¿cuál era el punto? Dirían que lo había hecho ella cuando se echó para atrás.
— Así que, ¿cuándo es la boda? —preguntó Serena, frotándose el brazo donde la había lastimado.
Zafiro la miró, le echó un vistazo a su madre, poniendo cara de "¿qué puedes hacer?" y negando con la cabeza. El cabrón hizo todo lo que pudo para hacerla quedar mal.
— Hotaru estaba pensando en junio próximo —dijo Zafiro—. Ella quería darte tiempo para que te adaptaras. Es todo un encanto. —
Serena cerró las manos en un puño. ¿Por qué iba a necesitar tiempo para adaptarse? Le importaba una mi€rd@. En la cola para el cine, la primera vez que lo vio, ella había creído que era muy lindo, pero no era su tipo. Menos de diez minutos más tarde, cuando se había sentado a su lado sin preguntar, supo que no era alguien a quien quisiera conocer mejor. ¿Cómo es que Hotaru era tan €stüpid@?
— Pero no puedo esperar. Esta Navidad me parece perfecto —dijo Zafiro y sonrió con su perfecta sonrisa.
Oh, grandioso. Arruina la Navidad también, ¿por qué no?
—¿Te importaría, Serena? —preguntó Hotaru. —¿Por qué habría de importarme? No me preocupa si te casas la semana que viene. De hecho, ¿por qué no os casáis la semana que viene? —dijo Serena y en seguida se arrepintió. Su padre bajó el periódico y le dio una de sus miradas.
Zafiro puso el brazo sobre el hombro de Serena y ella se quedó inmóvil.
— Eres tan buena con esto —susurró.
Serena quería darle una patada.
— Quiero que seas la dama de honor —Hotaru miró hacia abajo.
Patear a su hermana no sería suficiente. Serena quería m@t@rla.
Dolorosamente. Ella y Hotaru tenían un acuerdo desde hace mucho tiempo, que no le pedirían eso a la otra. Demasiado para un pacto entre hermanas.
— Zafiro quiere que seas tú, insistió en que te lo pidiera. —
Serena ignoró el mensaje de disculpa que Hotaru estaba tratando de enviar. Una disculpa no lo borraría. Tenían un acuerdo. ¿En qué estaba pensando Hotaru?
Sólo que esta no era Hotaru, era Zafiro m@nipül@ndo a Hotaru. Serena estaba desesperada por salir de la casa y ahora no podía, sino pensarían que estaba molesta. Ella estaba molesta, pero no por la razón que ellos creían. Se obligó a sonreír.
Mostrando todos sus dientes, ¿no?
— Lo harás, ¿verdad? —preguntó Zafiro—. Sé que Hotaru no sentirá que el día está completo a menos que tenga a su hermana mayor, cuidando de ella. —
Cuatro rostros a la espera de una respuesta. Incluso su padre había dejado de leer el periódico. No, quería gritar. Sobre mi cadáver.
Cuando el Papa se case. Cuando George Clooney se case. Pero Serena no tenía elección. No, si quería evitar una escena.
— Muy bien. —
Hotaru aplaudió y gritó.
—¡Oh, gracias! —
Serena se sintió tan pequeña como una hormiga, porque no había forma de que caminara penosamente por el pasillo llevando un monstruoso vestido de color detestable, especialmente si Hotaru se casaba con Zafiro.
— Muéstrale a Serena tu anillo —dijo su madre.
Hotaru puso una pequeña caja verde sobre la mesa y se ruborizó.
— Quería decírtelo antes de que lo vieras. No quería que lo notaras y te Molestaras. —
Serena dudaba de que se hubiera dado cuenta.
— Déjame a mí —Zafiro tomó el anillo de la caja y lo puso en el dedo de Hotaru—. Nunca te lo quites de nuevo. —
¿Era su imaginación o había una nota de amenaza en eso? Hotaru se echó a reír así que Serena pensó que debía estar equivocada. El anillo, bueno, era un anillo. Un diamante bastante grande rodeado por un círcül0 de piedras más pequeñas.
— Es hermoso —dijo Serena diligentemente, aunque odiaba los anillos de cualquier tipo, excepto quizá los que perforaban los p€z0n€s. Ella siempre había tenido un anhelo secreto de probarlos, aunque quizás no los que pasara por los p€z0n€s. Ella no era tan valiente. Encima de un p€z0n estaría bien. Un día...
— Un día, tendrás uno propio —dijo Zafiro.
Dos, pensó Serena y soltó una sonrisa genuina. Que borró la mirada satisfecha de su cara.
Serena se ocupó preparando el desayuno, tratando de pensar en una buena excusa para salir antes del almuerzo. ¿Podía ser la aparición de la peste bubónica? ¿Los extraterrestres habían aterrizado en la calle de abajo?
Serena, que estaba untando la margarina sobre su tostada, se congeló cuando sintió los dedos de Zafiro en su brazo. Miró hacia arriba para descubrir que no había nadie más en la cocina.
— Nos han dado un minuto a solas —dijo él.
—¿Para qué demonios? —la garganta de Serena comenzaba a cerrarse.
—¿Estas realmente feliz por mí, Serena? —
— Absolutamente extática —ella retorció el brazo y apretó tan dür0 su tostada mientras extendía la mermelada que se partió en dos. Mi€rd@.
Él sonrió.
— Ese anillo podría haber sido tuyo. —
— Lo habría tirado por el inodoro. —
Se echó a reír, pero sus ojos permanecieron fríos. —¿Dónde estuviste anoche? Estoy seguro de haberte visto entrar en el jardín, pero parece que desapareciste en el aire. —
Serena estaba tentada a decirle que había tenido estupendo y brillante s€x0 con el tipo del otro lado de la valla. En lugar de eso le dio una sonrisa enigmática.
— Lo que yo haga no tiene nada que ver contigo. —
— Pero yo soy parte de la familia. —
— Aun no —murmuró Serena.
— Hotaru no es tan buena en la cama como tú. —
Serena dio la vuelta para enfrentarlo. —¿Qué? —
— Ella no me deja c0rr€rme en su boca. Sigo pensando en eso, Serena. Cómo se siente al tener tus suaves labios húmedos a mí alrededor. Cómo se siente tu cabello sedoso contra mis b0l@s. —
Serena se estremeció. Mi€rd@, mi€rd@. ¡Qué gran error había cometido! Cuando había llegado a casa en aquel momento y lo había encontrado en su apartamento, le ordenó que se marchara. Pero él estaba tan trastornado, incluso lloró, que había permitido que la obligara a comer la comida que había preparado y beber el vino. Las cosas se salieron de las manos. Se le ocurrió vagamente que para la cantidad que había bebido, estaba demasiado mareada, pero había terminado dándole una mamada, porque no quería que la jodiera.
Sólo que la mamada empeoró la situación. Serena había luchado y dicho que no, pero sabía que nadie iba a creer que no había querido lo que él le había hecho. Tendría que haber ido a la policía y decirles que la había vi0l@do, sólo que no era exactamente cierto. Pensó que podría haberla dr0g@do, pero para el momento que despertó, sabía que era demasiado tarde para hacer nada.
Serena quería olvidar lo que había sucedido esa noche.
— Cuando estés €xcit@d@, sabes dónde buscarme. —
— Preferiría ser j0did@ por un extraterrestre de tres cabezas. —
Él se rió.
— Te poseeré de nuevo. Sabes que me deseas. —
— Vete a la mi€rd@, Zafiro —Serena lo abofeteó justo cuando Hotaru entró.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —
Serena se sintió herida porque la pregunta iba dirigida a ella y no a Zafiro.
Él empujó a Hotaru en sus brazos.
— No te enojes, cariño, pero Serena me pidió que tuviéramos relaciones una última vez. Le dije que no y ella me golpeó. —
Hotaru frunció el rostro. Serena sintió su furia elevarse como una marea viva.
— Por el amor de Cristo, Hotaru. ¿Cuántas veces tengo que decirlo? Yo no lo quiero, nunca lo quise, si fuese el último m@ldit0 hombre sobre el planeta no lo querría. Te diría que lo tomes, pero te mereces algo mejor. —
Las lágrimas cayeron de los ojos de Hotaru.
—¿Por qué eres tan horrible? ¿Por qué no quieres que sea feliz? —
No era la salida que hubiera querido, pero la tomó. El hecho de que su padre no parecía demasiado molesto al verla marcharse y que su madre lucía aliviada no le hizo ningún bien a su autoestima. C0gi0 su bolso y se dirigió a la parada de autobús.
 
Para cuando Serena regresó a su apartamento de una habitación en Surrey Quays estaba furiosa con todo el mundo, incluída ella misma. Mentiroso Diamante, €stüpid@ Hotaru, p€rv€rtido Zafiro, molestos padres y patética Serena. No estaba segura de quién la enojaba más.
No, eso era mentira. Si se sacaba a sí misma de la ecuación era Diamante, porque tenía el poder de hacer que todo en su mundo estuviera bien y había empeorado la situación.
Serena se afanaba en su apartamento, haciendo los trabajos de rutina de fin de semana como la limpieza y lavandería y todo lo que podía pensar era la manera en que Diamante le había hecho sentir, el roce de su cuerpo contra el suyo, su olor almizclado, el gusto de su s€m€n, la forma en que se retorcía cuando ella le l@mía la oreja. ¿Por qué engañaría a su esposa? ¿Dónde estaba? ¿Y su niño?, llegar a eso.
Tal vez salieron durante el fin de semana. Serena gymi0. Era inútil tratar de convencerse de que no había mentido, que estaba divorciado, que era un ladrón. Era una casa de familia y Diamante era un hombre de familia.
Meter la ropa sucia en la máquina hizo a Serena pensar en Zafiro. ¿Qué diablos iba a hacer con él? ¿Estaba jugando una especie de juego de poder?
Se estremeció al pensar en su matrimonio con Hotaru, pero la idea de que la dejara esperando en el altar era la perspectiva más aterradora. Serena no quería que Hotaru saliera lastimada, pero estaba incapacitada para hacer algo, mientras Zafiro siguiera siendo el chico de oro.
Una cosa que podía hacer era encontrar a un hombre por su cuenta. Eso detendría todas las habladurías sobre ella anhelando a aquel patético imb€cil.
Diamante no era la solución, por lo que tendría que buscar otro. Preferiblemente uno que fuese tan bueno entre las sábanas. Serena mostró una sonrisa nostálgica y sacó la aspiradora.
Apenas oyó su celular sonar por encima del ruido. Comprobó quién la estaba llamando. Zafiro tenía su número y aunque Serena hubiera preferido cambiarlo, era más fácil verificar la pantalla. Era Pen, su amiga de la infancia, que había vivido en la casa de al lado, mientras Serena crecía.
— Hola —dijo Serena.
— Hola de nuevo. Acabo de recibir una llamada de mi madre con la noticia del compromiso de Hotaru. ¿Estás bien? —
Serena cayó sobre el diván.
— Bien. —
— No tienes que ser valiente, ya sabes. ¿Quieres que me acerque y bebamos hasta sacar al cabrón de tu sistema? —
 
Kurai era una de los amigos a los que Serena no había logrado convencer sobre Zafiro. Era culpa suya. Zafiro había aparecido un par de veces cuando ella había salido con el grupo y como no había dicho la verdad absoluta, cuando finalmente lo hizo, pensaron que estaba exagerando. Zafiro se había convertido en uno de los muchachos. Serena se sintió impotente ante un maestro m@nipül@dor y sabía que era mejor alejarse de todos ellos por un tiempo. Lástima que sus amigos fuesen tan €stüpid0s como su hermana de ojos diamantinos
. —Estoy bien, gracias, Kurai. Realmente no me molesta que se hayan comprometido — no en ese sentido, Serena pensó.
— Bueno, te llamaré la próxima semana y quedamos para vernos.—
— Bien —dijo Serena y cortó la conexión.
— Bien. Bien. Bien —repitió y rompió a llorar.

***Hasta el siguiente capítulo...

Serena en el medio (Adaptación) TERMINADAWhere stories live. Discover now