Capitulo 15

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Thomas se encaminó hacia su habitación, flanqueado por dos guardias cuyas voces resonaban con la severidad de su despido. Las palabras de los guardias caían como martillazos, recordándole una y otra vez que debía apresurarse en empacar sus pertenencias. Lady Adelaide había dado la orden directa de que debía marcharse lejos de Cadgwith, y dejaron en claro que ella no quería volver a verlo cerca de su hija, Eleanor.

Cada paso que daba hacia su cuarto estaba lleno de pesar y melancolía. Las paredes que habían sido testigos de sus años de servicio se sentían como un eco de recuerdos compartidos con Eleanor. Cada objeto que recogía y colocaba en su maleta parecía ser un pedazo de su historia juntos, una historia que ahora llegaba a su fin de manera abrupta.

Thomas no podía evitar sentir una mezcla de tristeza y preocupación por Eleanor. Sabía que su partida dejaría a su amada señora vulnerable en medio de la tormenta que se avecinaba en la mansión Lirian Hall.

Mientras se retiraba de la mansión Lirian Hall, cargando con la pesada maleta llena de sus pertenencias, una determinación firme comenzó a crecer en su interior. Había sido testigo de la lucha de Eleanor contra un destino impuesto y había sentido la profundidad de sus sentimientos por ella. Ahora, se dio cuenta de que no podía permitir que Eleanor fuera forzada a casarse con Lord Waverley en un matrimonio acordado que ella claramente no deseaba.

La idea de abandonar a Eleanor en esa situación se volvía inaceptable para él. A pesar de las dificultades y las barreras sociales que se interponían entre ellos, no podía dejar que su amada señora se viera atrapada en un matrimonio sin amor. La idea de Eleanor casándose con alguien a quien no amaba, solo por deber y tradición, le resultaba insoportable.

Thomas aguardó con impaciencia el anochecer, mientras su determinación ardía más intensamente con cada minuto que pasaba. Sabía que debía esperar el momento adecuado para dirigirse a la habitación de Eleanor y poder hablar con ella.

Mientras tanto, en la habitación de Eleanor, la joven estaba atrapada en su propio mundo de desesperación. Había sido forzada a encerrarse en su habitación, bajo la estrecha vigilancia de dos guardias que no mostraban señales de ceder en su deber. Su madre, Lady Adelaide, había sido implacable en su determinación de asegurarse de que Eleanor llegara al altar con Lord Waverley al día siguiente.

La habitación se había convertido en una prisión dorada, con sus opulentos muebles y cortinas de seda, pero Eleanor solo sentía desesperación mientras miraba por la ventana hacia el oscuro cielo estrellado. Sabía que el tiempo se agotaba y que su destino estaba siendo decidido por otros.

Sus dedos se movían inquietos sobre el brocado de su vestido de novia, mientras su mente buscaba desesperadamente una solución.

Fue entonces cuando un sutil ruido llamó su atención. Un golpe suave resonó en la ventana, y el corazón de Eleanor dio un vuelco. Se acercó rápidamente y, al abrir la cortina con precaución, se encontró con una pequeña piedra en el suelo de su habitación. Sus manos temblorosas recogieron el mensaje que estaba atado a ella, y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la escritura de Thomas

Las palabras escritas decían: "Estoy aquí para ayudarte. Espera a que todos duerman. Te sacaré de aquí". Un suspiro de alivio y felicidad se escapó de sus labios, y ahogó un pequeño grito de júbilo al reconocer la letra de Thomas. Sabía que no estaba sola en esta lucha por su libertad y su amor.

Con el plan de Thomas en marcha, el peligro se cernía sobre la mansión Lirian Hall. Esperó pacientemente a que la casa se sumiera en el silencio de la noche, sabiendo que cualquier error podría poner en riesgo a Eleanor y a él mismo.

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