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Durante el vuelo no se dirigieron la palabra. La tripulación les dio la bienvenida. Samantha tenía sueño, un nudo en la garganta y ganas de gritar. Era consciente de que las rabietas durante la noche de bodas la habían hecho ver más como una niña que una mujer.

No era sencillo asimilar todo eso y no se arrepentía, de alguna manera debía sacar la furia e impotencia, pero ni era sostenible, ni la forma en la que quería vivir, y viviría a su lado. No había más.

Kylian Craig era su marido, las razones eran loables y pesaban, pero en algún punto del camino se enamoró de ese maldito hombre y esa boda cobró otro significado. Era ingenua, lo llevaba claro, sin embargo, ya no albergaba esperanzas.

Durante el corto noviazgo se dejó llevar y es que fue imposible no hacerlo, partiendo de que le gustó desde la primera vez que lo vio, lo que fue descubriendo de él la dejaba sin aliento. Su personalidad la atrajo sin remedio: inquieto, divertido, sagaz, juguetón y poco convencional, le seguía el paso, estaba siempre listo para descubrir y vivir el momento. Era un potente imán para ella.

¿Por qué simplemente no se dejaba fluir? ¿Qué lo detenía? Pensó perdida en el exterior, lejos de él, con la cabeza recargada en el asiento.

Kylian trabajaba, desde que salieron del apartamento que ahora debía llamar casa, se enfrascó en llamadas, luego en la aeronave, se colocó frente a una mesa y se perdió en ello.

La sobrecargo se acercaba cada tanto para preguntarle si necesitaba algo, declinaba y volvía a perderse en sus pensamientos, que eran densos y pesados. Necesitaba claridad, las últimas semanas había sido imposible siquiera detenerse a ello y la esperanza de que Kylian se abriera a ella, demostrando que también experimentaba lo mismo, desapareció.

Quizá solo eran sus ideas, comenzó a pensar, quizá la necesidad estúpida de que le correspondiera para no sentirse una tonta en medio de ese intercambio comercial en el que decidió entrar acorralada.

Pero como una vez le dijo: lo decidió, como sea lo hizo. Esa era su realidad y vivirla en el drama, a jalones, peleas, berrinches, sería absurdo, sin embargo, en ese momento no sabía qué hacer, cómo enfrentar lo que se le venía encima.

Tomó su IPad, desanimada y comenzó a trabajar. Seguía con sus cuentas, BranLand le había pasado un par más. Al regresar retomaría las clases vespertinas de futbol, el box por la mañana. Solo debía aguantar ese mes y luego retomaría su vida, no como pensó que sería: lejos de ahí, conociendo gente nueva y disfrutando de cada logro, sino en Boston, con su familia, amigos y rodeada de lo que también le gustaba hacer.

No quería ser una mimada, tenía más de lo que merecía, más que tantas personas y lo agradecería. Después de todo, que Kylian no sintiera los mismo, no significaba que no pudiera sostener una relación cordial, quizá hasta sexual, donde ambos estuviesen satisfechos.

Cerró los ojos; qué frívolo se escuchaba eso. Comprendió. Pero debía ser práctica y menos visceral, porque aunque su sueño era tener un matrimonio lleno de amor como el de sus padres, no sería su caso y era importante aceptarlo.

Se enfocaría en lo que la hacía feliz, tenía varias cosas que eso conseguían, solo era cuestión de que esa nube oscura que se cernía sobre su cabeza, empezara a ser invisible para ella, porque no se iría nunca. Eso era lo que Kylian habían conseguido: una tormenta en su pecho.

Once horas de vuelo a Atenas, estuvieron sepultadas en el silencio. Aún faltaba viaje, ahí tomarían un helicóptero a Agistri, una isla cercana a Egina, parte del conjunto de islas Sarónicas.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora