Pasito 2

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—¿Qué? —

—Ehhh, ¿perdón? — Danielle miró nerviosa al suelo.

—Está bien — respondió Haerin dudosa mientras sacaba algo de su mochila.

La pelinegra fijó su vista en la hoja en la que Haerin anotó cómo sería la exposición. Nunca antes había hecho un boceto para una tarea, ya que normalmente no se esforzaba mucho en ese ámbito.

Quizás por eso siempre sacaba ochos.

—Entonces iremos a la papelería — Haerin guardó su billetera en el abrigo.

—¿Cómo? — cuestionó Danielle. ¿Cuándo habían decidido ir a la papelería? El maestro había dicho que no salieran del aula, ¿cierto?

—Necesitamos los materiales, vamos a la papelería de la escuela — explicó nuevamente la castaña.

—Ah, de acuerdo — luego de entender, Danielle tomó su bolso de mano. Y al levantarse, tropezó con su propio pie y su mochila le jugó una mala pasada. Ahora, todos en el salón la miraban, y ella se sentía morir de vergüenza.

—Vamos, cariño —  se apresuró a decirle a Haerin y salió del aula, mientras se tambaleaba un poco, aún afectada por el incidente.

Haerin pensaba que su compañera era todo un caso.

—No me digas cariño — recordó la castaña a Danielle, que se estaba frotando el pie adolorido.

—Perdona de nuevo — avanzó junto con Haerin.

Mientras bajaban por la escalera, dos chicas subían de regreso a su aula, amigas de Danielle.

—Oh, hola Dani, ¿no estás en clase? — preguntó una pelirroja.

—No, Hanni, por cierto, me debes una liga para el cabello — señaló su pelo suelto.

—Ja, no te la dará, te lo digo por experiencia — se burló una rubia.

—Yujin, no me ayudas — se quejó Hanni.

Haerin estaba perdiendo la paciencia, y la idea de ir a casa de Danielle o permitir que ella fuera a la suya no le agradaba en absoluto. Debían terminar el trabajo en esas dos horas.

Tomó la mano de la pelinegra y la llevó hasta el último piso para tomar un respiro.

—Perdona, pero me desesperé.

—No importa, cariño — la pelinegra avanzó hacia lo que parecía ser la papelería.

—Danielle.... — llamó Haerin, con un tono ligeramente molesto.

—Haerin.... — imitó la chica.

—Deja de decirme así.

—Ya, ya, de verdad, perdona, no lo digo en burla, se me sale solo — se defendió Danielle.

En parte era cierto, su cerebro se había acostumbrado a llamar así a las personas a su alrededor, pero curiosamente, solo a Haerin le decía de esa manera.

Minutos después Haerin habló :
—Vamos de vuelta, tengo todo — y con eso llamó la atención de Danielle, que jugaba en su celular.

Ya de regreso al aula, mientras la pelinegra se quejaba de por qué los panquecitos costaban más que un sándwich, Haerin pensaba en de qué color sería el título del cartel.

Cuando iban en el último piso el profesor que supuestamente iba a dar clases estaba subiendo las escaleras, y Haerin lo vio.

Sin pensarlo, tomó la mano de Danielle, y ambas subieron corriendo.

Entraron al aula aún con las manos unidas, y uno de sus compañeros habló.

—Les dije que eran novias.

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Ese alumno ve el futuro

Cariño { daerin } Donde viven las historias. Descúbrelo ahora