♡Capítulo 7♡

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Serena dejó caer su bolso encima de su escritorio en SLS, Superior L€ngü@je Solutions, se desplomó en su silla y se estremeció. Su tr@s€r0 todavía estaba dolorido. Encendió su ordenador. Eran justo pasadas las siete de la mañana, así que tenía la oficina para ella sola.
Necesitaba un momento en calma para trabajar en una traducción difícil para el MOD, el Ministerio de Defensa, antes de que los cuatro con quienes compartía la sala llegaran. Serena no había planeado hacer horas extras para este documento, pero no podía dormir, no había sido capaz de dormir desde el anuncio de Hotaru y Zafiro, y mucho menos desde el instante de locura con Diamante.
Eso es lo que había sido, una locura, aunque no un instante.
Hizo una mueca con la boca al recordar el número de 0rg@sm0s que había tenido. Él no había estado desprovisto en esa área. Serena jamás había conocido chicos que pudieran c0rr€rse tantas veces. Esto le hizo darse cuenta de lo mucho que echaba de menos un hombre en su vida y de lo mucho que extrañaba el s€x0. Por una vez, su madre y su hermana estaban en lo cierto, tenía que encontrar un hombre, uno sin esposa ni hijos.
Cliqueando a través del archivo MOD, Serena encontró el lugar en el que lo había dejado el viernes y empezó a traducir del griego al inglés. Había estudiado griego antiguo y moderno en la Universidad para el asombro de su familia, ya que nunca había estado de vacaciones en Grecia. Cuando sus cuatro años de estudio terminaron, sus padres esperaban que se dedicara a la enseñanza. Su madre era profesora de física, su padre era profesor de economía, y no veían qué más podía hacerse con un título en griego. La enseñanza a cualquier grupo de edad era lo último que Serena quería hacer.
Hotaru había sido la niña buena y se había entrenado para enseñar a los menores de once. Un infierno en la tierra, en opinión de Serena. No es que no le gustaran los niños, le gustaban, pero en pequeñas dosis.
Lo que le encantaba a Serena eran las viejas historias de héroes griegos y romanos. Ella devoraba las historias de Troya, se enamoró de héroes como Héctor y Aquiles. Se imaginaba a sí misma en Pompeya, cuando el volcán hizo erupción, llevando a la gente a zona segura, o como una brillante estudiante acudiendo con algún astuto ardid para ayudar a Cicerón a ganar un caso.
Serena era siempre el héroe anónimo de sus historias y siempre tenía s€x0 fabuloso. Las clases de latín habían abierto sus ojos a un mundo nuevo, pero sabía que estudiar un idioma antiguo a escala universitaria no era la cosa más útil que hacer. El griego antiguo y moderno era un compromiso entre lo que quería y lo que podía hacer y se había sorprendido a sí misma por la rapidez con que había asimilado el idioma. Adoraba el extraño alfabeto griego y había pasado un año en Grecia, trabajando para una empresa química durante la semana y usando los fines de semana para explorar los blancos pueblos de ensueño, y dar paseos a través de las ruinas de antiguas civilizaciones. Era fácil bajo el cielo azul simular ser una bella esclava cuyo amo se enamoraba de ella.
Su vívida imaginación la mantuvo cuerda, pero con el corazón vacío. Serena había estado esperando el romance y se había enamorado de un camarero de cabello oscuro con una sonrisa descarada y dedos mágicos, que trabajaba en un restaurante junto a la playa. Stefan dio lo mejor de sí en la cama, donde pasaron largas y perezosas mañanas, con ella enseñándole inglés y él enseñándole a amar. Hasta que una noche recibió un mensaje de texto, pidiéndole reunirse con él después del trabajo en un pequeño café al otro lado de la ciudad. La mirada de sorpresa en su rostro al verla llegar le dijo a Serena que el mensaje no había sido para ella.
Stefan había roto más que su corazón. Había confiado en él y la había decepcionado. También lo hicieron los siguientes tres tipos.
Nunca había sido fácil que la dejaran, pero parecía que para Serena era más difícil de soportar. Cada vez tardó más tiempo en superar el dolor de su fracaso. Extrañaba el cálido cuerpo en la cama junto a ella, el hablar, la emoción de la anticipación. Por último, había aprendido la lección. Mantuvo su corazón cerrado y sólo relaciones a corto plazo. Nunca se dejó involucrar; de esa manera no saldría lastimada. Bueno, Diamante había demostrado que esa teoría era errada.
Una sola noche y ella resultó herida. Pero la verdadera ironía es que ni siquiera había tenido una relación con ese hijo de püt@ de Zafiro y él seguía haciéndole daño.
El móvil de Serena vibró en su bolsillo. Miró el número. Hotaru. Lo apagó. Hotaru la había llamado cinco veces desde ayer por la mañana para hablar de la fiesta de compromiso. ¿Cuántas damas de honor quería y que si un perro trotando por el pasillo, llevando los anillos en una canasta, sería lo máximo? Cómo había deseado Serena decir no.
Ella sabía que su renuencia a entusiasmarse por Hotaru estaba siendo malinterpretada como celos, pero Serena no podía evitarlo. Decidió estar de acuerdo con todo lo que Hotaru quería, incluido el perro, y tomar algo que la pusiera violentamente enferma el día de la boda. Si terminaba en el hospital, tanto mejor.
Volvió su atención al documento en su pantalla. Su vida podía ser un desastre, pero Serena pondría lo mejor en su trabajo.
—¡Demonios! ¿Qué estás haciendo aquí? —
Serena alzó la mirada para ver a Sabine en la puerta, con un café de Starbucks haciendo equilibrios sobre un montón de archivos.
— Trabajo aquí, ¿recuerdas?
—¿A esta hora de la mañana? Tengo un trabajo urgente para la compañía de ingeniería, al menos tengo una razón para estar fuera de la cama a estas horas. ¿Cuál es la tuya? —
— No puedo dormir. —
Sabine colocó cuidadosamente los archivos en su escritorio y puso el café a un lado. —¿Y el trabajo era la alternativa? Te dije que necesitabas un hombre. —
Serena se sintió sonrojar y agachó la cabeza. El tr@s€r0 de Sabine aterrizó junto a su teclado y Serena saltó.
— Serena Shelton, ¿qué has estado haciendo? —
— Nada. —
— Escúpelo ahora antes de que la Víbora llegue y tengamos que mantener nuestras bocas cerradas. ¿Conociste a alguien en esa fiesta? ¡Lo hiciste! Y pensar que no querías ir. Suéltalo, suéltalo, suéltalo. —
La puerta se abrió de nuevo y Marie Styper, la Víbora, entró con sus 1,82 metros en tacones asesinos y traje ajustado. La combinación podría haber funcionado si no hubiera sido casi tan ancha como alta.
La rígida mujer polaca a cargo de la división europea de l€ngü@s de S—L—S era la razón por la cual Sabine y Serena estaban constantemente en busca de otros trabajos.
— Buenos días, Marie —Sabine le dio una sonrisa nerviosa y se escabulló de vuelta a su escritorio.
— Buenos días —dijo Serena.
—¿Qué estáis haciendo? —
— Conspirando para dominar el mundo —bromeó Serena, pensando que se arriesgaría con un chiste a esa hora de la mañana.
La expresión de la Víbora no cambió. Tenía siempre los ojos entornados, los labios apretados formando una delgada línea.
— Espera antes de que irte a casa. Tengo que comprobar el trabajo para el MOD antes de que te marches —dijo la Víbora en su tono cortante—. Te quedas hasta que hayas terminado. —
Incluso la adición de por favor no lo habría convertido en una petición.
— Por supuesto —dijo Serena.
Se concentró en su pantalla. Por lo menos había evitado responder a Sabine hasta la hora del almuerzo, siempre que Sabine no la acorralara en el baño.
Como resultado, Serena logró evitar demasiado a Sabine. La Víbora le pidió que saliera temprano para almorzar y entregara en mano una de sus traducciones a un bufete de abogados, cerca de la Tate Modern. A la vuelta, Serena c0gi0 un sándwich de la cafetería a la que siempre solía ir y se sentó bajo el sol junto al Támesis hasta la hora de volver a la oficina. El único inconveniente fue que cuando se sentó allí, se sintió obligada a responder a la llamada de Hotaru, escuchar su charla sobre la boda de su hermana, videos y carros tirados por burros, y fue forzada a decir sí a la reunión para tomar una copa después del trabajo sabiendo que tendría que parecer y sonar como si su vida fuese perfecta.
Sabine se unió a Serena en el Inlander Bar, después de haberle sonsacado durante un viaje a media tarde al cuarto de baño, que había conocido a un chico en la fiesta. Serena no añadió que el chico tenía el cuerpo de un dios griego, el toque de un ángel y la p0ll@ de un demonio. Ni que nunca lo vería de nuevo, aunque se le ocurrió a Serena que una pareja imaginaria podría sacarle a todos de encima.
Serena y Sabine pidieron una botella de vino blanco y se apoderaron de una mesa en la esquina.
— No estoy segura de cuánto tiempo más puedo aguantar a la Víbora —suspiró Sabine en su vaso—. El hecho de que esa mujer pueda trabajar sin parar, al doble de la velocidad del sonido, y sin hablar, no significa que el resto de nosotros pueda. Bueno, aparte de ti, Señorita Nippy —
. Así que suelta la sopa. Quiero todos los detalles. Si no tengo s€x0 loco y apasionado, escuchar a otra persona teniéndolo es lo siguiente mejor. Y date prisa en decirme, antes de que Eduard y Natalia lleguen. Dijeron que vendrían a tomar una copa antes de ir a casa. —Eduard y Natalia eran los otros dos traductores con quien compartían su habitación, un par de tontos: el uno terminaba las oraciones del otro. —¿Y bien? —Sabine exigió.
— Es alto, con el pelo desaliñado, rubio —dijo Serena.
—¿Es guapo? —
— Sí. —
—¿Escala del uno al diez? —
— Quince. —
— Oooh —Sabine abrió mucho los ojos—. ¿Tiene un hermano? —
— ¿Quién? —preguntó Eduard, poniendo un vaso de cerveza sobre la mesa. Natalia se sentó en el asiento junto a Sabine.
— Serena encontró un novio —dijo Sabine.
—¿Qué pasó con el que vivía enviándote flores? —preguntó Natalia.
 
Tres pares de ojos miraban con expectación y Serena gymi0. Sus compañeros de trabajo estaban demasiado interesados en su vida.
Ella no debería hacer de Diamante algo más que lo que era, a saber: una salida de una sola noche, pero...
—¡Serena!
Salvada por su hermana. Serena se defendió con una sonrisa y se volvió.
Entonces, toda sonrisa se desvaneció porque Hotaru no estaba sola. Zafiro estaba con ella. Hotaru, con los ojos brillantes de felicidad, besó a Serena en la mejilla. Cuando Serena vio los labios de Zafiro acercarse, c0gi0 el vaso y lo puso delante de su cara. Él sonrió, pero retrocedió.
— Chicos, esta es mi hermana Hotaru y Zafiro. Sabine, Eduard y Natalia. —
— Zafiro es mi prometido —dijo Hotaru, su sonrisa forzada.
— Oh, estás comprometida. Serena no nos lo dijo. Echemos un vistazo a tu anillo —dijo Sabine. Por unos instantes Hotaru, Natalia y Sabine murmuraron juntas acerca del diamante mientras que un reacio Eduard se detenía a mirar.
— Mira, Eduard, ¿no es...? —empezó Sabine. —...hermoso —dijo.
— Mira cómo los diamantes... —...centellean. —
Serena agarró su copa de vino más y más fuerte. Zafiro acercó la boca a su oído.
— Te habría comprado un diamante más grande que ese. —
J0d€r.
Hotaru se volvió a Serena, con una mirada herida en el rostro.
— No puedo creer que no le dijeras a nadie que estaba comprometida. —
— Eso apenas pasó ayer —Serena chilló. Uy, eso sonó muy mordaz.
Hotaru la miró parpadeando, con lágrimas en los ojos. Mi€rd@. Pero antes de que Serena pudiera pedir disculpas, Hotaru habló de nuevo.
— Supongo que Serena les dijo a todos que ella iba a casarse con Zafiro.
—¿Qué? —Serena quedó sin aliento.
Sus tres compañeros de trabajo la miraron boquiabiertos.
—¿Ustedes no sabían que yo era el novio de Serena antes de conocer a su hermana? —Zafiro se las arregló para parecer atónito y lucir avergonzado e inocente al mismo tiempo.
El bastardo.
— No, no lo eras —dijo Serena.
— Sólo pensaste que eras su novio, Zafiro —Sabine añadió, y Serena sintió una sacudida de alivio por su apoyo.
Sabine no conocía toda la historia.
Zafiro inclinó su cabeza hacia un lado y suspiró
—¿Entonces estaba enviando todas esas flores a una completa extraña? Sé que te hace sentir mejor fingir que ese era el caso, Serena, pero negar lo que tuvimos es muy doloroso —miró alrededor de la mesa—. Debo decir que me sorprende que no confiaras en tus amigos. Sé que vosotros habríais estado ahí para ella si se os hubiera dado la oportunidad. —
Serena hervía de furia. Sabine parecía incómoda, Eduard y Natalia intrigados.
— Estás hablando pura mi€rd@ —dijo Serena en voz baja—. Nunca fui tu novia.
Zafiro abrió la boca horrorizado.
—¿Quieres decir que imaginé nuestras citas, cuando nos sentamos uno junto al otro en el cine a ver esa película de vampiros y compartimos las palomitas de maíz, los cafés de Starbucks que bebimos, las visitas al zoológico, el museo, la cena romántica en tu apartamento? Especialmente la cena romántica en tu apartamento —le guiñó un ojo—. ¿Debo continuar? —
Mientras Zafiro hablaba, Serena lo veía acariciar los dedos de Hotaru. Los ojos de Hotaru estaban bajos, su rostro tenso viéndose muy, muy triste.
— Nada de eso fueron citas —Serena susurró entre dientes, sabiendo que se debería callar, que cuanto más dijera, peor sonaría.
— Eh, tú estabas ahí, yo estaba allí —Zafiro rió, mirando alrededor de la mesa, invitando a los otros a unirse a él.
Hubo un silencio por un momento. Serena estaba tan furiosa, que ahora no confiaba en sí misma para hablar. El tipo estaba loco, ¿qué otra explicación podía haber?
— Bueno, Serena tiene un nuevo novio, así que supongo que eso ya no importa —dijo Sabine.
Serena sintió la mano de Zafiro apretar su rodilla bajo la mesa, sus dedos seclavaron hasta hacerle daño.
—¿De veras? —dijo.
— Oh, Serena, ¿por qué no lo dijiste? —su hermana casi saltaba en su asiento.
No había ninguna expresión en el rostro de Zafiro y de alguna manera eso asustaba más a Serena que sus falsas emociones. Pero Hotaru sonaba tan desesperada porque fuese verdad que Serena quiso golpear su cabeza contra la mesa. La de ella o la de Hotaru, cualquiera serviría. —¿Lo conociste en la fiesta? —preguntó Hotaru.
Serena asintió.
— Así que realmente estabas arriba con el chico que se parecía a George Clooney —Hotaru se echó a reír.
Notó el alivio en su tono. A pesar de todo lo que Serena había dicho, o tal vez debido a lo que dijo Zafiro, Hotaru aún temía que Serena quisiera al cabrón. —
¿Cuándo lo veras de nuevo? —preguntó Hotaru.
— No estoy segura. —
— Sosp€ch0 que es porque no existe —dijo Zafiro—. Oh, Dios, Serena. Está bien, sabes, no tienes que fingir con nosotros. Somos tus amigos. —
Los dedos de Serena picaban de las ganas que tenía de arrancarle los ojos.
— Sí, m@ldit@ sea, él existe. —
— Bueno, lleva al hombre invisible a nuestra fiesta de compromiso el sábado —dijo Zafiro con voz satisfecha—. A todos nos gustaría conocerlo. —
—¿Por qué diablos iba yo a querer que él te conociera? Tú... tú... mentiroso pedazo de escoria. —
Serena se levantó, tomó su bolso y la chaqueta, y se marchó.

***Hasta el siguiente capítulo!!!

Serena en el medio (Adaptación) TERMINADAWhere stories live. Discover now