Capitulo 14

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La mansión Lirian Hall estaba sumida en un caos silencioso debido a la ausencia inesperada de Eleanor. Los sirvientes se susurraban entre ellos, intercambiando miradas de preocupación mientras intentaban ocultar su nerviosismo ante la posibilidad de la ira de Lady Adelaide. Los pasillos resonaban con pasos apresurados y murmullos ansiosos, todos preguntándose dónde podría haber ido Eleanor.

En el salón principal, Lady Adelaide estaba furiosa. Sus ojos brillaban con indignación mientras discutía los últimos detalles de la alianza con la familia Waverley y el matrimonio concertado de Eleanor. A pesar de su enojo, mantenía una fachada de compostura frente a los representantes de los Waverley, consciente de la importancia de este acuerdo, ya que obtendrían tierras valiosas y gran poder en el mundo pesquero.

Mientras tanto, Eleanor y Thomas finalmente regresaron a la mansión. Eleanor, decidida a descubrir la verdad sobre la muerte de su padre, se encaminó hacia la habitación de su madre, con el corazón lleno de aprensión y esperanza. Cada paso que daba resonaba como un eco en el silencio tenso de la mansión.

Thomas se mantuvo vigilante, consciente de la importancia de proteger a Eleanor de cualquier consecuencia que pudiera enfrentar al buscar pistas en la habitación. Mantuvo un ojo en los alrededores, alerta a cualquier movimiento sospechoso mientras ella investigaba.

Eleanor comenzó a revisar meticulosamente la habitación, buscando cualquier documento o pista que pudiera arrojar luz sobre la verdad detrás de la muerte de su padre. Cada cajón, cada rincón oculto, fue examinado minuciosamente en su búsqueda. Sabía que encontrar pruebas no sería fácil, pero su determinación era inquebrantable.

Con manos temblorosas, comenzó a registrar meticulosamente cada cajón, buscando cualquier indicio que pudiera arrojar luz sobre la muerte de su padre y las posibles conspiraciones en la mansión.

Mientras revisaba un cajón en particular, su corazón dio un vuelco. Sus dedos tocaron un objeto frío y pequeño. Lo sacó cuidadosamente y se encontró con un pequeño frasco de cristal sellado con una cera roja. En ese momento, su mente dio un vuelco mientras recordaba la conversación con Thomas sobre posible envenenamiento.

Justo al lado del frasco, encontró una receta escrita a mano que detallaba la preparación de un veneno letal. Las palabras eran inquietantes y llenas de oscuridad, Eleanor sintió un escalofrío recorriendo su espalda mientras leía la receta.

Llena de lágrimas, Eleanor salió de la habitación y buscó a Thomas, quien la esperaba ansiosamente en el pasillo. Con la evidencia en sus manos, se la mostró a Thomas, cuyos ojos se abrieron con asombro y preocupación. Le preguntó en voz baja qué deseaba hacer a continuación.

Eleanor, enfurecida y decidida a enfrentar la verdad, respondió con voz temblorosa pero llena de determinación: "Voy a hablar con mi madre. Ya no puedo permitir que esto continúe."

Juntos se dirigieron al salón principal, donde Lady Adelaide estaba reunida con la familia Waverley. Eleanor entró con paso firme, su mirada cargada de ira contenida. La tensión en la habitación era palpable cuando todos se volvieron para mirarla.

Sin más preámbulos, Eleanor, con voz elevada y temblorosa, le gritó a su madre: "¡Madre, no puedo creer lo que he descubierto! ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Cómo pudiste conspirar contra mi padre?"

Lady Adelaide, con una expresión de ira en su rostro, se aproximó a Eleanor con determinación. En un gesto impulsivo, le propinó un bofetón en la mejilla mientras pronunciaba con desprecio: "Niña estupida, siempre has sido tan entrometida. Tu padre jamás habría respaldado esta alianza."

El sonido del bofetón resonó en la sala, y la tensión se tornó aún más palpable. Los sirvientes, testigos atónitos de la escena, no sabían cómo reaccionar ante la confrontación que se desarrollaba ante sus ojos.

Lady Adelaide sujetó a Eleanor firmemente por el brazo y la condujo hacia el sofá con autoridad. Al mismo tiempo, dio la orden de que se llevaran a Thomas y lo despidieran en ese preciso instante.

Mientras los guardias se llevaban a Thomas, Eleanor se revolvía desesperadamente, tratando de soltarse de la férrea mano de su madre. Gritaba su nombre y suplicaba a los guardias que detuvieran su partida, pero sus esfuerzos resultaban inútiles en medio de la confusión y la tensión en la sala.

Lord Waverley, ajeno por completo a la situación que se estaba desarrollando, levantó una ceja con desconcierto al ver la tumultuosa escena. Estaba a punto de preguntar qué estaba sucediendo, pero el gesto severo de su propio padre le indicó que debía mantenerse en silencio.

La atmósfera en la mansión Lirian Hall se tornaba cada vez más cargada de drama y secretos, mientras Eleanor luchaba por mantener a Thomas a su lado y las fuerzas que intentaban separarlos prevalecían en su intento de mantener el orden y el control.

Lady Adelaide se volvió hacia Eleanor con una sonrisa burlona. Riéndose con desdén, comenzó a humillar a su hija sobre sus sentimientos por Thomas.

"Querida Eleanor", dijo Lady Adelaide con sarcasmo en su voz, "parece que tu corazón débil y enamorado no puede resistirse a un simple sirviente. ¿En verdad crees que puedes permitirte esos sentimientos? No eres más que una niña tonta que no entiende el mundo real."

Las palabras de su madre cortaron profundamente a Eleanor, quien luchaba por mantener la compostura ante la humillación pública.

Con determinación, Eleanor se dirigió a su madre y le espetó con una mezcla de ira y desesperación: "Primero mataste a mi padre por tus propios fines y ahora quieres arruinar mi vida. ¿Es que acaso nunca te sentirás satisfecha?"

El silencio en el salón se hizo aún más opresivo, mientras Lady Adelaide, con una mirada gélida, preparaba una respuesta. Pero antes de que pudiera hablar, Eleanor se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta, decidida a poner fin a esta discusión angustiante.

Sin embargo, antes de que Eleanor pudiera cruzar el umbral, Lady Adelaide la detuvo con una voz firme y autoritaria: "¿A dónde crees que vas, Eleanor? Tu deber es casarte; esa será tu vida, te guste o no, y ese será tu destino".

En ese momento, Lord Waverley, quien había permanecido ajeno a la situación hasta entonces, salió del salón con furia. Sus padres, en desacuerdo con las aspiraciones de Eleanor, asintieron en silencio, respaldando las palabras de Lady Adelaide

Susurros Où les histoires vivent. Découvrez maintenant