32. [Traiciones]

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32. [Traiciones]

Adeline:

Mi rostro estaba mojado por las lágrimas, los temblores en mi cuerpo no se calmaban y miles de proyecciones pasaban por mi mente, perdería la granja, perdería a mis abuelos y lo más importante; perdería a Atlas.

« No me quedaba nada por qué luchar »

Me levanté de la cama y entré al baño a asearme, estaba llena de sudor y las lágrimas mojaban mi rostro, burlándose de mi desnudez.

De la situación tan complicada que pasé porque no supe cómo actuar en casos así.

« No cuando Hernán llegó de la nada »

« No lo esperaba »

Atlas entró a su habitación y abrió la puerta del baño, me lancé a sus brazos y continué llorando porque aún no sabía el castigo que su padre tenía preparado para mí.

— Adeline — Atlas besó mi cabeza, sus brazos me envolvían mientras que mi llanto se hacía cada vez más fuerte.

— Tranquila nena...

— Perderé la granja... mis abuelos... yo... — Las palabras no salían con coherencia, tenía tanto miedo en ese momento que no sabía que decir.

« No tenía argumentos válidos para defenderme»

« Era culpable »

« Le fui infiel a mi marido con su propio hijo»

« Le pagué con la misma moneda»

— Papá quiere que te vayas de la casa, iré por tu ropa y te llevaré a la granja; te alcanzaré después porque aún tengo que discutir con él sobre los asuntos legales del contrato.

— Atlas... — Me interrumpió:

— No pienses en nada, tú cumpliste con tu parte; él también te engañó desde el principio. No puede negarse a dejarte libre.

— Seguirás conmigo? — Pregunté atemorizada de perderlo.

« ¿Qué más podía esperar? »

« ¿Seguía existiendo en su vida? »

— Por supuesto que sí, siempre estaré a tu lado nena, me atrapaste y ahora que te tengo no te dejaré ir.

— Se suponía que él no debía llegar tan pronto... — Hablé agitada, no podía entender por qué Hernán nos mintió sobre la fecha de su regreso si él nunca volvía antes de sus viajes; no si Norma lo acompañaba.

« Ese era el problema »

Él no sospechaba de nosotros; siempre fuimos muy cuidadosos, no podía culparnos si ninguno de los dos lo buscó. Tan solo pasó, tan solo me enamoré de mi hijastro.

— No pienses más en eso, dúchate e iré por tu maleta, tenemos que irnos antes de que papá se emborrache; no quiero que te ofenda más porque no podré contenerme.

— ¿Puedes traerme mi ropa? — Altas asintió y besó mis labios.

— No sientas pena, tú nunca fuiste su mujer. No lo engañaste porque ni siquiera había una relación sentimental entre ustedes, solo un contrato.

— ¿Y si Hernán no me quiere dar el divorcio?

— Lo hará, hablaré con el abuelo Teodoro para que lo convenza — Asentí distraída, entré a la ducha y dejé que mis penas se fueran por la tubería con el agua; me sentía realmente mal.

No solo me habían encontrado en la cama con Atlas, nuestra farsa se había acabado de la noche a la mañana y lo peor era que aún no sabía que decirles a mis abuelos, no quería romperles el corazón y decepcionarlos cuando me vieran llegar con Atlas, no era justo.

Entre dos placeres © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora