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Saludó a sus amigos buscando relajarse, después de todo estaba en territorio, ¿no es cierto? Se intentó convencer. Cuando hablaba con una de las chicas advirtió una mano enredándose en su cintura y lo peor fue saber de inmediato de a quien pertenecía.

Volteó deprisa. Kylian llevaba dos envases en la misma mano, le ofrecía la suya. La tomó desconcertada mientras veía como él le daba un trago sin quitarle los ojos de encima.

—Gracias —gruñó, a lo que Kylian respondió con un guiño.

—Cuando quieras, pelirroja.

Sus amigas lo observaban babeando. Los chicos, intimidados.

Carajo.

—Quizá no sea el tipo de lugares que frecuentas —se atrevió a decir, totalmente girada a él, frustrada. Kylian se encogió de hombros y le dio otro trago a su cerveza, peinando el lugar.

—También tuve tu edad, no me son tan ajenos —respondió con simplicidad. Samantha bebió también, observándolo. No lograba decidir qué tenía pero algo en él lograba hacerla sentir rabiosa y atraída de la misma maldita manera. Eso la cabreaba porque era ridículo negarlo.

—No te imagino haciendo esas cosas —replicó irritada. Kylian soltó una carcajada ronca y reparó en como unas chicas, a un lado, se derretían. Casi rueda los ojos. Mierda.

El hombre asintió aspirando con fuerza. Samantha era tan transparente que la verdad lo divertía. Dejó sobre la mesa el envase, le quitó el suyo, la hizo a un lado, acercándola a donde varios bailaban, ese espacio donde la música era más fuerte.

—¿Qué haces? —quiso saber, tensa, pero él no le respondió, en cambio, se detuvo y la rodeó por la cintura pegándola a su cuerpo, para empezar a moverse de una forma que sintió como la sangre se le agolpaba en la cabeza. No sabía dónde poner los brazos, volteó a ver a sus amigos, no perdían detalle. Lo encaró de nuevo.

—Te darás cuenta de que cada acción, tiene una reacción. Baila, pelirroja —ordenó dejándola aturdida.

De repente hizo girar con una facilidad que la atontó y sin pensarlo se fue dejando llevar, solo porque era consciente de que si lo rechazaba haría un numerito que podría salir de contexto y porque, aunque había buscado joderlo, las cosas se le habían volteado y no era mala perdedora, aunque siempre le gustaba ganar.

La cadencia de sus movimientos, la manera que tenía de tocarla, de manejar su cuerpo la embrujó sin remedio. Aunado a su forma de mirarla, de sonreír sin un atisbo de burla, la suavidad de su tacto sobre su cuerpo, tanto que se encontró sonriendo más y una vez.

Todo aquello la estaba haciendo tambalear de una forma que se supone no debía permitir, a la que debía resistirse con todas sus fuerzas.

Cuando la música se hizo más movida, entonces la soltó y sus amigas aparecieron, gritando y brincando. Sam lo miró desconcertada. Éste le guiñó un ojo y se alejó. Se puso de puntillas para buscarlo por instinto, atolondrada.

¿Qué carajos estaba pasando con ella? Se regañó.

Keira y las demás no dejaban de bailar, de contonearse, de preguntarle cosas sobre él. Pero ella no atinaba a responder, intentaba moverse, pero no lo veía y se sentía una estúpida.

De pronto percibió una mirada, volteó y lo encontró con la cerveza en una mano. Lautano algo le decía, a su lado, Kylian solo asentía, atento a ella. Pasó saliva, porque no debía verse tan relajado, no debía estar ahí, observándola de esa forma, diluyéndose en aquel sitio como si le diera igual y lo dominara sin problema.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora