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Sam llegó a casa envuelta en una bruma lúgubre, su mano pesaba como si cargara con una roca, una que tenía como finalidad hundirla en el fondo de un océano de apariencias, aquel que durante unos días olvidó.

Cuando Kylian deslizó aquel objeto en su dedo, pasó saliva e intentó sonreír, pues él lo hacía también, atento a su reacción.

—Gracias, es muy hermoso —respondió con voz monocorde, sonriendo apenas, luego tomó su copa y le dio un trago como si nada hubiese pasado, como si esa sortija no estuviera rompiendo algo en su interior.

Kylian se sentó a su lado y sujetó su mano, relajado.

—¿Te parece que mañana se los informemos? —preguntó interesado.

—Tú decide lo que creas conveniente.

El hombre bebió de su copa, atento a sus reacciones. La pelirroja parecía indiferente ante lo que ocurría, como si fuese un mero trámite y quizá estaba bien que lo enfrentara de ese modo; entre ellos dos no había más de lo que estaba ocurriendo, mejor era no confundirse.

Sin embargo, era verdad que no pensaba dárselo de esa manera, de hecho la noche anterior estuvo ideando formas originales y agradables para entregarle la sortija, cosas como las que ella sabía disfrutar.

Pero por la mañana habló con Mathia Beaufort, ya comenzaba a presionar, Lash aún no lograba dar con nada a pesar de estar en Dubái y Londo, había mandado una carta de prorroga que era inadmisible, pero legal. No había aceptado reunirse con él, prefería mantener todo por el lado legal y formal, lo cierto es que ya no podría postergarlo.

Todo eso no obró en su contra, porque en ese momento dejó de lado los planes absurdos que creaba su cabeza y se obligó a no desviar las cosas; Samantha Streoss era la esposa perfecta para que su padre cumpliera su parte, para que Londo le permitiera entrar de lleno a Streoss Services y para apuntalar su imagen confiable.

Si ella lo había olvidado gracias a esas noches de sexo lánguido o voraz, a los juegos, las risas o la libertad que parecía experimentar, no era algo de lo que él podría hacerse responsable. Las reglas estuvieron claras desde el inicio.

Lo cierto es que su indiferencia por el tema, lo irritó, también la poca importancia que le dio a la sortija, que apenas si vio, era como si le hubiese puesto en el dedo una baratija cualquiera y esa joya valía lo que una Villa.

—Bien, debido a la salud de Londo, será mejor que lo vea en tu mano, primero. Debe notarse el impulso, te invité a cenar, te lo di. Queremos una vida juntos pues somos absolutamente compatibles. Entonces lo buscaré mañana mismo para invitarlos a cenar, así daremos la noticia.

—¿Cuándo?

—Mañana —repitió sonriendo, condescendiente, un tanto incómodo era la verdad debido al desinterés que manifestaba Samantha.

No lucía enojada, ni fría, sino aburrida de esa charla, como si le diera lo mismo. Se cabreó mientras ella meneaba su copa, distraída, con su barbilla recargada en la palma de su mano, sin verlo.

—No, la boda, ¿qué fecha les dirás? —preguntó absorta en el líquido oscuro. Kylian apretó los labios.

—Tres semanas —soltó esperando algo; cualquier reacción. Ella asintió alzando un poco las cobrizas cejas.

—Seguro pensará que nos comimos el pastel antes de tiempo —determinó un tanto burlona, pero sus ojos índigo continuaron extraviados en el movimiento del líquido, como si eso fuese más interesante que la charla sobre su futuro.

—Probablemente. Pero eso, cualquier que sepa contar, podrá saberlo en nueve meses.

—Sí, claro.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Where stories live. Discover now