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El agua estaba helada, la joven se estremeció aferrándose con mayor fuerza a ese cuerpo esculpido, arrebatadoramente masculino.

—¿Esta es tu idea de bajar nuestra temperatura? —preguntó casi sobre sus labios, que sabían a sal, a mar. Kylian sonrió negando.

—¿Por qué querría bajarla? Me gustan nuestras chispas —admitió con simpleza, atento a sus facciones infantiles, relajadas. La joven se encogió de hombros, viéndolo a los ojos.

—¿Nuestras chispas?... —susurró perdida en una ensoñación, en esa a la que él la arrastraba una y otra vez. El hombre aprovechó y repasó su quijada, la curva de su cuello, lamió tras su oreja.

—Quiero estar dentro de ti, pelirroja —murmuró logrando con ello erizar su piel nívea, mientras acariciaba la curva de su cintura, el comienzo de su trasero.

—Quiero que estés dentro de mí, Kylian —admitió sin tapujos. Éste soltó una carcajada ronca que recorrió su piel, erizándola, y sin verlo venir se hundió con su cuerpo a cuestas, sumergiéndolos en el agua fría.

Al salir ella jadeó asombrada, tomando aire.

—¡Qué pasa contigo! —gruñó quitándose el cabello del rostro, conmocionada. Kylian no aguantó las ganas y soltó una risa profunda que jamás le había escuchado. Lo había hecho para molestar, comprendió asombrada, porque ese hombre cada día le mostraba una faceta nueva y la picardía que leyó en su mirada, era la de un crío que gozaba hacer travesuras. Entornó los ojos, soltándolo, pero él no dejó de rodear su cuerpo—. Cambié de opinión, sí quiero que me sueltes —refunfuñó.

Él negó decidido, deleitado por la forma en la que ella se removía desnuda sobre su cuerpo más que excitado, listo para esa mujer.

—Oh, tú eres un... —no le permitió terminar, rodeó su nuca y la besó con profundidad, adhiriéndola más a su ser.

La joven gimió en respuesta, primero por la sorpresa, luego por lo genial que se sentía esa lengua caliente adentrándose en su boca. Tan perdida en las sensaciones se encontró que no notó cuando su cuerpo terminaba tendido sobre la arena, el aire acariciando su piel húmeda y el hombre que estaba trastornando su mundo se ubicaba entre sus piernas.

—Te voy a penetrar, ahora, Sam —rugió con determinación Kylian, protegiéndose con el condón que había dejado sobre sus ropas, que ahora estaban mojadas gracias a ellos y, una vez listo, la embistió de un solo movimiento consiguiendo con ello que ese cuerpo menudo, precioso, se arquera soltando un grito que nada tenía de remilgado.

—No pares, Dios, no pares —rogó ella aferrada a sus anchos hombros mientras se hacían uno en medio de ese sitio cargado de un aroma delicioso, del oleaje, de la penumbra.

—No lo haré, preciosa —aceptó tomándola con brío, sin limitarse, soltándose por completo, uniendo sus latidos a los de esa mujer que temblaba entre sus brazos, que lo recibía y envolvía en aquel apretado lugar, con una necesidad primitiva y dulce, con esa ingenuidad y exigencia tan característica en ella.

El orgasmo llegó en forma de hecatombe, arrasando con todo lo que estuviera a su paso, incluidas sus barreras, los motivos por los que sus vidas se habían cruzados.

Desnudos, saciados, permanecieron tumbados en silencio. Kylian acariciaba su brazo, mientras ella aspiraba el aroma de su cuello, ese del que ya no podría desprenderse jamás.

Jamás había llevado a nadie a ese lugar, varios recuerdos aparecían, momentos complicados, otros delicados, muchos más llenos de alegría, de esa paz que otorga la falta de experiencia, la ignorancia de lo que la vida tiene deparado para cada persona.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora