⋆ 28 ⋆

5.4K 891 40
                                    


Sam despertó con la alarma del celular. Se estiró como solía y lo ocurrido la noche anterior se iluminó en su cerebro con reflectores de colores neón. Se dio la vuelta sobre la cama, escondió la cabeza en la almohada pataleando y gritó sobre ella para no alertar a nadie.

La noche anterior entró a hurtadillas a casa, la ropa de la hermana de Kylian le quedó grande, pero sirvió. Él se había comportado accesible, incluso divertido. Cuando se cambió y salió de la habitación escuchó los acordes del piano. Su corazón retumbó y, despacio, bajó.

Sentado sobre aquel banquillo, tocaba concentrado una melodía dulce. Sonrió observándolo. Se movía con fuerza, pero también con cuidado. Llevaba unos vaqueros y un suéter de punto negro. Pasó saliva pues su cabello claro se mecía con sus movimientos. Se acercó dudosa, entonces él volteó y al verla sonrió. Eso logró retomar la confianza que había estado experimentando.

Kylian hizo un gesto para que sentara a su lado, aceptó sin perder detalle de sus dedos sobre el piano, su gesto concentrado pero relajado. Nunca le había llamado la atención ese instrumento, menos porque su madre le había puesto más de cinco profesores que habían renunciado debido a su falta de interés y es que en realidad no le atraía aprender a tocar, pero verlo a él, era diferente, muy diferente.

La tonada se enredó en su pecho, recorriendo su cuerpo, mientras aguardaba rozando un poco su hombre cada vez que se movía. La calma la embargó, la tranquilidad durante esos minutos.

—Guau —murmuró cuando terminó. Kylian negó sonriendo.

—Creí que te demorarías más —expresó repasando su rostro, despacio. Sam sonrió con dulzura.

—Creo que das por sentado mucho de mí.

—Puede ser —aceptó él, acomodando un mechón cobrizo tras su oreja.

—¿Lo haces con frecuencia? —se encontró deseando saber, señalando con el mentón el piano. Él soltó el aire de forma masculina.

—Creo que sí, me relaja.

—Lo haces muy bien.

—¿Tocas? —preguntó Kylian, interesado. Samantha sonrió negando, con frescura.

—No, nunca pude permanecer sentada el suficiente tiempo, o esa decían los maestros —explicó encogiéndose de hombros.

—¿Y hay algo que te interese como para mantenerte quieta? —curioseó atento a sus expresiones.

Esa pelirroja era tan transparente, tan sin complicaciones que no lograba asimilarlo, lo cierto es que sin darse cuenta estaba dejando salir una parte de su personalidad que había enjaulado durante mucho tiempo, una que guardó para avanzar y asumir lo que debía al morir su madre y su padre hundirse.

Sam tocó una tecla, distraída.

—Dibujar, creo. Pero no, porque a veces lo hago yendo y viniendo —aceptó tocando otra, luego otra. Kylian sonrió y sujetó su mano, luego tomó uno de sus dedos y creó con ellos una tonada sencilla. Ella rio fascinada, parecía una tonada infantil, lo cierto es que nunca había sido tan divertido el piano como en ese momento.

Pasaron así casi media hora, él la llevaba por piezas sencillas, ella se dejaba conducir por sus manos cálidas sobre las suyas, sonriendo los dos.

—Bueno, lograste estar sentada un rato, no fue tan complicado, ¿o sí? —preguntó Kylian, deleitado por su rostro sin maquillaje, con aquellas pecas desperdigadas, por sus cejas y pestañas desprovistas de color, haciéndola ver realmente hermosa por su sencillez.

La joven se sonrojó y le dio un empujón con el hombro.

—Eso es porque fue divertido, las clases de piano no lo son —determinó levantándose. Kylian la igualó y enseguida la atrajo hacia su cuerpo enredando las manos en su cintura. Le estaba gustando más de lo que debía tenerla cerca.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora